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Columnistas

Caputo vuelve a su primer amor: la deuda

Luis Toto Caputo

Si en momentos de éxtasis en su primera incursión en la función pública lo habían definido como “el Messi de las finanzas” por su habilidad justamente para conseguir créditos externos al punto incluso de dejar su sello con un préstamo a cien años, el ministro de Economía, Luis Caputo, está volviendo a las andadas ahora en el gobierno de Javier Milei y está haciendo de la generación de distintos tipos de deudas su arma secreta detrás del “éxito” que celebran los mercados.

La variable más festejada por todo aquel que hoy tiene un papel que compromete a la Argentina a pagar sus obligaciones es el superávit financiero que está exhibiendo el Poder Ejecutivo.

Javier Milei en cadena nacional anunciando el superávit financiero.

El hecho, por primera vez en 16 años años, de tener saldo a favor cuando se hace la cuenta entre lo que se recauda y paga es lo que hace que cualquier inversor financiero de golpe diga “epa” frente a un país que siempre se caracterizó por dejar de cumplir con sus vencimientos cada tanto.

Hoy es probable que esos portfolio managers se restrieguen los ojos cuando ven que el Presidente hizo una cadena nacional para hablar de la “hazaña mundial” de haber cerrado así las cuentas, aún con universitarios en las calles por falta de presupuesto o pacientes oncológicos sucumbiendo ante la falta de cobertura estatal de medicamentos.

Ahora, para que el primer trimestre haya tenido un cierre positivo de las cuentas públicas por el equivalente al 0,6%, hubo de todo. Desde pérdida de poder adquisitivo de las jubilaciones, corte de giros para las provincias y freno de toda obra pública, hasta directamente el no pago de, por ejemplo, la energía que usa el país para funcionar.

¿Cuál fue la salida que les informó Caputo a las empresas que le reclamaban unos US$2 mil millones que no cobraron en el arranque de año y gracias a lo cual el Gobierno exhibió equilibrio fiscal? Un bono, es decir, nueva deuda, con vencimiento en 2038. Eso sí, con una quita del 50% que el Palacio de Hacienda aspira a que se compense con una mejora en los precios de los títulos que está ofreciendo.

El equipo económico puede argumentar que está haciendo frente a una herencia muy complicada y que mostrar orden de las cuentas públicas es lo que está permitiendo bajar el riesgo país, contener el dólar y en definitiva haber evitado hasta ahora una hiperinflación.

Pero también es cierto que, como cuentan todos los que conocen a “Toto”, el popular apodo del ministro, dada su experiencia como trader en grandes bancos de Wall Street la primera salida de Caputo siempre es la búsqueda de solucionar los problemas apelando a creativos instrumentos financieros.

Es lo que se observa también cuando se mira el Banco Central, que por primera vez en su historia emitió, bajo la presidencia de Santiago Bausilli, socio histórico de Caputo, deuda denominada en dólares estadounidenses.

Allí, la administración actual se encontró con un problema que le dejó el paso de Sergio Massa por Economía. Importaciones que se habían aprobado a empresas a las que nunca se les dieron los dólares que les correspondía para pagarlas.

La salida que encontró el tándem Caputo-Bausili, con la participación de otro hombre de recorrido en la banca internacional como el director del BCRA Alejandro Lew fue crear el Bono para la Reconstrucción Argentina Libre, el Bopreal, porque acá nunca le escatimamos a los nombres de los papeles de deuda.

Lo cierto es que, cinco meses después, sobre promesas incumplidas de pago de importaciones que dejó el Frente de Todos por US$43 mil millones, el gobierno de Milei ya emitió unos US$8 mil millones de deuda en dólares con vencimiento en 2027.

A todo esto, desde la devaluación del peso en diciembre, uno de los logros que ha mostrado Milei es la acumulación de reservas por más de US$ 10 mil millones, una cifra que fue posible en buena medida porque no se están pagando al día las importaciones que hoy se autorizan, ya que entran en un cronograma de acceso a los dólares para los meses siguientes.

En el primer trimestre, esa deuda nueva con importadores suma otros US$7500 millones, aunque, como marca el economista Salvador Vittelli en su cuenta de X, es cierto que está mejorando el ratio de pago de importaciones cada mes. En diciembre se habían pagado solo el 21% de las compras al exterior, y el mes pasado se pagó el 61%.

La “mejora del balance del Banco Central”, en tanto, es otro de los ejes habituales en los que hace hincapié el Presidente en sus apariciones públicas cada vez más histriónicas, coloridas, desconcertantes.

Allí, después de una campaña entera advirtiendo por el riesgo nuclear de la “bomba de las Leliqs”, una deuda en pesos generada por el propio BCRA para sacar plata de la calle pagando cada vez más intereses todo el tiempo, ese problema “desapareció”.

¿Qué pasó? El Gobierno básicamente aprovechó que mantuvo el cepo -las restricciones a la libre compra de dólares, carajo- y obligó a los bancos a prestarle plata directamente al Estado, al no poder endeudarse más con el Central. ¿Y por qué lo aceptaron las entidades financieras? Porque la nueva deuda que emite Caputo desde el Tesoro viene en buena medida con un reaseguro imposible de rechazar.

Se trata de los llamados “puts”, como es la denominación financiera de un “seguro” que el Estado le da a sus acreedores para que, cuando quieran y ante cualquier circunstancia luego de prestarle dinero al Tesoro, se presenten ante el Banco Central y exijan que le paguen todo.

Según cálculos de la consultora EcoGo, Caputo ya generó deuda en pesos por el equivalente a US$ 48 mil millones, de la que la mitad viene con ese gatillo posible, una especie de “botón rojo” que pende sobre la estrategia oficial, que bien podría definirse como un modelo “hijo del put”.

“¿Te acordás cuando los economistas de Juntos por el Cambio avisaban que Alberto Fernández estaba dejando una bomba de deuda en pesos?”, reflexiona un analista que prefiere el anonimato pero marca la distinta vara para mirar la fiesta de endeudamiento actual, que además, tiene una advertencia extra.

El equipo económico está llevando adelante una agresiva baja de tasas de interés, apostando a que la inflación igual baja y el dólar se puede mantener con una suba mucho menor al promedio del resto de los precios de la economía. ¿Qué puede pasar si llegado el caso hay que salir a renegociar esta deuda y ofrecer una tasa de interés más alta? ¿Cuánto mayor sería el peso de esas acreencias?

“Están todos festejando el superávit fiscal y la popularidad del Presidente, pero no hay nadie haciendo cuentas sobre la sostenibilidad de la deuda”, apunta otro economista que recientemente estuvo en encuentros con el Fondo Monetario Internacional.

El FMI, a todo esto, es otra posible fuente de nueva deuda para la gestión Caputo cuando se piensa hacia fin de año y principios de 2025. Si Milei venía diciendo que “con US$ 15 mil millones abro el cepo”, esta semana un like del ministro a un posteo del economista Pablo Guidotti que decía que el ajuste fiscal de la Argentina era tan grande que el organismo multilateral debía pensar en darle un apoyo extra confirmó la búsqueda que se viene.

Luis Caputo junto a la titular del FMI, Kristalina Georgieva

De hecho, en el mercado creen por otro lado que si se profundiza la baja del riesgo país, una medición de cuánto le saldría al país volver a pedir plata en los fondos y bancos de inversión internacionales, el año que viene el Gobierno estaría en condiciones de hacer “manejo de pasivos”, es decir, de salir a como mínimo refinanciar vencimientos de deuda que hay por unos US$ 9500 millones.

La deuda, hay que aclarar, no es ni buena ni mala en sí misma. Lo sabe una familia, una empresa o un Estado. Lo relevante es si forma parte de una estrategia de corto, mediano o largo plazo en el desarrollo de una persona, de una compañía o de un país.

Después de haber escuchado tanto elogiar el desendeudamiento por sí solo, bien vale explicar que alguien que vive abajo de un puente no tiene deudas, pero vive peor que alguien con un crédito para pagar una casa, claramente.

Lo que es más relevante es si el destino que se le va a dar a un crédito tiene sentido y si los cálculos que se asumen para tomar la decisión de pedir prestado no sólo contemplan el alivio inmediato que genera que te den la guita sino los costos futuros del esfuerzo para pagar.

Una obviedad, pero que -vista la historia y el presente- nunca es tan obvia.

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