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Columnistas

El eterno retorno de Néstor, detrás del fallo por YPF

fallo ypf

“Estamos ante una nueva ofensiva buitre. La derecha quiere volver a privatizar YPF.” El posteo de ayer del gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, respondió al fallo de los tribunales de Nueva York en favor de los reclamos de una compensación a accionistas por la expropiación de la petrolera que él había llevado a cabo cuando era Secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo de la Nación, en 2012.

La definición de la jueza Loretta Preska que se conoció el viernes empieza a resolver una larga historia, en la que apenas el litigio sostenido por el fondo de inversión Burford Capital LLC es una capa muy superficial.

Como dice Kicillof, se podría enfatizar en que dado los recursos naturales que se pasó a explotar tras sacar del medio a Repsol se justifica la intervención más allá de que se haya hecho bien, mal o regular o con errores que hubieran costado lo que costaron. 

Defensa propia. El hoy gobernador posteó que el fallo fue una avanzada buitre de la derecha que quiere reprivatizar la petrolera.

Por otro lado, si uno se pusiera muy conspiranoico podría comprar la idea de que los buitres y la derecha están en contra de que el país alcance su soberanía y por eso llegó esta decisión. Es algo que ni las espadas técnicas de la defensa argentina toman con seriedad, pero ponele que entrás en modo Rachid y te surge.

Al mismo tiempo, se puede resaltar como lo hacen hasta en La Cámpora en reserva que el fallo está mal pero no tan mal, porque laudó contra el país pero dejó afuera del planteo a la mismísima sociedad anónima YPF, una salvedad clave porque se trata de la compañía con activos más apetecibles en caso de embargo.

Estratégico. El kirchnerismo considera que cualquier costo que haya salido la recuperación de YPF está justificado por los recursos en el yacimiento de Vaca Muerta.

Y claro, también la definición puede gatillar mensajes de campaña desde la oposición directamente contra la decisión de expropiar la empresa. Patricia Bullrich recordó ayer en Twitter que ella votó en contra de la medida cuando se aprobó en el Congreso. No es extraña la postura de una fuerza política que cuando gobernó potenció con subsidios más las inversiones del grupo Techint que de la propia empresa pública en Vaca Muerta, el yacimiento no convencional que promete un salto exportador para el país en materia de gas y petróleo.

Modelo Petersen

Ahora, cuando se raspa un poquito más sobre cómo se llegó a que existan actores con este derecho a pelear judicialmente durante años contra el país y poder exigir un pago que podría ir desde US$ 8 mil millones hasta US$ 15 mil millones con intereses, se encuentra rápidamente la huella de las malas decisiones en materia energética que se tomaron en la primera mitad del kirchnerismo. Y tienen el sello de su padre fundador, Néstor Kirchner.

Es todo un episodio que nunca aparece en la retórica del cristinismo sobre la empresa. Ayer Kicillof de hecho escribió que la recuperación de YPF fue una muestra de “coraje” de la hoy vicepresidenta. Y puede ser.

Ella y su difunto marido impulsaron el ingreso del Grupo Petersen de la familia Eskenazi, muy cercana a su familia, al paquete accionario de lo que entonces era Repsol-YPF casi sin poner plata.

Pero ¿qué habrá sido lo que hicieron antes, cuando en su gobierno ella y su difunto marido impulsaron el ingreso del Grupo Petersen de la familia Eskenazi, muy cercana a su familia, al paquete accionario de lo que entonces era Repsol-YPF casi sin poner plata

Fue una estrategia que, como se aprecia al repasarla, también podría llevar la calificación de buitre. Lo escribí en este mismo panorama el año pasado cuando Cristina festejó los 100 años de YPF y justo se olvidó esta parte, crucial porque explica la desinversión por la cual se termina decidiendo la expropiación. Lo repito ahora porque tiene todo que ver con la previa del fallo. Y porque me suma párrafos en una nota de fin de semana, digamos todo.

El 23 de febrero de 2008 se aprobaba el acuerdo entre Repsol y el nuevo accionista que establecía un reparto de dividendos por hasta el 90% de las utilidades. 

Con esos fondos que cobraría por ser dueño de una parte de la empresa pagaría los créditos que pidió para comprar el 25% de las acciones. Espectacular. Todo con el ok del poder de entonces: Kirchner. Una cosa nunca vista. Fue presentado como la “argentinización”, en referencia al ingreso de capitales nacionales como socios de los españoles. Genios.

Definir el nivel de dividendos que se reparte en una petrolera es un tema muy delicado porque si de las utilidades que se generan mandás mucho al bolsillo de los accionistas, podés provocar que caiga la inversión, y sin inversión hay menos producción y también menos búsqueda de nuevos yacimientos, es decir, potencialmente menos reservas bajo el suelo. Por eso, es llamativo que el reparto de dividendos desde la entrada de los Eskenazi nunca fuera objetado por el director en representación del Estado. 

En 2007, las utilidades fueron $4086 millones, y se pagaron dividendos por 2360 millones, es decir que se distribuyó entre los accionistas un 57% del total. En 2008, la magia absoluta, se distribuyeron dividendos por tres veces las utilidades, metiéndole a full al reparto de lo que se había acumulado antes en las reservas contables: se giraron $9287 millones, el 255% de las ganancias.

En 2009, otra vez se distribuyó por el equivalente a 140% de las utilidades. En 2010, contra utilidades de $5790 millones, se pagó a los accionistas, entre ellos siempre el Grupo Petersen, $4444 millones, el 76% del total.

Los datos fueron recopilados de fuentes oficiales por el ex secretario de Energía, Alieto Guadagni, en un trabajo que presentó en 2011, el último año antes de la expropiación. Allí subraya que a nivel mundial, las petroleras reparten en dividendos un promedio del 26% de las utilidades. Y para ser más específico, por caso, ejemplifica que Petrobras giró el 41% en 2008, el 32% en 2009 y el 46% en 2010. El cálculo es que entre 2008 y 2011 las reservas de YPF cayeron por el equivalente a US$ 14 mil millones.

Final feliz

Los Eskenazi hoy mantienen un perfil muy bajo. Enrique fue llevado como testigo al juicio por el estudio Sullivan & Cromwell que defiende al país y su declaración por ahora es secreta. Su hijo Sebastián también elige poca exposición aunque a veces se deja ver con una gorrita negra en recitales como el de Imagine Dragons, donde los oriundos de Las Vegas cantaron Thunder y Demons. 

En su momento, canalizaron todo ese negocio redondo a través de firmas con sede en España y Australia. Porque así es el mundo de las mamushkas corporativas de lo opaco. Crearon Petersen Energía y Petersen Inversora. Además, como los préstamos con los que habían hecho la operación tenían como garantía las propias acciones, cuando se produjo la expropiación allá por 2012 y dejaron de haber dividendos para el pago, dejaron de cumplir con sus obligaciones. Los bancos se quedaron con los títulos. Los sellos de goma del Grupo Petersen del exterior quebraron. 

Ahí quedaron boyando los derechos para hacerle juicio al país y a la propia petrolera para reclamar que cuando el Estado se quedó con la empresa no le ofreció comprar las acciones a todos los que no eran Repsol. El fondo Burford, una deriva hermosa del capitalismo de rapiña que se dedica a ganar plata haciendo juicios por el mundo, los compró por 15 millones de dólares, una ganga viendo lo que nos piden ahora.

En concreto, la justicia estadounidense concluyó que la Argentina violó los artículos 7 y 28 del estatuto de la petrolera cuando se quedó con las acciones de la empresa española, porque debería haber ofrecido comprar también las acciones de la firma que cotizaban en Estados Unidos, y que estaban en manos de Petersen y también de otros fondos, como Eton Park, que también litigó en este juicio. De hecho la carátula judicial es Petersen y Eton Park contra la República Argentina e YPF S. A.

El fallo del viernes fue dividido porque finalmente no afecta a YPF, pero en el fondo de la cuestión es contra el estado argentino porque habilita una compensación para los demandantes que aún no fue estimada pero podría ser un dolor de cabeza millonario en un país escaso de dólares. Por apelaciones y cálculos definitivos, “no se esperan pagos” hasta 2024, estimó el periodista que sigue el caso, Sebastián Maril.

Lo loco es que del resarcimiento que haya que pagar, un 70% irá para Burford y un 30% para la quiebra de las viejas compañías de Petersen en España. Pero los letrados que siguen el caso no descartan que si hubiera un desembolso lo suficientemente grande, hasta podría haber una retribución como accionistas residuales para los propios miembros de la familia Eskenazi, algo que desde su entorno niegan rotundamente.

Hablame de paradojas: por la expropiación que se llevó a cabo durante la gestión de Cristina se podría terminar teniendo que garpar una fortuna a fondos que son buitres -sí- pero que compraron los derechos para litigar que tenían unos tipos que entraron en la compañía sin poner un mango y gracias al puente que les había hecho Néstor, un pasado que como nostalgia de los que lo quieren y bronca de los que no, siempre vuelve.

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