La foto de Juan Nápoli, banquero y candidato a senador libertario por la provincia de Buenos Aires, veraneando esta semana en Panamá con el desarrollador inmobiliario Rodrigo Fernández Prieto disparó el comentario de otro empresario: “Los de La Libertad Avanza están tan seguros de que ganan que pueden hacer lo que se les cante y nadie dice nada”.
El pope del Banco de Valores que venía de ser uno de los dos enviados por Javier Milei a Nueva York para hablar con financistas en la casa del ex HSBC Gerardo “Gerry” Matos” no dudó en tomarse un descanso, total “no le debe nada a nadie”, como explican los que lo conocen.
La misma impunidad se puede apreciar en los posicionamientos de Milei. Si sacó 30 puntos después de hablar de que estaría de acuerdo con discutir si es correcto vender niños, órganos o portar armas, ¿por qué pagaría algún costo ahora por votar con el peronismo la propuesta de su competidor y aliado Sergio Massa de eliminar el Impuesto a las Ganancias para casi todos los trabajadores en relación de dependencia?
Más allá de que tanto Mauricio Macri como su discípula Patricia Bullrich hayan hablado del pacto Massa-Milei, el que mejor subrayó las contradicciones fue el profesor argentino en el MIT, Iván Werning, que no quiere pero se tienta con el debate político: “Con la ley de alquileres había que ir "a todo o nada" y por eso LLA no votó con Juntos por el Cambio para al menos reducir su alcance... pero con este impuesto había que sacarlo ya porque "siempre es bueno reducir impuestos" y está bien votar un cambio parcial”. Y completó: “Cierta coherencia hay en ambos casos votando con los K y Massa”.
Habrá que ver si todo le sale gratis en términos electorales a medida de que va explicitando algunas medidas que tiene en gateras, más allá de que haya confirmado a Emilio Ocampo, el adalid de la dolarización, para ir al Banco Central y cerrarlo.
Su asesor en temas energéticos, Eduardo Rodríguez Chirillo, expuso el martes en el Club del Petróleo ante los magnates del sector y adelantó sin rodeos en una de sus diapositivas: “Hay que reorganizar las unidades de negocio de YPF, ponerlas en valor y diseñar su forma de privatización”.
Darío Epstein, en tanto, que había acompañado a Napoli a Estados Unidos, no pisó la playa. En cambio, disertó en un seminario del fondo de inversión MegaQM, donde dejó el concepto de “privatizar todo lo que se pueda” y detalló que el recorte fiscal será tan fuerte que hasta se revisarán los certificados de discapacidad por los que hay gente que cobra “275 mil pesos por mes”. “Hay 1,2 millones de discapacitados y acá no hubo una guerra, no hubo Vietnam, y cuando asumió Néstor Kirchner había solo 80 mil”, explicó.
Ni siquiera pareciera sufrir la imagen de Milei por el acercamiento abierto a Luis Barrionuevo, tal vez la figura que más represente un sindicalismo repudiado tanto por la izquierda de base que lo considera “burocracia” como por la derecha que le dice “mafia”. Pero tampoco nadie puede sorprenderse. La CGT fue un aliado clave del gobierno de Carlos Menem, como recuerda el muy recomendable libro “La Fortaleza”, de Luis Campos, que recorre la relación de fuerzas entre los gremios y el Estado.
La flexibilización laboral de los noventa se aceleró “luego de la firma del Acuerdo marco entre la CGT y las cámaras patronales”, dice Campos, que recuerda que se prohibieron los aumentos salariales por encima de la productividad. Los casos testigo fueron la metalurgia, la alimentación, y la rama química y petroquímica. Tal vez algo de eso empezó a volver mientras en el acto que forjó Barrionuevo en Parque Norte, el predio del Sindicato de Empleados de Comercio, se cantaba “la casta tiene miedo”.
Por lo demás, Nápoli es una figura que también alimenta las suspicacias de los puentes de Milei con Massa. Amigo del fallecido Jorge Brito padre, fundador del Macro, hoy asesora a su hijo homónimo en la presidencia de River Plate, club del que no se pierde ni un partido ni la inauguración del coqueto restaurante que se inauguró recientemente en la tribuna Centenario.
“Se quieren matar”
El ascenso en apariencia indetenible de Milei tiene como principal víctima a JxC, que no consigue hacer pie en una campaña en la que, a diferencia de sus competidores, tiene que diferenciarse a dos bandas. Habla de “terminar con el kirchnerismo como respuesta a todo” por un lado, pero tiene que aclarar que lo hará “sin dar un salto al vacío”.
“Si fuera primera en las encuestas esto explota”, decía un empresario turístico el miércoles en el encuentro del Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (Cicyp), donde apenas 242 personas pagaron el cubierto para escuchar a Patricia Bullrich en una sala del Hotel Sheraton de Retiro, mucho más chica que el habitual salón donde ese sello recibe a sus invitados en el Alvear. A fines de junio, por ejemplo, Milei había reunido más de 300 comensales.
El paso de Bullrich por ese casting del círculo rojo dejó algunas postales del desconcierto macrista. Fue muy raro que la agasajada llegara una hora más tarde de lo que estaba planeado. Después, era gracioso cómo no le encontraban un lugar a su pareja Guillermo Yanco, que iba de acá para allá como quien se pierde haciendo un trámite. Que la mesa 9, que la mesa 3, que la principal. Hasta que lo sentaron.
El motivo de la tardanza muestra tal vez una falta de coordinación que sea más que un detalle. A esa hora, se habían organizado tres eventos del mismo espacio en simultáneo. El Grupo Neuss había organizado una recepción para el candidato a gobernador Néstor Grindetti en el Yacht Club de Puerto Madero y la Fundación Mediterránea había hecho otro encuentro con su presidente y flamante jefe económico de Bullrich, Carlos Melconian.
Más allá de todo, Melconian llegó con la candidata al Sheraton y al final subió al estrado para las preguntas y respuestas, antes de que uno de los anfitriones, nada menos que Eduardo Eurnekian, alzara las copas para brindar, con una sorpresa incluida.
El capo de Corporación América, donde trabajó Milei y buena parte de su posible gabinete, bendijo a Bullrich y la elogió con tanta fuerza como puso en distanciarse de Milei en declaraciones a Clarín y La Nación con eso de que “no estamos para “otro dictador”. Viniendo del tipo que maneja más de 30 aeropuertos, le calza justo lo de “operativo despegue” respecto del presidenciable de pelos revueltos. “Su discurso -le dijo a la candidata antes de despedirla- nos ha llenado de esperanza, es diferente del resto”.
Uno de los principales ejecutivos allí presentes resumió el clima que domina al entorno de la mujer que alterna recorridas en la “Patoneta” con saludos en redes sociales: “Es como que se quieren matar, porque ahora tendrían un montón de gobernadores, más legisladores en el Congreso y daría la impresión de que con Melconian aprendieron de los errores de Macri, pero da la impresión de que no llegan al balotaje”. La esperanza de la jefa del PRO radica que todo se basa en las mismas encuestas que supieron hablar de que Milei se pinchaba.
“Peor sería perder”
El que increíblemente siente todo lo contrario es Massa, el ambicioso workaholic sin escrúpulos que ocupa el Ministerio de Economía y con días de 25 horas no para de meter actos y anuncios que básicamente ponen plata en bolsillos, ya sea de trabajadores o empresarios, con aumentos, bonos y bajas de impuestos.
Algunos colegas del gabinete le sugieren “menos cantidad y más contundencia de actos”, pero ni los oye. Vive arriba de un avión, de su camioneta, en un acto, o en un medio de comunicación. No importa quién paga nada. Ni la movilidad, ni las consecuencias de una política económica que juega con fuego.
Hasta el viernes, la consultora Equilibra de Martín Rappetti y Diego Bossio calculaba en $2,3 billones de pesos el paquete de medidas lanzado desde las primarias, algo así como 1,3% del PBI.
Es una carrera contra el tiempo. ¿Llegará una inyección de pesos a cambiar el ánimo de algún votante antes de que un salto en el dólar o la inflación limen el poder de compra de esos papeles?
Es el límite que tiene un país que se está quedando sin moneda. Podés poner más billetes en políticas más o menos justas, pero es pan para hoy y hambre para mañana. La CTA Autónoma calculó que uno de los planes sociales más masivos, como el Potenciar Trabajo, compraba en agosto 7 kilos menos de pan que en diciembre pasado, 46 kilos menos de arroz y 11 kilos menos de carne picada común.
Todo ocurre mientras aparece cada vez más frecuente la palabra “hiperinflación”. La generación que nunca había visto campeona del mundo a la Selección de fútbol tiene, por edad, la palabra “crisis” asociada al 2001: recesión, estallido, desempleo y pobreza, después de una década de precios estables.
Después de Néstor Kirchner, la inflación fue volviendo y creciendo con Cristina Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández. Se fue naturalizando. Acostumbrando conciencias. Apareció la inercia. Hasta llegar a niveles como el actual, de situación límite y valores mensuales que no se veían desde 1991.
Pero no está claro que tengamos conciencia de qué es una hiperinflación. Yo tampoco. Es una forma de vida donde los precios se duplican casi por semana. Los incrementos que ahora tenemos por mes, son por día. La gente corre adelante del etiquetador en el supermercado. En una misma comida, la segunda pizza te puede salir más cara que la primera que pediste 1 hora antes. Los sueldos se cobran a diario y se cambian por bienes inmediatamente. Los gobiernos se licúan a la par de la moneda y los ingresos. Se dispara la pobreza. Se toca fondo y con suerte se vuelve a empezar, pero desde mucho más abajo.
El día de la devaluación del 14 de agosto, Emmanuel Alvarez Agis se lo escribió a sus clientes: “Si el Gobierno responde con compensaciones nominales, existe riesgo de hiperinflación”. Pero además, la misma advertencia se repite de cara a lo que puedan hacer los que lleguen el 10 de diciembre. Lo escribió Domingo Cavallo en su blog. Si se levanta el cepo el día uno, vamos a una hiperinflación. Por ahora, con el dólar relativamente controlado y con los gremios alineados, no es un escenario inmediato. Pero a ambos lados de la biblioteca, se nombra como posible efecto de políticas más populares o más promercado. La cornisa asoma ahí.
Todo esto antes incluso de que el secretario de Programación Económica, Gabriel Rubinstein, se soltara con su última invención, el “índice de precios semanal”, en un intento de mostrar que los aumentos están cediendo pero mientras acorta como nunca el horizonte de expectativas, en lo que puede ser un tiro en el pie que pase a la historia.
Lo marcó sin rodeos el economista Leandro Ziccarelli en su podcast Financiero Monetario e Irreverente, donde nunca ocultó que banca al ministro-candidato. El jueves se exasperó: “La falta de profesionalismo es total. No podés sacar un índice así. Es un papelón (...) Rubinstein, le acabás de dar el índice de inflación de alta frecuencia que la gente necesita para indexar los precios semanalmente. Otra cosa más que tachamos en las que no hay que hacer para evitar una hiperinflación”.
Ningún reparo llega de todas maneras al comando de campaña alineado detrás de Massa. Se ceban con tracks diarios del tigrense en los que aparece segundo, a tiro de la segunda vuelta. Les podés decir que bajar Ganancias es regresivo y también riesgoso porque es plata que puede ir al dólar, subir la brecha y generar más inflación. Podés advertir los peligros de poner tanto dinero en la calle en tan poco tiempo, después de una devaluación sin marco y sin comando. La respuesta es política: “Nada será más regresivo ni peligroso que un triunfo de Milei; peor sería perder”.
Por último, ahora que los actos de campaña de Massa, el otrora que aglutinador de los traidores, son difundidos por todos los voceros de La Cámpora, cómo no preguntarse qué hubiera sido del gobierno, de la economía y en definitiva del país si hubieran estado así de alineados detrás de una política, cualquiera fuera, desde el día uno, ¿no?
“Tenés razón”, me responden a la chicana desde la organización que fundó Máximo Kirchner. “¿Te paso el teléfono de Alberto y de Juan Manuel Olmos y les preguntás?”, retrucan. Yo se lo preguntaría a Cristina, les digo. No responden. Bueno, ahora cuando cierro la nota, está por volver a hablar. Tal vez dice algo al respecto.