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Política

El debate sobre la Universidad Pública

Por Sebastián Casaleta |Empresario

En el proyecto profético fundacional que se ha impuesto el actual presidente de la república Javier Gerardo Milei, ha atacado fuertemente el sistema universitario nacional, y ha dicho que las universidades públicas "… se usan para hacer negocios turbios y adoctrinar".

Seguramente lo que tal vez llame su atención es el hecho de darse por enterado del pluralismo académico, es decir, enseñar que en el ámbito de las ciencias sociales, lo que incluye a la ciencia económica, hay una multitud de teorías sobre una multitud de temas y casi nunca hay un consenso único.  En su temeraria concepción de la realidad, para la actual presidente, o sea está de acuerdo con él, o se es un adoctrinador.

Pero además de este problema metodológico y epistemológico que el libertario niega o ignora, el ataque a la universidad pública es el ataque a una de las instituciones centrales en la conformación social de la Argentina, una universidad gratuita y de calidad que provee de formación profesional académica a una multitud de familias que no podrían costear con sus ingresos, ha sido y es una de las herramientas más importantes de la movilidad social ascendente en la Argentina.

Y esto lleva sus raíces hasta la Reforma Universitaria de 1918, allí se exigió el autogobierno de la universidad, la libertad de cátedra y el libre acceso sin inconvenientes de orden económico. Y en la sociedad argentina esto es un bien asumido de manera incondicional, una educación que en sus tres niveles sea gratuita y de calidad es un medio central que ha conformado nuestra sociedad y los anhelos de la gente.

Indudablemente esta educación es un servicio público esencial al estado, y así la Argentina se ha conformado como sociedad, y en parte las diferencias entre nuestro sistema universitario y el de otros países como los de origen anglosajón en donde la universidad pública es arancelada y elitista.

Nuestro sistema universitario nacional ha producido, según indicadores internacionales, una ciencia y tecnología de excelencia que nadie puede discutir, y lo ha hecho con presupuestos mínimos, dicho en criollo lo ha hecho a pulmón, fundado no solo en el magro sueldo que cobra un investigador o profesor universitario sino en una vocación irrestricta fundada en los presupuestos de la Reforma Universitaria.

Y esto es la voz que ha expresado el pueblo al unirse en asamblea espontánea, el día 23 de abril respondiendo a esas críticas infundadas, y hasta maliciosas de las nuevas autoridades nacionales que, con un con total desconocimiento de causa, hacen juicios temerarios. No solo concurrieron profesionales egresados, que así manifestaron su agradecimiento a la educación recibida, sino decena de miles de jóvenes de los colegios secundarios, muchos de ellos votantes del actual gobierno, que ven su futuro de movilidad social y de ascenso profesional cuestionado o puesto en tela de juicio sin ningún fundamento.

La existencia de algunos problemas judiciales en torno a fondos extra presupuestarios en algunas universidades nacionales, no permite decir que el uso de los fondos presupuestarios está viciado o sospechado de malicia. Nuestras universidades son las más baratas del mundo en términos del gasto presupuestario y esto se debe a la vocación de trabajo y de aprendizaje de sus profesionales, sus investigadores, sus empleados no docentes y sus alumnos.

En sintonía, las autoridades nacionales tienen un profundo desconocimiento del régimen legal universitario: La ley 24.521, Título IV, Artículo 29 dice explícitamente Las instituciones universitarias tendrán autonomía académica institucional..." y el Inciso C señala " administrar sus bienes y recursos, conforme sus estatutos..."; en caso se excepción el Artículo 30 afirma "Las instituciones universitarias nacionales solo pueden ser intervenidas por el Honorable Congreso de la Nación... La intervención nunca podrá menoscabar la autonomía académica".

La Ley Universitaria nacional pone un límite muy estricto a las intervenciones del Poder Ejecutivo, y esta autonomía e independencia académica es un valor absolutamente central en la sociedad. Confundir el pluralismo de ideas, el debate abierto y la diversidad de opiniones- siempre con el rigor científico que la universidad provee- es una grosera simplificación, y es la exhibición de un pensamiento unitario y cerrado que sí tiene el germen del adoctrinamiento como parece suceder en todas las tribunas en donde el primer magistrado intenta convencernos de su nebuloso camino al paraíso.