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"Nadie entra al sistema de Justicia Penal porque esté aburrida": la compleja experiencia de las víctimas de violencia machista

Justicia (Violencia machista)

En palabras de Malena Derdoy, su directora, la Dirección General de Acompañamiento, Orientación y Protección a las Víctimas (DOVIC) se encarga de acompañar a las personas que padecieron algún tipo de violencia de género, abuso sexual en la infancia, trata de personas o violencia policial. Sus profesionales se dedican, en concreto, a atravesar junto con las afectadas todo el proceso penal, “desde el momento de la denuncia y hasta el momento de la ejecución de la pena” manteniéndolas informadas y brindándoles asistencia.

La DOVIC trabaja solamente con un recorte de las víctimas de delitos, las cuales llegan por sus propios medios o por derivación de las fiscalías, y su acción se circunscribe únicamente a la Ciudad de Buenos Aires. Como se encargó de recalcar Derdoy en diálogo con este medio, las cifras de la Dirección no surgen de analizar la totalidad de los crímenes de este tipo a nivel nacional.

Sin embargo, sus números son el eco en lo que pasa a nivel país: los agresores en los delitos que implican violencia sexual y de género pertenecen en su amplia mayoría al entorno de la víctima, es decir que mayormente son sus propias parejas o ex parejas, o sus propios familiares y convivientes. A esto se suma que la amplia mayoría de las que padecen esta clase de violencias son mujeres, dato que no suena nuevo en absoluto.

El último informe estadístico de DOVIC, correspondiente al período diciembre de 2020 - noviembre de 2021, ilustra la situación con números: las mujeres adultas, de entre 26 y 60 años, son las más entre las personas que recibieron acompañamiento en ese lapso de tiempo. La cuestión del sexo atraviesa a todos los delitos de este tipo: un 83,6% de las víctimas menores de edad fueron mujeres, cifra que asciende al 93,8% en el grupo adulto.

En este sentido, las cifras que sí son representativas de la violencia contra las mujeres a nivel nacional muestran tendencias similares. Según el informe estadístico de violencia sexual entre 2016 y 2021 de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM), el 90% de las víctimas de violencia sexual fueron mujeres, mientras que el 90% de los agresores fueron varones.

Dejando de lado un momento a las víctimas para poner el foco sobre los agresores, del informe surge que casi un 80% de ellos tenía algún tipo de vínculo con la mujer a la que violentaron. La relación principal es la de pareja/expareja (25,8%) seguida de padre/padrastro (13,6%). Yendo directamente al delito de femicidio a nivel nacional, lo mismo indican observatorios no gubernamentales como Mumalá y Ahora que Sí Nos Ven.

Captura del Informe Estadístico 2020-2021 - DOVIC.

Tampoco escapa de esta tendencia el delito de trata de personas, lo que es especialmente interesante teniendo en cuenta la fuerte presencia en el imaginario popular del mito de la Traffic blanca y el secuestro repentino por parte de un desconocido. “En general es una persona del barrio o el primo, o el hermano, o un pariente, un conocido o una amiga”, explica a este respecto Malena Derdoy.

Tanto el vínculo con el agresor como la naturalización de la violencia, la vulnerabilidad de las víctimas, los tiempos y la falta de credibilidad hacia ellas (en general y en la Justicia en particular) se conjugan en una composición que cuanto menos demuestra que nadie emprende un proceso penal “porque está aburrida”. En conversación con Diario Con Vos, Malena Derdoy explicó las complejidades que quedan a la vista a lo largo de las causas.

Las dificultades de atravesar un proceso judicial

Una vez que una mujer llega a la Justicia a raíz de haber sufrido algún tipo de violencia (ya sea lo que se conoce como violencia de género, abusos sexuales o explotación sexual), se puede decir que lo peor ya pasó, pero muchas de ellas señalan que el camino que se abre con la investigación del delito es, cuanto menos, complejo. 

“¿Cuál es uno de los grandes problemas en materia de justicia y víctimas?”, pregunta Malena Derdoy dando pie a su propia respuesta: “Es el desenganche que se registra entre el momento de la denuncia y la instancia de juicio o de la solución alternativa al conflicto. Lo que pasa en esos tres, cuatro, cinco años, ese tiempo, esa distancia, esa no vinculación de la víctima con el proceso -y que muchas veces el servicio penal no aloje los intereses las necesidades de las víctimas- hacen que se intensifique ese desacople y que la víctima pierda interés en el seguimiento del caso”. 

En los casos de las víctimas de trata, puede pasar también que en ese lapso sean nuevamente captadas por redes de explotación. También puede pasar que no quieran saber nada con el tema, “porque el hecho traumático fue tan grave que hace que no quieran tomar contacto de nuevo con nada que historizando le actualice esa vivencia”.

  • ¿A qué se debe la longitud en los tiempos hasta el juicio?

Los tiempos de la justicia a veces necesitan ese tiempo en materia de investigación, porque hay material probatorio que requiere un tiempo, porque hay análisis de pruebas que requiere un tiempo, hay testigos que no se encuentran. También hay que empezar a poner en agenda que las víctimas necesitan tiempo para procesar, analizar, poder decantar todo lo que han transitado. 

  • ¿Cuáles son las formas de posible revictimización en un proceso judicial?

Hay una banalización del uso de esa palabra: se cree que no revictimizar es no preguntarle más. No, bueno, hay víctimas que tardaron mucho tiempo en poder denunciar, en poder decir lo que estuvieron padeciendo ante otros, ni que hablar si esos otros están en el ámbito formal como es la justicia.Quizás esa persona siente que están haciendo algo por ella, que alguien se está ocupando de su tema.

Revictimizar es preguntar lo que ya tenés, no preguntar sobre lo que ya tenés: ‘¿Usted dijo tal cosa, se acuerda si pasó algo más?’. No le hacés repetir lo que ella dijo, le preguntás lo que ya dijo. El problema no es preguntar, es cómo preguntar, el problema no es qué se dice sino cómo se dice.

  • Desde el feminismo se habla de la persistencia de una mirada misógina en los procesos judiciales, ¿ustedes la perciben?

Sí, pero en estos casi 10 años de DOVIC puedo decir que vemos cada vez menos y cuando pasan son señalados. Estoy hablando de los casos flagrantes. Lo que todavía persiste son las micro miradas machistas, que son las más difíciles de pulir, de desterrar. Se ven más en un trato frecuente o en términos más estructurales de no creerles a las víctimas.

  • ¿Y ese no creerles repercute después en cómo caratulan una causa o en la resolución a la que puedan llegar, por ejemplo, los jueces?

Más o menos, igual yo estoy hablando de Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quiero resaltar esto, porque abrís un poco el juego en términos jurisdiccionales y hay realidades más complejas. Creo que están mejor algunas cosas y otras siguen igual de mal.

  • ¿Y cuáles serían esas que siguen igual de mal?

La no credibilidad de la víctima sería el eje central. Como si alguien tuviera ganas de meterse en el sistema de justicia penal porque está aburrida. Cualquier persona que ve un sistema de justicia penal de adentro sabe que nadie entra voluntariamente ahí, es porque no queda otra.

La trata de personas y la dificultad para reconocerse como víctima de violencia

  • Yendo a la trata de personas ¿Es fácil acompañar a una víctima de este delito?

Hay una característica muy propia de las víctimas de trata (aunque no todas, no siempre) que es que en general no son las propias víctimas las que hacen la denuncia, son terceros. Entonces esto es el primer indicador de lo que pasa después, que es que no se identifican como víctimas. Estoy hablando de los casos más complejos. 

En explotación laboral también está muy naturalizado. ‘Pero cómo, si yo siempre trabajé así, si mis papás toda la vida hicieron eso y yo los acompañé de chico, ¿qué está mal?’. Ese proceso de desnaturalización se hace a partir de un acompañamiento en materia de derechos laborales para los trabajadores ‘golondrina’, por ejemplo, que están absolutamente naturalizados hasta con un nombre amable. 

Y después también en materia de trata sexual hay situaciones en donde muchas víctimas dicen ‘yo estaba acá porque quería, a mí nadie me obliga’, y plantean el libre ejercicio de la prostitución, que no significa que no exista y no pase y no se dé, pero en casos donde hay causas de criminalidad compleja en donde hay mucho dinero circulando y ese dinero es como se dice vulgarmente registrado en negro y a costa del cuerpo de otras, bueno.

(Esto también sucede en) los famosos mal llamados casos de secta. Cuando se encuentra una situación en donde las voluntades han estado condicionadas en todos los órdenes de la vida, el laboral, el sexual, el familiar, el económico, es tal el esquema de vida que se arma alrededor de este sistema que tampoco se identifican como víctimas, ni que hablar cuando estamos hablando de organizaciones vinculadas con el tema de la fe, ahí es más complejo todavía.

  • A pesar de todo, ¿ustedes entienden que la víctima lo es porque hubo intervención de terceros?

Exactamente, lo que no hacemos es ir contra la voluntad de esa persona, si dice no me llames nunca más por supuesto se deja un teléfono, se trata de explicar y quedamos a disposición para cuando lo crea oportuno. A veces pasa que después de un tiempo, después de hablar con otras personas que están atravesando la misma situación, o después de alguna noticia mediática se comunican. Y hay otros casos en que no se comunican más.

  • En lo vinculado a la explotación sexual se suele señalar una relación del fenómeno con el término interseccionalidad, que alude a la conjunción de violencias. ¿Ven otros tipos de violencia en juego en este tipo de delito?

Todas. La interseccionalidad y la interdisciplina son dos palabras que nos definen en nuestras intervenciones. La interdisciplina desde el abordaje profesional y la interseccionalidad desde la mirada que se da a las problemáticas que acompañamos y con las que trabajamos en todos los programas especiales, así que la respuesta es un sí rotundo. El atravesamiento de varias violencias es notorio. Violencias estructurales y más coyunturales, individuales y sociales, el atravesamiento es absoluto.

  • O sea que perciben vulnerabilidad económica, migración, cosas por el estilo.

Migrante, mujer, analfabeta, vulnerabilidad económica y pareja violenta. Y falta de red.

  • En general, ¿las víctimas tienen redes de contención?

Desde DOVIC trabajamos mucho en las medidas de autocuidado, y una de las primeras es poder salir a contar. En primer lugar, para salir a contar hay que asumirse como tal y tener a quién recurrir, a quién contarle, que otra persona esté al tanto de lo que está pasando. Y ahí cuando se empieza a armar ese entramado la víctima se robustece. Pasa algo del orden de lo vincular y de la red social. De hecho, para el ejercicio de las violencias uno de los pilares es la soledad y el aislamiento, entonces cuando se empieza armar esa red de contención, esa mirada de otro y de otras, no solo de los agentes estatales, empieza a haber un corrimiento notorio para bien. 

  • Su último informe estadístico habla de víctimas que vuelven a ser víctimas del mismo delito, ¿por qué pasa ésto?

De nuevo, hablamos de interseccionalidad. La falta de oportunidades, la falta de salida laboral, alojamiento, la falta de planes de vivienda, todo lo que te puedas imaginar respecto de la interseccionalidad opera directamente para que la víctima vuelva a caer.

  • Desde tu trabajo, ¿qué considerás que haría falta para encaminarnos a erradicar los abusos sexuales, la violencia de género y la explotación sexual?

Creo que la ESI, en todas las escuelas desde el jardín, es fundamental. Tenemos un montón de denuncias de niñas que hablan a partir de la ESI, ya sea porque encuentran espacios de conciencia o porque se dan cuenta de que lo que están padeciendo no es del orden de lo normal.

Después, ya desde el hecho concretado con mujeres adultas, respuestas económicas que contemplen la perspectiva de género y la perspectiva económica. Una mujer que tiene autonomía económica puede tomar muchas más decisiones, gana una parte de su libertad, aunque no toda. Hay mujeres con autonomía económica que no pueden liberarse del perpetrador, también pasa.

Y esto también va vinculado a los esquemas de cuidado, repartir los esquemas de cuidado entre varones y mujeres, y por otro lado tener un Estado presente que garantice espacios maternales de cuidado en los lugares de trabajo de las mujeres es del orden de lo fundamental para que esa mujer pueda progresar laboralmente. Y que no quede determinada la crianza de los niños sin reconocimiento económico alguno y que después cuando surja la violencia no tengan adónde ir.

Entonces, políticas de cuidado y ESI serían las dos grandes respuestas.

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