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Opinión

Barbie y femineidad: Un paseo por su historia y deconstrucción

barbie

Frente al gran éxito de la película Barbie, tan analizada desde lo feminista y tan criticada desde su esquema corporal que logra vender como estereotipo de belleza, también me gustaría y me parece interesante relacionarla con el mensaje de la femineidad: Hablar de ella y su historia, construcción y deconstrucción en épocas de cambios permanentes sobre el género y la identidad, cambios importantísimos para la mujer y sus derechos, en especial para las Mujeres 5.0.

En la película se habla mucho de femineidad como modelo, como un patrón, pero me interesa entender el concepto desde sus inicios como valor, además, para la mujer. El tema de la femineidad, su origen y significado, es muy esclarecedor.

La femineidad es el conjunto de cualidades que, en una cultura particular, está relacionada con los valores, características y comportamientos de una mujer. El tema está en que el concepto de femineidad también se ha desarrollado como "ideal de femineidad", como un patrón o modelo deseable de mujer. Podemos decir que su construcción estaría basada en los estereotipos de la apariencia y del ideal corporal para las mujeres y en los roles asignados a ellas: como el de la maternidad y la heterosexualidad, así como estereotipos sobre el comportamiento y desempeño de la mujer frente a lo social.

La comprensión, la delicadeza, la muestra de afecto, la educación y los cuidados de la descendencia son algunos de estos atributos. De ahí que a lo largo de la historia (y todavía hoy), las mujeres han sufrido una gran presión sociocultural para responder ante los otros con los comportamientos asociados a esos atributos.​ Hablamos de diferentes atributos a la naturaleza femenina como la gentileza, la delicadeza, el refinamiento, la dulzura... pero atención acá: también de la tolerancia y la sumisión.

En la dimensión psicológica, entre la psicología masculina y la psicología femenina se encuentran distintas diferencias. Se espera y se acepta de lo masculino una respuesta agresiva como características de fortaleza, en cambio, en la mujer se espera toda la sumisión posible. No nos olvidemos que si decimos algo fuera de lo común o hacemos algo a los gritos somos unas "locas de atar"... sobre todo, de atar.

La femineidad es propia de cada sociedad como una característica adquirida, la cual se complementa con “el ideal de perfección y comportamientos destinados a ser alcanzados”. Ahí lo peligroso de este concepto, que se lo vea como un fin al cual se debe respetar indefectiblemente para ser una mujer. Quien se anime a ser distinta será “enjuiciada”, mal conceptuada, hasta vista como un ser despreciable, inmoral y fuera de lo permitido.

Igualmente, es posible una transmisión generacional del ideal de femineidad, ya que la misma se ve ajustada a la cultura y sus cambios.​ Este concepto está ajustado a los designios de una cultura “patriarcal”, siendo la femineidad el producto del pensamiento masculino, nos guste o no.

El origen de la femineidad y los cambios en la historia

En la Era Cenozoica, las hembras, por su posición bípeda, desarrollaron una reducción en la pelvis que llevó a períodos de gestación más cortos, con un mayor tiempo dedicado a la crianza del neonato. Así comenzó el inicio al culto de la figura materna.

Tiempo después, en la sociedad sedentaria del Homo sapiens, debido al tipo de trabajo corporal con la tierra y sus beneficios, se desarrollaron modelos sociales que involucraban las tareas sociales del género y edad dentro de la comunidad paleo-agrícola. Atención aquí, ya que la división del trabajo fue determinante en la construcción de roles de género. Normalmente, las mujeres eran asignadas al cuidado del hogar, la procreación, la recolección y otras tareas de bajo impacto.​ Es así como la idea del hogar y su espacio social femenino contribuyó a la noción de la maternidad en el poder social o matriarcado.

En la Antigüedad clásica se conserva la idea de la madre como progenitora y creadora de vida. La adoración solía estar centrada en figuras femeninas. La noción prehistórica de la fertilidad y capacidad materna de la mujer se conservan y se representan como símbolo de la fertilidad de la Tierra. Recordemos que en la visión clásica se le atribuye la belleza, la fertilidad y el amor a las deidades femeninas como AfroditaVenus o Isis.

A partir de la Edad Media y el Renacimiento, la mujer se identificó principalmente con las tareas domésticas, en la vida religiosa, monárquica y en el rol militar. La mujer feudal era devota al matrimonio y a la obediencia masculina, dedicada a las labores domésticas como la cocina, la costura, la artesanía, el cuidado de los hijos y el servir al esposo. Los conventos ofrecieron una alternativa a aquellas mujeres que no deseaban una vida matrimonial y tenían la vocación religiosa.

La mujer comienza a ejercer un papel político en la monarquía como reina y, en algunas ocasiones, es incluida como cuerpo militar por la devoción matrimonial hacia su esposo. También se reintroduce a la operación militar como mujer guerrera o gladiadora en las operaciones militares. Recordemos aquí a Juana de Arco y Tamar de Georgia.

En el siglo XVIII se intenta introducir a la mujer en política como una forma más de igualdad de género, con las reformas fallidas de Olympe de Gouges sobre la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana de 1791. Lamentablemente, la mujer continúa siendo una simple acompañante de la figura masculina en la vida matrimonial y social hasta el siglo XX.

¿Cuándo llega el feminismo? En el siglo XX, planteándose temas fundamentales en relación al concepto de la femineidad que tomaba a la mujer como centro indudable y obligatorio del espacio hogareño, acompañante del hombre en vida matrimonial y asumiendo diferentes estereotipos como la delicadeza, el refinamiento, la sumisión y, en especial, la dependencia total de un hombre.

Trabajosamente, vendrían la libertad laboral y ciertas reformas legales como la libertad de expresión y el sufragio femenino, punto importante de inflexión. Luego, llegarían para ellas momentos, desafíos y actividades sociales, culturales y políticas solo atribuidas a los hombres.

En la década del '20, podríamos hablar de un cambio radical en la femineidad en la era del jazz propiamente dicha. Surge allí una nueva ideología femenina con una mujer sexualmente activa, conocida como flapper, la cual también sostenía relaciones sexuales ocasionales, conducía vehículos, consumía alcohol y tabaco, y usaba ropa ligera, atrevida u obscena.​ La segunda ola del feminismo trajo reformas sobre la libertad sexual, la libertad reproductiva, el divorcio, la equidad laboral y la introducción política de la mujer.

En los '70, la mujer pasa a formar parte del ingreso económico familiar; y en los '90 comienza, en algunos casos, a lograr ingresos mayores a los masculinos, provocando que sean mujeres quienes se dedican al ingreso familiar y llevando a los hombres al trabajo doméstico. La tercera ola del feminismo se caracteriza por buscar reformas sociales enfocadas al movimiento LGBT.

¿A qué conclusión llegamos?

El lento, pero seguro proceso de igualdad de derechos entre hombre y mujeres, iniciado por los movimientos feministas, se relaciona básicamente al trabajo sociocultural alrededor del concepto de femineidad. Por lo tanto, la liberación femenina se planteó en gran medida como un cuestionamiento a la idea misma de feminidad, a la odiosa frase: ​"eso no es algo de mujeres".

Tanto los cuidados hogareños como de los hijos deben ser negociados, y no obligaciones inherentes a las mujeres. Igualmente, y a nivel mundial, sabemos que utilizar la ternura, la comprensión y la empatía son valores de gran importancia humana. ​

Pero más allá de lo cultural, de los cambios sociales, de la historia, de los movimientos sobre la igualdad de género... Todo bien, pero no podemos negar el aspecto de la mujer y sus femineidades tan unidas en la historia, tan valorados en las relaciones humanas por su dulzura, ternura, calidez, amplitud. Aunque los hombres también poseen ciertos aspectos de la femineidad, en la mujer es un diamante que brilla en la oscuridad, es una luz que abre caminos, abraza, contiene y da amor sin medida.

La Barbie también tiene derecho a su femineidad, más allá de su cuerpo estereotipado.

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