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Columnistas

Supervivencia y abusos en la administración de la pobreza

Un revelador libro refuta los prejuicios contra los pobres y confirma los abusos de los punteros que manejan planes sociales en un barrio de Quilmes.

En el medio de una campaña electoral llena de eslóganes vacíos sobre la pobreza y los planes sociales y con la política en modo mirar para otro lado ante la difusión de denuncias de todo tipo de violencia de parte de referentes sociales en todo el país, de golpe apareció un libro de investigación sociológica que deja en offside a todos.

El texto “Cómo hacen los pobres para sobrevivir”, de Javier Auyero y Sofía Servián que publicó este mes la editorial Siglo XXI desmiente los prejuicios más básicos respecto de “los vagos que no trabajan y no quieren mandar sus hijos a la escuela” y al mismo tiempo confirma hasta el horror el reparto discrecional de programas del Estado por parte de intermediarios capaces de quedarse con plata o exigir favores sexuales a cambio.

Así como lo leen.

La portada del nuevo libro de Javier Auyero y Sofía Servián, editado por Siglo Veintiuno

El secreto de semejantes conclusiones está lejos de los estudios de radio y TV en los que nos movemos los periodistas en Palermo. Es un trabajo de campo desarrollado entre 2019 y 2022 con entrevistas a más de 100 vecinos del barrio La Matera, en una de las zonas más relegadas del municipio de Quilmes, en el conurbano bonaerense. Se trata de un asentamiento que surgió a principios de los 2000, cuando pobladores tomaron tierras y comenzaron un camino de autoconstrucción de viviendas e infraestructura junto a demandas de servicios básicos a los sucesivos gobiernos.

La investigación tiene la rigurosidad habitual en los trabajos de Auyero, y está acompañada por reflexiones de Servián, una estudiante de antropología al parecer criada en el mismo lugar objeto de estudio. Pero lo que podría haber sido nada más un valioso aporte académico se convierte en un potente argumento en este momento de la campaña electoral

Porque además de testimonios que contradicen las construcciones habituales sobre los beneficiarios de planes sociales se denuncia algo mucho más delicado: vecinos que revelan lo naturalizado que está que el puntero al que le piden de todo haga lo que quiera con ellos y siga operando, aún si está detenido por drogas, con aval de las autoridades políticas del lugar posiblemente hasta el mismísimo momento en que usted lee esta nota.

“Vagos que no trabajan”

Mientras es habitual escuchar en los medios ante cada manifestación o corte de calle que se trata de “vagos que no quieren laburar”, vale detenerse en la historia que desarrolla el trabajo sobre la pareja de Vanesa y Cristian, que tienen tres hijos

A valores de fines de 2021, cuando se hizo el relevamiento, Cristian trabajaba en un frigorífico y ganaba aproximadamente $27 mil por mes. Vanesa cobraba $10 mil de asignación familiar por sus tres hijos y $800 en su Tarjeta Verde (un programa provincial de asistencia). Como en el resto de los casos relevados, cerca de un tercio de los ingresos familiares vienen de ayuda estatal. Muy pocos tienen empleo formal. La mayoría hace todo tipo de changas.

Vanesa, de hecho, dos veces al mes hacía en aquél momento la limpieza en la casa de su abuela Catalina, a cambio de lo cual recibía entonces entre $500 y $600 por dos horas de trabajo. Una o dos veces por semana, Vanesa también atendía el negocio de venta de ropa de su hermano Fernando, que le prestaba dinero para comprarles vestimenta a sus hijos. A su vez, en los meses de pandemia, Vanesa había abierto un kiosco en la casa.

Es interesante para entender el contexto que Vanesa y Cristian se mudaron a La Matera en 2018 cuando falleció don Javier, el padre de él, quien había sido uno de los ocupantes originarios del asentamiento. “El hogar que hoy habitan Vanesa y su familia fue construido por el Estado en uno de los planes de vivienda obtenidos luego de muchas protestas y negociaciones, en las cuales dirigentes barriales tuvieron gran protagonismo” explican Auyero y Servián, que concluyen: “Vanesa y Cristian no tienen gastos de alquiler ni de hipoteca gracias a la acción colectiva, la intermediación política y la respuesta estatal a ambas”. 

“Adentrarnos en sus recursos y en sus gastos nos permite también ver la energía individual y colectiva que se requiere para hacer frente a los gastos cotidianos en las zonas inferiores del espacio social, esfuerzo que refuta cualquier argumento sobre la supuesta lasitud, positividad o carencia de “cultura del trabajo” que generarían los programas estatales de asistencia social”, expresan los autores del libro, que aportan que también en Estados Unidos los conservadores critican a los que reciben programas del gobierno, a quienes llaman “welfare queens” o “deadbeat dads”.

Todo esto se da en un marco de necesidades que se pueden comprender al leer lo que explica Susana, otra vecina, que cuenta que espera todo el mes a cobrar la AUH para comprarse “unas buenas milanesas”. O lo que dice un tal Pedro que revela que en su casa ahora toman mate cocido con leche en vez de leche con chocolate, “para que la leche rinda más”. José, otro entrevistado, grafica que le entregó a su hija todo lo que cobró “juntando fierros” para que ella se pueda dar “el gusto de comprarse milanesas”.

“No mandan sus chicos al colegio”

En la discusión habitual sobre cómo hacer que no se hagan acampes frente al Ministerio de Desarrollo Social, se suele machacar que son actos llenos de niños que pierden días de clase, por lo que proliferan acusaciones de que “a esa gente no le interesa la educación”. Nada más lejano de lo que se revela en este texto.

En uno de los aportes más contrarios al sentido común que domina la discusión política el libro expone que los más pobres ponen como prioridad uno la educación de sus hijos al punto que, después de la comida, el gasto en educación es el que absorbe la mayor parte de sus ingresos

En la historia de Vanesa y Cristian, por caso, “un poco más del 10% del ingreso familiar está en principio destinado al pago del colegio parroquial al que asisten sus dos hijas (unos 30 dólares mensuales)”. La deuda que han acumulado por retrasos la “van reduciendo cada vez que reciben la asignación familiar de parte del Estado nacional”, cuenta el texto.

“Contra lo que suelen creer quienes atacan los programas sociales por ser supuestos productores de vagancia, estos son utilizados por los marginados para pagar una educación en la cual aún depositan ciertas esperanzas de mejoría (para sus hijas e hijos)”, escriben Auyero y Servián, que agregan: “En este caso, el dinero de los planes sirve para pagar la matrícula en escuelas parroquiales con las que Vanesa y tantos otros contaron y cuentan para asistir a clase con la regularidad de la que carecen muchas escuelas públicas en los sectores bajos de la escala social”. 

Muchos de los entrevistados, además, siguen creyendo “en la educación formal como vía de mejoramiento tanto para ellas como para sus hijos e hijas”. En el libro se cuenta por ejemplo que Soledad (28 años) un día llevó a su hija al trabajo para “enseñarle lo que era trabajar y no terminar la escuela”, mientras que también se relata la historia de Rosalía (de 40 años) que asiste a clases nocturnas para completar la escuela primaria: “La maestra me tiene paciencia, voy despacio, uno de los profesores me felicitó diciéndome: “¡Por fin agarraste la escuela!”

Emerencianos everywhere

El presunto femicidio de Cecilia Strzyzowski en el Chaco por el que están detenidos los integrantes de la familia del dirigente piquetero y referente social Emerenciano Sena, muy cercano al gobernador Jorge Capitanich, puso la lupa sobre el poder y los posibles manejos abusivos sin límites de los intermediarios en el reparto de la ayuda estatal y la obra pública. 

Es imposible no tener eso en la cabeza cuando empieza aparecer en la investigación del libro la figura de “Pocho”, el referente barrial o “puntero”, que basta googlear un poco para entender que se trata de una figura de carne y hueso que existe y bien valdría conocer más en detalle y escuchar por fuera de la curiosidad académica. ¿Sigue activo hoy? ¿Para quién está trabajando? Hay algunos indicios muy actuales. En breve.

Según cuenta el libro, Pocho nació en 1973 en un asentamiento del partido de Lomas de Zamora y es hijo de un obrero de la construcción y una delegada barrial. “Fue clave en la toma en la construcción del barrio y en atender demandas de los ocupantes. Se define a sí mismo como el comisario del barrio, el bombero, el enfermero, el encargado de los sepelios y el proveedor de chapas, mercadería y DirectTV”. En varias entrevistas que le hicieron para el trabajo, señala: “Yo hice las casas, el asfalto y la escuela” y se lamenta: “La gente se olvida de las cosas que hace uno”.

Es que los testimonios sobre él son en algunos momentos tenebrosos. Una vecina llamada Blanca dice: “Yo a Pocho lo quiero ir a ver porque le quiero pedir un plan. Quería ver si me podía conseguir una cooperativa para laburar, él conoce mi condición. Yo ponele me voy acá y le digo a Pocho ‘yo necesito un plan, necesito una cooperativa, hacer algo’. Una cooperativa te está pagando quince lucas por mes, hay algunas que pagan más, y él me dice ‘bueno, yo te anoto en una cooperativa, pero vos te quedás en tu casa cuidando a tus nietas y a mi dame tres lucas. Vos cobras 15, tres para mí y doce para vos’”. Se suman más citas en igual sentido, como algo habitual.

Pero la cosa se pone peor cuando hablan Valentina y Emilia. El libro transcribe este diálogo (los destacados son míos) de estas dos vecinas de La Matera, en Quilmes, sobre lo que se encuentran cuando necesitan acceder a un plan de ayuda social que se supone da el Estado:

  • Valentina: ¿Viste que es regato? “Te ofrezco tal cosa o una posición mejor a cambio de…” ¿Por qué te pensás que yo ni en pedo me acerco, boluda? No, no quiero saber nada. Todos en algún momento dependieron de él, porque económicamente te sirve. Vas y le pedís un plan.
  • Emilia: Una vuelta fui a verlo. Yo estaba alquilando y necesitaba una casa y él quería que yo fuera la mujer para darme una casa.
  • Valentina: ¿Como te dijo, te acordás? 
  • Emilia: Me dijo “vos me tenés que dar otra cosa” y me miró de arriba abajo… Yo le dije, “no gracias” y me fui a la calle.
  • Valentina: Pero eso lo hizo con muchas chicas. Todas cuentan que a todas les hace eso… Económicamente les sirve. El chabón te va a dar una posición o un puesto o un trabajo como es en una cooperativa, pero “pasá para el cuarto primero” (...) Siempre jugó con eso de, bueno, “te prometo tal cosa”. Por eso nadie lo quiere. Y el tema de las mujeres ya te lo dice ella y vas a encontrar miles que te digan lo mismo. 

La recopilación de testimonios coincide. “Pocho tenía seis casas acá adentro. Seis casas y seis mujeres”, recuerda otra entrevistada, Alma. En otra parte habla una Alejandra que “ríe al listar todas las mujeres de Pocho: Jenny, Rossana, La Verónica, la otra Jenny, acá la jefa… son tantas que no me acuerdo… Tengo muchas medio hermanas”.

Emerenciano Sena junto a Jorge Capitanich

El libro de Auyero y Servián recuerda que Pocho fue arrestado junto a otras trece personas a principios de 2018 acusado por tráfico de drogas ilícitas. Su respuesta es que se trató de represalias por oponerse a las políticas de la gestión de Cambiemos. Estuvo detenido y en diciembre de 2020 fue liberado. Está en su casa con tobillera electrónica a la espera del juicio. En el trabajo de campo hay testimonios como el de Juan que dice: “Pocho nos daba la droga”. “Yo iba al pool, estábamos ahí, él vino, tiró dos tizas (cocaína) arriba de la mesa de pool y dijo: “muchachos, vengan, tenemos que salir a pegar carteles”.

Si bien es una investigación sociológica, el material deja al menos una pregunta para la gestión de la actual intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, que hoy va por la reelección en el distrito. Bajo el apartado “Pocho para rato”, se relata uno de los encuentros de los autores con el referente barrial en estos últimos tiempos: “Mientras conversamos, vecinas y vecinos pasan a saludarlo y él los invita a otra reunión. También los anota para un plan de trabajo municipal. Recibe llamados en su WhatsApp, pide datos personales de los futuros beneficiarios” Y revela el texto: “Según nos cuenta, el secretario privado de la intendenta le deja llenar la planilla de planes sociales”. Chan.

Los Pocho de la vida

Al recorrer el trabajo se concluye que los Pocho de la vida combinan “la resolución personalizada de problemas de sobrevivencia” con la “negociación individual con un funcionario, el apriete con un grupo reducido en una oficina municipal, el corte de calle, la movilización de sus seguidores en un acto partidario, etc.” “Lo hacen para hacerse escuchar, posicionarse en el campo político y simultáneamente, atender las demandas de los individuos, grupos o barrios enteros”, explican los autores, en referencia a un modus operandi de “gestión-presión”.

A propósito, vale en un tramo de la investigación este diálogo simbólico de vecinos sobre el rol de Pocho.  Blanca dice: “Pocho es un hijo de puta, todo lo que ustedes quieran, pero si Pocho no hubiese levantado el culo de la silla y no se hubiera movido no habría centro comunitario, no habría colegio, no habría jardín de infantes. No habría nada de eso, porque él tuvo la iniciativa. Él movió a la gente para que lo haga. La interrumpe un tal Daniel: “¿Y lo otro, no importa? (...) “Yo te hago un centro comunitario a vos y me como diez ranchos” Olga se suma a Blanca: “Los demás roban y se la guardan toda. Él, por lo menos, robaba y la mitad era para nosotros y la otra para él”.

Para terminar, en el libro hay citas del cura Rodrigo Zarazaga que en algunos trabajos sobre el Conurbano explica: “En los lugares de concentración de pobreza, las necesidades básicas de los vecinos son muchas y el Estado responde a algunas de ellas a través de la mediación de los punteros. En este sentido, los referentes barriales significan más que la ausencia del Estado, su presencia arbitraria”.

Acampe de movimientos sociales en la Av. 9 de Julio

A propósito, en una nota al pie se cita una investigación del mismo Zarazaga en 2017 cuando, mientras entrevistaba a un referente barrial, los interrumpió el pedido desesperado de una vecina que le vino a rogar por comida. Tras darle algo de fideos, yerba y otras mercaderías, el puntero reflexionó: “Siempre lo mismo, no tienen a nadie a quién acudir”.

Zarazaga subraya a continuación: “Junto a las bolsas de comida se podían distinguir otras con pilas de boletas del Frente Renovador; al tiempo que de la pared prendía, al lado de una foto de Evita, un póster de Mauricio Macri. Nuestro anfitrión había trabajado para el candidato a intendente del FR en 2015, pero como este no despegaba en intención de voto, el puntero se fue a Propuesta Republicana (PRO). Sin dejar de ser peronista, claro”.