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Columnistas

César Milstein, el padre de los anticuerpos monoclonales y tercer premio Nobel de ciencias argentino

César Milstein nació el 8 de octubre de 1927 en la ciudad de Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires. Fue el segundo de tres hermanos, precedido por Oscar y seguido por Ernesto, además del más inquieto y rebelde de ellos.

Su madre, Máxima Vapñarsky, perteneció a una primera generación de inmigrantes judíos nacidos en una colonia de Entre Ríos y su padre, Lázaro Milstein, fue un comerciante ruso que llegó a la Argentina en 1913, con solo quince años. Su sueño, como el de la mayoría de los extranjeros de aquella época, era que sus hijos alcanzaran un título universitario y se asegurasen un futuro mejor. 

César encontró en un libro, Los Cazadores de Microbios de Paul de Kruif, la chispa que encendió su pasión por la ciencia cuando era apenas un niño. Se trata de una recopilación de biografías sobre algunos de los padres de la microbiología, como Robert Koch o Luis Pasteur, que retrataban el estilo de vida que llevaban estos investigadores y que él inmediatamente supo que quería tener.

Cursó los estudios primarios y secundarios en escuelas públicas de su ciudad natal y luego se mudó a Capital Federal para estudiar Química en la Universidad de Buenos Aires. A los 25 años recibió la licenciatura y decidió hacer un viaje de mochileros por Europa con su flamante mujer, Celia Prilleltensky, a quien conoció durante la carrera.

En 1956 obtuvo su doctorado en Química, producto de sus trabajos sobre enzimas y un premio de la Sociedad Bioquímica Argentina. Al igual que su padre, apoyaba el movimiento Anarquista de nuestro país y estuvo comprometido con la situación política desde muy joven, lo que le traería inconvenientes en el futuro.

Por medio de una beca realizó su investigación postdoctoral en la universidad de Cambridge, en la que tuvo como director a Frederick Sanger (dos veces premio Nobel de Ciencias, en 1958 y 1980). El tema de sus trabajos fue la enzima Fosfoglucomutasa y las técnicas que implementó llamaron la atención de Sanger, quien se llevó una gran impresión de él.

Con su nuevo doctorado bajo el brazo, Milstein regresó a Buenos aires a fines de 1961. Ocupó el cargo de director de la división de Biología Molecular del Instituto Nacional de Microbiología (hoy en día Instituto Malbrán) durante menos de un año, hasta que se desató la dictadura 1962. El gobierno de facto, que terminó de forma abrupta con la presidencia de Arturo Frondizi, intervino gran parte de las instituciones del estado y cesó a casi todos los colaboradores de César, obligándolo a renunciar a su puesto.

Su exilio y la relación que había forjado con Sanger le permitieron volver a Cambridge para hacer su investigación postdoctoral en el nuevo Laboratorio de Biología Molecular que acababa de construirse. Juntos decidieron que el tema para sus próximas investigaciones sería un grupo de proteínas del sistema inmune conocidas como inmunoglobulinas o anticuerpos, que tienen como función unirse a entidades extrañas o antígenos para eliminarlos de nuestro organismo.

Junto a su colega, Georges Köhler, desarrollaron un nuevo método para producir estas inmunoglobulinas utilizando los mecanismos de las células. Lo que hicieron fue fusionar un linfocito capaz de sintetizar estos anticuerpos específicos (extraído de un ratón inmunizado), con un mieloma, es decir, una célula tumoral con capacidad de reproducirse de manera infinita. De esta manera obtuvieron una línea celular que produce copias infinitas de una misma proteína específica, que recibió el nombre de Anticuerpo Monoclonal.  

La técnica permite producir proteínas con la capacidad de unirse específicamente a una molécula en particular, lo que significó una revolución para la Medicina. De esta manera pueden introducirse en nuestro organismo anticuerpos dirigidos a objetivos en distintas entidades, como microorganismos invasores (virus o bacterias), células patológicas (como las tumorales) u otras moléculas biológicas con fines terapéuticos o diagnósticos.

El 7 de agosto de 1975 los resultados de estos trabajos fueron publicados en la revista Nature, y sus autores, Milstein y Köhler, recibirían por ellos el Premio Nobel de Medicina de 1984. La última frase de la publicación rezaba lo siguiente: “Estos cultivos podrían ser valiosos para uso médico o industrial”.

El descubrimiento nunca fue patentado y gracias a ello, la comunidad científica pudo explorar su potencial libremente, lo que hizo que esta tecnología se expanda a gran velocidad. Georges Köhler se opuso deliberadamente a solicitar una patente y César dejó la decisión a cargo de los directivos del Laboratorio de Biología Molecular, quienes no vieron mucho potencial comercial en el descubrimiento.

En la actualidad los anticuerpos monoclonales constituyen la tecnología de frontera para la industria farmacéutica en lo que respecta a nuevos medicamentos, como muchos otros productos biológicos y por sus precios elevados representan una buena parte de su mercado. Se utilizan en el tratamiento de distintos tipos de cáncer, de enfermedades autoinmunes y para el diagnóstico de una gran cantidad de patologías, aunque sus funciones no están agotadas todavía.

César continuó trabajando en el Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad de Cambridge durante toda su vida y siguió profundizando nuestra compresión del sistema inmune y de las células involucradas en él. En 1986 fundó en Montreal (Canadá) una empresa de biotecnología enfocada en la producción de pruebas para la detección de patologías como el VIH y distintos canceres llamada Medicorp Science, junto a un colega suyo, Claudio Cuello y un empresario de nombre Martín Varsavsky.

En 1987 recibió un doctorado Honoris Causa de parte de la Universidad de Bahía Blanca de su ciudad natal y cinco años más tarde el Premio Konex de Brillante junto a René Favaloro, en reconocimiento al legado que transmitieron a la medicinia y tecnología de nuestro país.

Falleció el 24 de marzo del 2002, a la edad de 74, por una afección cardíaca que venía acosándolo en sus últimos años. La vida y obra de este genio de personalidad magnética, están muy bien retratadas en el documental “Un fueguito, la historiad de César Milstein”, que fue dirigido por su sobrina nieta, Ana Fraile.

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