A pesar de tantas noticias en las que los mensajes de la grieta se imponen, siempre potenciados por los liderazgos de Cristina Kirchner y Mauricio Macri y su reproducción por parte de los seguidores más enfervorizados que dejan la piel defendiendo “modelos antagónicos”, los principales negocios de la Argentina no acusan recibo para nada de esa división. Al contrario, son el reflejo más cabal de que cuando se trata de plata, las diferencias quedan de lado sin más.
Así se ve claramente con el llamado gasto tributario asignado en el Presupuesto 2023, es decir, el capítulo de impuestos que el Estado deja de recaudar, aún en un contexto de ajuste fiscal, para beneficiar a ciertas actividades económicas. El número que sobresale son los $519 mil millones que se calcula que se resignarán por no cobrar IVA ni Ganancias a la producción de electrónicos en Tierra del Fuego, la isla en la que se cristaliza la primera demostración de que la polarización encuentra excepciones.
Las principales empresas del sector pertenecen a dos accionistas emblemáticos en ambos polos de la discusión política. Rubén Cherñajovsky, el factótum del grupo NewSan, es un mecenas histórico de Daniel Scioli y de todo el peronismo. Incluso se convirtió en el caso modelo de la reconversión obligada en los tiempos de Guillermo Moreno para que las compañías consigan sus propios dólares. En su momento compró una pesquera y hoy es el principal exportador de langostinos del país. La familia Caputo, en tanto, controla Mirgor, el otro gigante del ramo. Ahí talla nada menos que Nicky, el hermano de la vida del ex presidente y líder de Juntos por el Cambio.
El modelo de promoción industrial cuenta entonces con el tácito respaldo de todo el espectro político a pesar de que habría motivos para ponerlo en discusión. El ensamble de componentes electrónicos importados lo transforman en una máquina de consumir divisas, y su costo fiscal es unas diez veces el que tiene asignado el régimen de incentivos a la economía del conocimiento ($53 mil millones), que exporta por US$6000 millones al año. La explicación de su relevancia suele ser que es clave por cuestiones geopolíticas, para poblar esa zona del país. Da empleo a unas 10 mil personas.
Consenso energético
La energía es otro campo que nunca dejó de exponer que la grieta es un ardid electoral mucho más que un quiebre entre formatos de desarrollo. Está dicho que las políticas de impulso a los yacimientos no convencionales de Vaca Muerta en Neuquén tuvieron continuidad gobierne quien gobierne. Siempre hubo subsidios disponibles para el que pusiera sus torres en las áridas tierras patagónicas. Primero fue el Plan Gas que ideó Axel Kicillof en 2014. Luego, la resolución 46 que implementó el entonces ministro de Energía, Juan José Aranguren. Hoy se reeditó otro plan de incentivos, con el nombre de GasAr.
En este punto, no hay símbolo mayor de que la división no existe que el Grupo Techint. El desarrollo productivo de la gran esperanza energética está atado al holding de la familia de Paolo Rocca.
Su petrolera Tecpetrol fue el principal beneficiario de los subsidios para producir gas durante el gobierno de Macri. Luego de que se cortaran esos pagos por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, se acumuló una deuda que pagó la administración de Alberto Fernández en plena pandemia.
Hoy es el propio holding el que tiene en sus manos hacer en tiempo récord los caños del Gasoducto Néstor Kirchner con su planta de Tenaris Siat. Ayer, la agencia de noticias estatal Télam confirmaba que los primeros kilómetros del ducto se estarán haciendo ahora a comienzos de octubre.
Además, la T también desarrollará una parte de la obra civil por medio de su subsidiaria Techint Ingeniería y Construcción. Techint trabajará, vale recordar, junto a Sacde, la empresa que Marcelo Mindlin le compró a los hermanos Calcaterra, primos de Macri, en aquél 2017 en el que el kirchnerismo lo acusaba injustamente de “testaferro” del ex mandatario. Los tiempos cambiaron. En la actualidad, Mindlin suele ser citado por el Presidente en sus exposiciones sobre el futuro del país y la importancia de aprovechar los recursos naturales.
Socios y amigos
Ahora, el sponsor oficial del diálogo entre Cristina y Macri que se meneó en estos días debería ser el Grupo Insud, un gigante de la industria farmacéutica con el laboratorio Elea como nave insignia. Sus dos principales accionistas son Hugo Sigman y Daniel Sielecki, con tales diferencias en sus vinculaciones políticas que daría para una novela, aunque ambos se beneficien luego de las distintas vías de acceso al Estado, según los tiempos.
Sigman tomó visibilidad allá en el segundo mandato de Cristina cuando aparecía en la mesa de los industriales modelo que elegía la jefa de Estado en los actos por el Día de la Industria que organizaba meticulosamente Oscar Parrilli en Tecnópolis. Su empresa además había dado un paso al frente cuando tras la gripe A empezó a fabricar las vacunas en el país, de la mano de un convenio con la multinacional Novartis. Un antecedente que se repitió en el primer momento de la gestión del coronavirus, cuando acercó un convenio con el laboratorio AstraZeneca para elaborar una parte de las dosis para atacar la Covid-19.
Los dos principales accionistas del Grupo Insud son Hugo Sigman y Daniel Sielecki, con tales diferencias en sus vinculaciones políticas que daría para una novela.
Lo que es menos conocido es que su socio Sielecki es la cara visible en los negocios de la familia que nada más y nada menos suele hospedar al ex presidente Macri cuando descansa en la Patagonia, ahí en su complejo hotelero Las Balsas, pegadito al country Cumelén, donde también tiene casa Caputo.
En la industria farmacéutica, de hecho, suelen escucharlo a Daniel jactarse así: “Tengo el honor de nunca haberme reunido con esa mina”, en referencia a la vicepresidenta. Hay quienes lo han escuchado usar de apelativo en esa frase un insulto. El tema es que por lo bajo le contestan: “Porque se junta la gente de Sigman”.
