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Columnistas

El presente en los niños

Presente niña

Escuchamos en varias oportunidades que la clave de la vida es habitar el presente. Y es cierto, no hay otra. Es la llave para encontrar la creatividad y no caer en la ansiedad, entre otras cosas. Si tenemos hijos o hijas, contamos con una gran posibilidad de observarlos y aprender de los maestros del presente.

La mente del niño es diferente a la del adulto. Absorben lo que los rodea con naturalidad y frescura, sin tanto prejuicio, etiquetas ni creencias previas. Nosotros explicamos cada suceso que se nos cruza, sin humildad. Lo hacemos a través de una moralidad y un programa que nos fue impuesto.

Los niños juegan sin pensar en qué pasará en el futuro inmediato. Son espontáneos. Eso los conecta con una creatividad infinita. Pero a medida que van creciendo, adoptan explicaciones, empiezan a tener deseos impuestos por el sistema y todo, de a poquito pero sin pausa, se va al carajo.

Recientemente me propuse aplicar el estar presente mientras juego con mi hija. Primero, me lo propongo y le hago marca personal a mis pensamientos. Si detecto que en el medio de la actividad que estamos haciendo mi mente se dispara para una preocupación del pasado o del futuro, acciono cortando ese circuito. Es decir, apenas lo noto, lo callo y vuelvo al juego. Y si lo aplico con conciencia y constancia, me sumerjo cada vez más en lo que estamos haciendo y la magia de la creatividad se potencia.

Otra de las cosas que pongo en práctica y me traen al presente es escuchar a mi hija atentamente. Y lo hago con cada frase que sale de esa maravillosa mente de siete años. En vez de explicar automáticamente todo o intentar ayudarla en algo que no me pidió, me callo, la miro y la escucho. Y de a poco me sumerjo en esa vibración que trae el juego presente que también supe desarrollar de niño. No es algo ajeno. 

Muchas veces, jugar con ellos suele ser algo que “tenemos que hacer”, como una imposición que nos ponemos. Ese ida y vuelta, a veces lo transitamos como un deber: “bueno, ahora tengo que jugar con mi hijo”. Nos da paja. Si cambiamos el chip, anclándonos en el presente durante todo el tiempo que dure el juego, no habrá lugar para estar preocupados porque no nos alcanza la plata, porque un amigo nos cagó, porque hay que arreglar la cadena del inodoro, o lo que sea. Respetemos ese momento sagrado con nuestras criaturas y ofrezcamos nuestra mejor versión. Los resultados y el disfrute serán inmediatos y mayúsculos. Solo hay que proponérselo y llevarlo a cabo sin claudicar para que fluya la magia.

Nuestra mente mal entrenada querrá irse hacia cualquier lado. Afinemos la mirada y la escucha en nuestros hijos en todo el momento que estemos con ellos. Esas herramientas las tenemos bien a mano y son nuestras aliadas para que ese ping pong de pensamientos se diluya y sea reemplazado por lo único que tenemos y que no es poco: el presente.

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