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Columnistas

Diez años de “Blurred Lines”: la historia de un megahit cancelado

Blurred Lines

Imaginate una canción que hable de “domesticar” a una mujer (que la trate como si fuera un animal, o hasta que le diga “animal” con todas las letras) que, aunque la protagonista se niegue mil veces a intercambiar fluidos, el tipo insista con que se re nota que en realidad sí quiere (¿“no es no”? Ni idea capo, no conozco esa calle) y que en el video aparezcan unas modelos preciosas en tanga y tetas rodeadas de tres varones bastante más viejos que ellas (vestidos) que las acosan. Terribles los 80, ¿no? Qué lejos quedó todo eso, ahora ni a palos se podría hacer algo así.

El problema es que no estamos hablando de una canción inventada de “otra época” sino de una muy auténtica que era el hit más grande del mundo hace apenas diez años. Aunque ahora parezca inviable, “Blurred Lines” -el tema en cuestión- ocupaba el número uno del chart Billboard Hot 100 una década atrás. No en la prehistoria, no en la golden era del patriarcado mediático impune: en el año en el que murieron Mandela y Paul Walker, en el que se estrenó El lobo de Wall Street, en el que los supercuras del Vaticano hicieron Papa a Bergoglio. #MeToo estaba a la vuelta de la esquina y estos pibes -Robin Thicke y sus dos invitados T.I. y Pharrell Williams- se despachaban con un tema insoportablemente pegadizo que hoy, así como salió, no pasaría los filtros.

En 2013 Thicke era casi un desconocido en cualquier parte que no fuera Estados Unidos. Había debutado en 2002 con un single que se llamaba “When I Get You Alone”, que sampleaba la versión disco de la Quinta Sinfonía de Beethoven que había hecho Walter Murphy en los 70. La había pegado, al fin, en 2007, con una hermosa balada R&B llamada “Lost Without U”. Había sido jurado de un reality de canto y había rasguñado un par de semihits más, hasta que en 2013 se subió a un pony eléctrico y declaró “últimamente me vengo tomando muy en serio como artista y quiero ser como Marvin Gaye, John Lennon, Bob Marley y esos grandes compositores que cantan sobre el amor y las relaciones”. Lo de querer ser Marvin Gaye se hizo carne en él, ya vamos a ver por qué.

Lo que salió de esa intención de Thicke de jugar como los nenes grandes fue “Blurred Lines”, primer corte del disco del mismo nombre, coescrito con T.I. y Pharrell y producido por éste último. El tema tenía un montón de gancho: prácticamente era todo voz, bajo y percusión, tampoco le faltaba groove y -para más- tenía algunas frases de esas que se pegan en la corteza cerebral del oyente en la primera escucha (“¡sos la perra más caliente de este lugar!”, exclamaba la parte vocal principal con acompañamiento del coro). “Blurred Lines” tenía destino de hit más allá de cualquier controversia, pero fue el video lo que terminó de sellar su suerte: si era un éxito ahora sería más éxito todavía, y si tenía un trasfondo misógino ahora se lo subrayaba con rojo.

Dato de color: al clip lo dirigió una mujer. Diane Martel había trabajado como coreógrafa en “Shiny Happy People” de R.E.M. y había estado tras las cámaras en “Genie in a Bottle” de Christina Aguilera. Llegaba con changuí de rupturista: seguramente por eso la escucharon cuando propuso hacer un video “de desnudos”. Primero Thicke se negó pero cuando Martel le ofreció filmar una versión clean con todo el mundo tapado, el cantante compró.

Además de los tres autores, en el clip aparecen las modelos Elle Evans, Jessi M'Bengue y uno de los íconos sexuales de esta generación: Emily “Emrata” Ratajkowski. Las tres aparecen paveando con utilería y siendo objetos de deseo de los tres varones que les cantan al oído, se acurrucan con ellas, las arrinconan, las miran bailar en topless y bombacha color carne delante de la frase “Robin Thicke tiene la pija grande” escrita con globos. ¿No es fino?

La versión uncensored duró una semana en YouTube, tiempo que le bastó para juntar millones de vistas. Después la bajaron por infringir los términos del sitio y dejaron la versión oficial editada (aunque el que busca, encuentra).

Así “Blurred Lines” llegaba a lo más alto del chart de singles de Estados Unidos, mientras los críticos denunciaban -con razón- que la letra y el video eran peligrosamente turbios. Para peor, Thicke se recibió de siome declarando a la revista GQ “qué placer es degradar a una mujer, nunca había podido hacer eso, siempre las había respetado”. La directora negó que hubiera cualquier intención de maltrato a las mujeres en el clip: “Es una locura. Quizás no estaba pensando cuando dijo eso”.

La que tampoco pensaba que hubiera nada malo en el video era Emrata: en entrevistas posteriores decía que tenía “una actitud sarcástica” y que ella había sido “juguetona” y había pasado “un buen momento con su cuerpo”. Sin embargo, en 2021 la modelo, actriz, influencer y emprendedora publicó su libro My Body y denunció en él a Thicke por haberle tocado los pechos sin su consentimiento durante la filmación. “De la nada, sentí el frío y la otredad de las manos de un extraño tomando mis senos desnudos desde atrás. Instintivamente me alejé y miré a Robin Thicke. Él sonrió con cara de tonto y también se movió, con los ojos escondidos tras anteojos de sol. Giré la cabeza hacia la oscuridad fuera del set. La voz de Diane Martel se quebró mientras me gritaba “¿estás bien?”. Thicke ni contestó.

No fue ésta la única acusación que sufrió Robin por “Blurred Lines”: también le hicieron juicio por plagio. Los herederos de Marvin Gaye escucharon la canción, leyeron aquello de que Thicke se sentía la reencarnación del soulero de Motown, sumaron dos más dos y demandaron. En marzo de 2015, un jurado dictaminó que Thicky y Pharrell Williams habían infringido el copyright de “Got To Give It Up”, compuesta y grabada por Gaye en el 77. La condena implicaba un pago de 7,4 millones de dólares (después se redujo a 5,3 millones) y no alcanzaba al tercer autor, T.I., porque éste sólo había aportado el break de rap, ese que dice “te voy a dar algo lo suficientemente grande como para romperte el culo en dos” (sic).

“Blurred Lines” fue una contradicción rampante en la vida de Thicke: el tema que lo disparó al estrellato y al mismo tiempo lo complicó mortalmente. Por ejemplo: mientras destrozaba rankings con la canción, su matrimonio de 21 años con la actriz Paula Patton se iba al tacho. Eso engendró su siguiente disco: Paula (2014), un trabajo sobre el que Los Angeles Times dijo “este álbum es un error, una guía de lo que no hay que hacer tanto para compositores como para amantes despechados”. La idea era mantener el éxito y recuperar a su señora: no pasó ninguna de esas dos cosas.

Así llega el hit a nuestros días. Thicke, obviamente, la canta en todos y cada uno de sus shows. Pharrell la defendió por un tiempo y después declaró que entendía que “ese es el lenguaje que suelen usar los hombres que se aprovechan de las mujeres” y esbozó unas disculpas no muy explícitas. T.I. no dijo nada, seguramente para no levantar la perdiz y que no lo hagan pagarle a los Gaye a él también. Pero entre todo eso el tema cumple diez años y tiene 765 millones de reproducciones en Spotify y 856 millones (de la versión con ropa) en YouTube. Es, a todas luces, la definición misma de placer culpable: una canción que choca contra los preceptos morales y las creencias de muchos sin que eso implique que puedan soltarle la mano. De eso hablaba Jason Lipshutz, editor de Billboard, en su nota de 2014 titulada “¿Es posible seguir disfrutando Blurred Lines?”. En ese texto, el colega (inserte emoji de mano con los dedos haciendo montoncito) se hacía cargo de su inevitable incoherencia: “‘Blurred Lines’ está en esa zona incómoda de singles exitosos que quiero dejar de bailar en base a mis principios, pero no puedo. Es el ‘Forever’ [tema de Chris Brown, el que golpeó a Rihanna cuando eran pareja] de esta década. Es una canción que mis padres conocen y aman, y que mis hijos van a escuchar y disfrutar, y que probablemente yo vaya a tener en la playlist de mi casamiento, donde va a sonar tan fuerte que ninguno de los invitados va a poder pensar en las circunstancias terriblemente problemáticas relacionadas con su lugar en la música pop. Solía rebotar con placer con ‘Blurred Lines’, y aunque esos días se terminaron, todavía puedo dejar que me arrastre hacia una sonrisa”.

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