Las pantallas nos tienen de esclavos. Creemos estar utilizándolas cómo y cuándo queremos, sin darnos cuenta que nos manejan. Si, por ejemplo, nos detuviéramos a analizar todos los mensajes que recibimos y mandamos por whatsapp en un día, nos daríamos cuenta que estuvimos hablando de la nada misma. Y si eso lo pasamos a tiempo neto observando el celular, caeríamos en la cuenta de que nos comportamos como zombies mientras la vida sigue pasando.
Regular esta situación pantallística con nuestros hijos o hijas es una de las tareas más complicadas de la paternidad/maternidad. Les decimos a nuestras bendis que no está bueno estar mucho tiempo frente a una pantalla mientras durante el día nos la pasamos con el celular en la cara con la excusa de que estamos trabajando o contestando algo importante a un amigo, familiar o conocido. Nos mentimos y les mentimos. Asumir que estamos presos de esta dinámica podría ser un buen primer paso.
Personalmente trato de no estar mirando el celular si estoy con mi hija. Es una gran herramienta, incluso para la creatividad, pero cuántas veces la usamos con este fin. Desde hace un buen tiempo he encontrado una de las tantas maneras de aprovechar las posibilidades que permiten estos aparatos estando con mi hija y tiene que ver con los audiocuentos.
Lo más importante es el contenido. Una vez que estamos conformes con lo que va a escuchar, podemos relajarnos. A diferencia de la tele, noto que mi hija no está totalmente pasiva mirando una pantalla en donde los colores son estridentes y todo sucede a mil por hora. La estimulación viene por el lado auditivo, dando espacio para que la imaginación haga lo suyo. Si pasa mucho tiempo mirando un dibujito animado, la realidad nos mostrará lo desregulado que quedará nuestro hijo o hija. En cambio, esto no sucede con los audiocuentos. Puede pasar horas escuchando sin que su psiquis se vea afectada.
Otro ítem en donde le gana por goleada a la tele es que permite el multitasking. Mientras escucha, puede estar jugando con unos Playmobil o dibujando la historia que se está narrando, por ejemplo, algo que no permite el dibujito animado, en donde la posición pasiva es total.
Pero volviendo a un punto clave que es el contenido, me he encontrado en la situación de no hallar algo que me cierre del todo. En Spotify hay unas cuantas opciones; desde cuentos clásicos hasta historias nuevas que intentan bajar mensajes que no me terminan resultando nutritivos. Por eso, el año pasado escribí, actué y edité una serie de cuentos en formato de radioteatro que constan de 16 capítulos. Lo pueden buscar en Spotify como “La casa de los mil sonidos”. Es mi aporte para que niños y niñas se despeguen de la pantalla y desplieguen su imaginación. Ideales para escuchar en un viaje largo en auto, por ejemplo. Además de hacerlos divertidos, intenté cuidar cada palabra y el mensaje, por supuesto. Pruébenlo y después me cuentan.
