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Columnistas

Padre cariñoso, hija cariñosa

cariño

Es muy difícil en la vida ser amoroso si de niño/a no recibiste cariño de tus padres. Últimamente me da la sensación que es alto el porcentaje de adultos que no logra conectar con este sentimiento en sus relaciones con otros seres humanos. Terminan siendo pseudo amores viciados y distorsionados, producto de un alimento para el corazón que no recibieron en su infancia de parte de la madre o del padre. Hay un vacío que se llena con vínculos tóxicos que terminan dañando a otros y a uno mismo.

Si el cariño físico escasea o directamente casi no está, entonces todo termina en un ser que de grande será un discapacitado emocional. Si no se recibió amor paterno o materno hay algo que falta. Claro que eso no condena a las personas a no sentir o dar amor jamás, pero seguramente es una gran piedra en el camino. Una falta importante que condiciona y que por más que uno lo trabaje en el psicólogo, será difícil que no interfiera en la vida.

Por suerte tuve el regalo de tener un padre y una madre muy cariñosos. Recibí amor incondicional y eso me permitió volcarlo en mis vínculos de más grande. Y lo repito con mi hija. La abrazo y la lleno de besos. Además de darme ese regalo al corazón, siento que le estoy transmitiendo seguridad. Porque ese amor de un padre hacia una hija, si es constante y sentido, hará que tenga fortaleza en su espíritu.

Mientras más avanza el sistema con sus exigencias, menos tiempo y paz mental tienen los padres para conectarse con este amor supremo. A veces no nos damos cuenta que ese amor es verdaderamente el único amor que no muere. Porque si apostamos por ese amor y lo alimentamos, apostamos sobre seguro. Si tuviésemos esto más presente, probablemente dedicaríamos más tiempo a abrazar y besar a nuestros hijos e hijas.

Es necesario cortar con sentencias estúpidas nacidas desde el practicismo como la que dice que, si llora el bebé, hay que dejarlo. No ir a abrazarlo ni contenerlo para que se acostumbre a lidiar solo con su llanto, que sería algo así como que se acostumbre a no recibir amor cuando más lo necesita. El contacto físico es todo y mucho más.

Sacarle al bebé a la madre apenas nace para hacerle procedimientos médicos en vez de que ella lo ponga inmediatamente en su pecho, es todo un síntoma de la falta de consciencia desde el vamos.

Es cierto que a veces se complica más y, durante el crecimiento de nuestros hijos, hay etapas en donde el enojo le gana al amor. Sobre todo, en esas edades en donde los llantos e incluso los golpes que nos propinan nuestras bendiciones ponen a prueba la paciencia. Por más zen que uno quiera ser, es muy difícil no calentarse respondiendo violentamente. Es en ese momento en donde uno tiene que estar más calmo para acompañar desde la tranquilidad. Respirar y entender que acaban de llegar al mundo y están formando su personalidad.

En definitiva, creo que se trata de acordarse constantemente que el tiempo pasa rápido, y ese beso o esa caricia que no le dimos a nuestros hijos, será una oportunidad perdida para fortalecer su emocionalidad y para alimentar ese sagrado amor. El único amor incondicional.

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