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Columnistas

Padre separado

divorcio

¿Cómo cambia la relación con una hija cuando uno se separa? Puedo hablar con conocimiento de causa porque en eso estoy. Los primeros meses no son nada fáciles, pero no me quiero ubicar ahí. De acuerdo a las circunstancias, que son infinitas, cada uno la pilotea como puede. Me interesa contar la relación padre/hija, luego de que ha pasado un tiempo y se empieza a asentar una nueva dinámica.

Lo que antes era de a tres, ahora es mano a mano. Todo es más cercano e íntimo. Papá con hija, hija con papá. Y si uno está presente, el disfrute es tal que pareciera que el tiempo realmente pasa volando. Algún sábado o domingo, cuando no va a la escuela, me encuentro pasando todo el día con mi niña. Nos despertamos a eso de las siete y media de la mañana y nos acostamos a las ocho y media de la noche. A las nueve ya estamos soñando. Sí, trece horas y media sin la necesidad de llevarla con un amigo/a, con la abuela o con quien sea. Solos y felices.

Tengo el regalo de tener una quinta de una hectárea, en donde la naturaleza juega un rol clave. Ahí los juegos son múltiples y no hay que salir a un cine, plaza o teatro para pasarla genial. Todo es experimentación, desde el bichito más pequeño, hasta una bruta comadreja muerta. Las plantas y los árboles también meten su magia. Y en esta soledad cargada de presencia amorosa, ambos vamos aprendiendo. Por ejemplo, noto que cuando ella se detiene a observar algo que le llama la atención, me vuelvo a maravillar con la naturaleza como cuando era chico.

En este nuevo ida y vuelta hay más tiempo para todo. Las charlas profundas tienen su lugar. Sus preguntas, mis respuestas. Mis preguntas, sus respuestas. Hablamos de nuestros miedos, de lo que nos hace felices, de los amigos, de su cercano próximo cumpleaños…

Otro cambio sustancial es no tenerla todos los días conmigo como sucedía antes. Y si bien me encantaba despertarme en esa situación de poder disfrutarla full time, la nueva de rutina hace que nos extrañemos. Aparte de volver a encontrarme conmigo mismo cuando estoy realmente solo, que no es poca cosa, cuando me reencuentro con ella me siento renovado y con muchas ganas de disfrutarla y que me cuente todo lo que vivió en mi ausencia.

En esta distancia, la tecnología juega un papel clave y beneficioso. Ella sabe que podemos hacer una videollamada cuando necesita verme y charlar. De todas formas, me ha sorprendido que tanto ella como yo podamos estar un día entero sin comunicarnos y que esto no nos genere tristeza. Ya dos días es mucho, por lo menos para mí, pero me resulta importante respetar sus tiempos y su sentir, y si ella no quiere hablar por teléfono en ese momento, está bien.

Así que por todo esto y mucho más, me permito decirles a aquellos que pasan por una situación similar, que no desesperen. Porque si bien es cierto que pareciera que todo se viene abajo cuando la familia que era ya no es, detrás de ese cimbronazo, nos espera algo distinto y único. Solo hay que dejar la queja de lado y abrirse a lo nuevo para fluir. Del resto se encarga la vida.

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