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Columnistas

Al volante: los autos también son cosa de mujeres

Mujer manejo volante

“¿Vos estás casada legalmente?” responde de manera irónica Vilma Azcurra, fundadora de la autoescuela que lleva su nombre, cada vez una nueva alumna se acerca a tomar clases y comenta que usará “el auto de su marido”. Cuando le responden que sí, retruca: “Entonces es un bien ganancial, pero de uso exclusivo de tu marido”.

Lo hace con un objetivo: empezar a hablar de ciertas cosas y desarmar los prejuicios y estereotipos que hay entorno a las mujeres y los vehículos. Históricamente, y aún todavía, a pesar de estar en el 2022, hay quienes creen que los autos no son para las chicas. Y a veces ese preconcepto se internaliza hasta tal punto que muchas no se animan a manejar. Los números lo confirman: sólo 2 de cada 10 conductorxs que se observan en la vía pública son mujeres y ellas acceden en menor medida (en un 28%) a licencias de conducir, según informes de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV).

Así como en tantos otros ámbitos, en el manejo también hay una brecha de género. Frente a esto, aparecen iniciativas que buscan animar y promover que más mujeres estén al volante.

Hay un perfil distinto de mujeres y varones por una cuestión cultural que nos atraviesa.

Vilma Azcurra

El saber manejar bien no tiene nada que ver con el género: es tener determinadas competencias que no se relaciona con si sos varón o mujer”, afirma Luly Dietrich, creadora de Mujeres al Volante, una comunidad con espacios de formación y ayuda para motivar a más mujeres a manejar. Toda la vida, desde muy chica, Dietrich estuvo vinculada al mundo de la movilidad. Trabajó en una empresa ligada a la industria automotriz y ahí empezó a notar que la mujer no era tan parte como el varón; por lo que decidió formar Mujeres al Volante.

Hace más de treinta años, Vilma Azcurra había tenido el mismo objetivo: empezó a enseñarle a manejar a mujeres para que pudieran sacar su registro. Desde estereotipos como que las mujeres “son un peligro al volante” hasta la idea que tienen algunos varones de lo que es manejar bien -a gran velocidad, sobrepasando a otrxs y sin respetar las normas de tránsito sino disputando quién es más macho arriba del auto-, ambas trabajan para desarmar estas ideas y lograr cambios en el ámbito automovilístico.

La brecha automotriz

“Seguro es mujer”, “Andá a lavar los platos” y otras frases similares todavía se escuchan en las calles y autopistas. El prejuicio de que el volante no es un lugar para las mujeres caló tan fuerte que el rubro automotor es uno de los espacios que más necesitan deconstruirse.

“Hay un perfil distinto de mujeres y varones por una cuestión cultural que nos atraviesa. El varón -jovencito especialmente- tiene estímulos de la casa o espejos del padre, que es quien maneja, y esta es una de las razones fundamentales para que las nuevas generaciones marquen una diferencia entre el temor y la audacia”, señala Azcurra y agrega: “Al hombre le llega el auto, la mujer lo tiene que conquistar. El varón tiene permiso de todo. Por eso depende de nosotras que veamos que ya no hay que postergarnos más”.

La cuestión social marca: si bien hay mucha deconstrucción en marcha, todavía hay mucho por trabajar.

Tal como ella afirma, las representaciones que se dan en publicidades, consumos culturales y, sobre todo, en las propias familias refuerzan la idea de que quien maneja es el hombre. De acuerdo a un informe de Chevrolet junto a Quaddity llamado “Exploratorio conductoras, inclusión y género”, la mayoría de las personas que conducen hoy en día contó con figuras que manejaban en su infancia. Sin embargo, solo un 20% tuvo una madre conductora por lo que, en general, esa figura solía ser masculina.

Laura, psicóloga de la Escuela Vilma Azcurra que trabaja -entre otras cosas- en talleres para manejar el miedo al volante, explica: “Los estereotipos, la autoexigencia y la imposición social de que la mujer debe cumplir otros roles -incluso hasta en bromas de 'andá a lavar los platos' y ese tipo de comentarios que todavía se deslizan-, influye a la hora de tomar la decisión de manejar o no. La cuestión social marca: si bien hay mucha deconstrucción en marcha, obviamente que vemos la transformación, pero todavía hay mucho por trabajar”.

Pero la deconstrucción no sólo tiene que venir de afuera. Muchas veces estos prejuicios se internalizan tanto que son los que terminan generando miedos o frustración para manejar. Por eso Azcurra rompe el hielo en su autoescuela con la pregunta sobre los maridos: es un chiste, pero también sirve para empezar a reflexionar sobre algunas cuestiones que parecen dadas y no deberían serlo.

Hace más de 13 años Dietrich trabaja sobre esta temática y las sospechas que tenía sobre las diferencias que hay en la industria automotriz se le confirmaron con distintas estadísticas. A la par que busca generar una experiencia más inclusiva en el mundo de la movilidad y acompañar y aportar conocimientos a las mujeres, analiza qué factores pueden influir en esta brecha de género. En diálogo con Diario Con Vos, enumera cuatro:

“La brecha de género se da por distintos motivos. Uno es historias familiares donde hoy en día sigue pasando que las mujeres observan que otras mujeres no manejan hasta que alguien rompe esa creencia y saca su primera licencia. El segundo es un tema económico: también hay una brecha salarial y la mujer ve más difícil alcanzar a comprarse un vehículo. Tercero, las mujeres al arrancar más tarde a manejar empiezan a tener otros temores que quizás a los 17 o 18 años no los tenes. Y por último, las creencias sociales sobre que la mujer conduce mal limita a muchas que piensan ¿y si es verdad?”.

A estas cuatro razones se suma otra no menor: por haber sido históricamente desplazadas, por los prejuicios y también porque reconocen más lo que les pasa, las mujeres pueden experimentar más miedos a la hora de decidir subirse a un auto por primera vez.

Hasta que las calles sean inclusivas

En su escuela, Azcurra tuvo varios casos en los que las mujeres llegaban después de haber hecho cursos en otros lugares donde habían tenido, según sus palabras, “experiencias traumáticas en el aprendizaje”. Tocar la pierna, hacer invitaciones o comentarios fuera de lugar, avasallar el espacio de quien está aprendiendo. A veces las violencias simbólicas sobre lo que es una mujer al volante pasan a otro plano. Y como si no fuera suficiente con que, per se, hay una relación de poder entre hombre y mujeres, esto se incrementa cuando una está en una situación de inferioridad. “Si estás en un lugar de no saber, esperas que la persona en el momento sea generosa y no un acosador”, enfatiza Azcurra.

Dar vuelta estos preceptos implica no sólo poner al frente de estos espacios a mujeres -o, como bromea Azcurra, “varones deconstruidos”- sino también acercar herramientas para que, además de manejar, estén preparadas para saber cómo responder frente alguna incidencia en la calle o cómo resolver imprevistos de la mecánica del auto.

“Las estadísticas están confirmando que el volante sí es un lugar para las mujeres, porque hubo un crecimiento en lo que es licencias del auto desde que arrancamos con Mujeres al Volante hace 13 años: del 24% pasamos al 28%. Lo que son las licencias profesionales, del 0,7% llegamos al 2% -que sigue siendo muy bajo, pero tiene un crecimiento desde cuando arrancamos-”, asegura Dietrich.
Para conquistar espacios hay que ocuparlos y el auto no es la excepción: llegó la hora de dejar de ceder lugares y elegir si estar en el asiento de la conductora o en el de acompañante.

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