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Columnistas

Machirulopoly, un juego donde la masculinidad gana

Machirulopoly

“Cachos” que reemplazan a los billetes, respuestas que ponen a competir la hombría de lxs participantes y penes como fichas. Con el tradicional Monopoly como base, Tamara y Martín, creadores de Somos Tribu, un emprendimiento de juegos de mesa, inventaron el Machirulopoly, una propuesta que invita a construir masculinidad de manera exagerada, con el objetivo de reflexionar y discutir sobre las formas de socialización de los varones.

La idea surgió en encuentros de varones antipatriarcales y con una premisa fundamental: lo lúdico, desde una perspectiva de género y diversidad, es un gran recurso para abrir debates. Así, decidieron llevar adelante una propuesta que, paradójicamente, exacerba los rasgos del patriarcado, pero como una forma de trabajar en torno a ellos. Desde los elementos que componen la estética (los “cachos” en referencia al cantante, y los penes), hasta las acciones y preguntas que plantean, construyen ese clima. “Este no es un juego para reírse del machirulo, o aleccionador desde una posición lejana o moralista. Al contrario, pretende hablar en primera persona, sabiendo que todes fuimos educados en una cultura patriarcal”, señalan sus creadores a Diario Con Vos y agregan: “El juego es un gran aliado a la hora de tratar temas tan difíciles como el machismo o la violencia de género ya que tiene la particularidad de bajar las defensas. Invita a un momento de disfrute en compañía y es en medio de las risas donde se desarrolla un discurso que pone en jaque el pensamiento patriarcal. Y como es en compañía nos ayudamos entre todes a reflexionar”.

Tamara y Martín de Somos Tribu

A diferencia de otros juegos que tocan temáticas de género de manera más lineal, quizás a través de preguntas y respuestas o proponiendo acciones concretas para debatir, Machirulopoly se edifica desde la ironía. Las discusiones que se generan en cada partido, además, están atravesadas por las miradas y experiencias de quienes participan. Esa fue la táctica que encontraron Tamara y Martín para acercar esta problemática a diferentes audiencias: “Para nosotres que el juego sea divertido es fundamental, porque si no se convierte en manual y aburre. Queremos que los varones se diviertan jugándolo porque el tema hoy repele mucho y es muy fácil no hacerse cargo”.

El proceso

Empezó como parte del juego y quedó en la vida real: cuando alguno de los amigos de Tamara y Martín dice una “machiruleada” los otros responden: “Te ganaste 1000 cachos”. Reversionar un juego como el Monopoly, donde lo que más importa es el dinero, no es casual: en este mundo patriarcal los varones aprendieron a ejercer poder a través de la economía.

En ese sentido, toda la estructura del juego se basa en competir y medirse; en saber no sólo quién piensa de manera más machista sino también quién alcanza los parámetros para hacerlo y el principal, al igual que en la realidad, es el dinero.

El juego es un gran aliado a la hora de tratar temas tan difíciles como el machismo o la violencia de género ya que tiene la particularidad de bajar las defensas.

“La idea fundante del juego es justamente una crítica a la valorización de los cuerpos y cómo nos condiciona al momento de forjar nuestra identidad. Bajo esta lógica los hombres serán más valiosos socialmente mientras más masculinos sean.  ¿Y cómo se mide el valor en este mundo capitalista? Con guita”, explican desde Somos Tribu. De esta forma, mientras más actitudes machistas, más cachos; lo que se traduce en más casas, las mismas que en el tradicional Monopoly, mayor posibilidad de oprimir a otrxs y, por lo tanto, más poder.

Pero los “cachos” no son los únicos protagonistas. Otro elemento fundamental del juego son las fichas que, en este caso, tienen forma de penes y que, de acuerdo a sus creadores, generan tensiones y risas en la misma medida. Aseguran que, a la hora de pensar el armado de la propuesta, “se les impusieron”. “¿Cómo evitar pensar en ellos en esta sociedad falocénctrica?”, afirman Tamara y Martín.

Por último, toda la propuesta lúdica se basa en 12 temáticas que, a su vez, son los principales mandatos que rigen la cotidianeidad en donde construir masculinidad: Poder, Violencia, Sexo, Deportes, Laburo, Músculos, Enojo, Avivado, Bullying, Guita, Intelecto y Facha. La lógica al elegirlas, afirman, es que estas características elevan el valor social bajo la mirada patriarcal: quien tiene más músculos, plata, belleza, sexo, etcétera es mejor y, en este juego, gana.

¿Quién es el más macho?

“Tu hija se prepara para salir con una pollera corta y un escote pronunciado. Le decís: A. No me gusta esa combinación, probá con otra cosa. B. Andá a cambiarte ya, yo no voy a tener una hija trola”. Esta es una de las dicotomías que plantea el juego y que, se espera, se contesten de la manera más machirula posible.

La decisión de incluir preguntas que se tienen que responder de manera machista tiene un argumento: demostrar que todes sabemos cómo reaccionar patriarcalmente porque así nos los enseñaron y se repite sistemáticamente. Además, hay tarjetas de competencia y de suerte. Con las primeras ganan quienes vencen a otres en distintos desafíos, al igual que en la vida diaria, donde los varones aprenden a manejarse en la competencia y la conquista de les demás.

Queremos que los varones se diviertan jugándolo porque el tema hoy repele mucho y es muy fácil no hacerse cargo.

Martín y Tamara explican: “La mirada positiva de esto es que nos motiva a mejorar. Por la negativa decimos que es un gran formador de una mente colonizadora, imperialista y fomenta la rivalidad. Con esto no queremos decir que deberíamos eliminar todos los juegos de competencia, sino revisar la tendencia a vivenciarlo como una cuestión que define valor social con la victoria o la pérdida. Perder valor social para un hombre puede desatar violencias y enojos, no tenemos desarrollado un buen manejo de la derrota. Al contrario, se tiende a humillar al oponente echándole leña al fuego”.

En las segundas, las tarjetas de la suerte, todo depende del azar: se pueden ganar o perder “cachos” de acuerdo a normas arbitrarias y patriarcales, como no ser heterosexual o tener una corporalidad no hegemónica.

Contestar de manera machista para demostrar tu hombría. Competir con otres para confirmar que sos el mejor. Ganar “cachos'' con esas hazañas. Comprar casas y cobrarles impuestos a quienes participan. Envalentonarse de poder, virilidad y dinero. Machirulopoly invita, irónicamente, a ser lo más machos posibles para repensar y deconstruir esas cualidades.

“Nos adentramos en una carrera interminable de comparaciones cruzadas y un sentimiento de que nunca vamos a ser suficientes. La masculinidad se mide comparándola: uno no es masculino, es más masculino que algún otro y permanentemente hay que demostrarlo”, concluyen desde Somos Tribu.