El mundo del queso es mucho más vasto de lo que podemos imaginar. Existen infinidad de factores que pueden modificar su aroma, sabor, textura y consistencia haciendo que haya tantos quesos como la mente dé. Y si nos remontamos a Noruega, vamos a encontrar el queso Jarlsberg, una delicia para disfrutar solo o con acompañamientos.
Si bien el queso Jarlsberg es de Noruega, muchas veces se comercializa como uno suizo, debido a las semejanzas en sus características. Similar al Emmental, pero algo más dulce y fuerte, este estilo no es muy común en nuestro país. Sin embargo, si lo encontramos, es imperdible para probar algo diferente.
Presenta una corteza natural de tono amarillo, encerada, que resguarda un interior de tonalidad amarillo-dorado. Destacando entre sus rasgos distintivos, se aprecia la uniformidad de su color. La textura, de tipo semiblanda, se fusiona con un sabor que recuerda al de las nueces. A lo largo de su pasta se distribuyen de manera irregular pequeños orificios, una característica genuinamente distintiva, ya que la variabilidad en tamaño y disposición de los “ojos del queso” es notoriamente irregular.
Los orígenes del queso Jarlsberg
Este queso nació gracias a Anders Larsen Bakke, un marinero, carpintero, agricultor, empresario, pionero de los productos lácteos y desarrollador de productos noruego, que en 1848 compró la granja Østre Bakke en Våle en Vestfold e inició un negocio de lácteos y quesos.
Bakke murió en 1899, pero fue el agrónomo Ola Martin Ystgaard, quien redescubrió la receta a mediados de siglo XX y en 1960 retomó la elaboración del queso Jarlsberg. Hoy en día, es un emblema nacional y una de las demandas alimenticias más importantes en la exportación noruega.
Con qué se puede acompañar
- Fondues
- Picadas (especialmente con fiambres, vinos y/o cervezas intensas)
- Sándwiches
- Tablas de quesos
- Gratinados
- Entradas con fiambre o ensalada rusa
