Partamos de la base que la Navidad para los niños se ancla en la mentira y el consumismo. Una cosa es jugar a Papá Noel y todo el cuento que lo acompaña y otra es hacer el acting de que Papá Noel existe; es decir, crear una mentira. Y a eso le puede venir adosado el hecho de escribirle una carta a Santa Claus pidiéndole un objeto que es merecido porque el niño se portó bien. Y acá hay que ver qué es portarse bien. ¿Los adultos nos preguntamos si “nos portamos bien” en el año que se va?
Para comenzar, podríamos dejar de repetir la mentira que nos contaron de niños acerca del trineo, los regalos, la chimenea y toda esa sarasa. Armar el arbolito es una linda actividad, pero hacerles creer que un barbudo vestido de rojo y blanco entró de queruza a la vivienda a dejar unos cuantos regalos, es seguir un juego basado en el engaño.
Con respecto al consumismo, ahora que se fue todo al carajo económicamente, podríamos aprovechar para evaluar mejor a la hora de comprar juguetes para bajar unos cuantos cambios. Es una buena ocasión para salir de esa dinámica en donde el niño o la niña abre un regalo tras otro. Con uno alcanza. Y que sea pensado. Y que sea un juego, más que un juguete de plástico. Tomémonos un tiempo para elegirlo conscientemente. Por ejemplo, hoy en día hay muchísimos juegos de mesa nuevos y en especial de cartas, muy interesantes para estimular la mente de forma nutritiva.
Otro aspecto que me resulta chocante y en donde pocas veces pensamos en los niños, es el hecho de juntarse con familiares que no queremos ver pero que “tenemos” que ver. No digo que sucede siempre, pero sí es muy frecuente. Entonces, no solo nosotros nos tenemos que fumar un clima poco amable, sino que también lo hacen nuestros hijos, que ni siquiera eligieron a los integrantes de esas reuniones. Pensemos en ellos y quizás de esa manera nos animemos a no pasar las fiestas con personas que ya no son afines a nuestra forma de ver la vida. Nos haremos un favor a nosotros y también a los más chicos que no tendrán que absorber una energía densa.
Todos estos cambios pueden estar acompañado con diálogos con nuestros hijos en donde podamos expresar nuestro sentir con respecto a las costumbres que traen los festejos de fin de año. Por ejemplo, y volviendo a los regalos, que sepan que el sistema te empuja a gastar constantemente sin ser necesario. Encontrar las palabras para bajar una data que puede llegar a servirles en el futuro. Decirles que gastar dinero en fuegos artificiales es desperdiciar mucha plata que se va en unos pocos segundos. Dinero que podría ser usado inteligentemente en algo que les traiga un divertimento duradero. Y hacer hincapié, sobre todo, en el daño que les provocan esos sonidos estruendosos a los perros. Vivimos entre perros. Amamos a los perros. Cuidamos a nuestros perros. Pero en Navidad y año nuevo tiramos petardos haciéndolos sufrir solo porque nos resulta entretenido hacer ruido a las doce de la noche. ¿En tan divertida esa situación? ¿No son más bien molestas las explosiones? ¿Vale la pena gastar dinero y atormentar a los animales? ¿Qué mensaje les estamos bajando a nuestros hijos? Si pensamos un segundo seguramente dejaremos de hacer estos automatismos que marca “la tradición” para empezar a celebrar un año nuevo virtuosamente.