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Columnistas

Poder decir “no”

decir no

Cada vez que se da una situación con mi hija en donde hay algo para detenerse y observar, me lleva a pensar y transpolar esa misma temática al mundo de los adultos. En este caso, ella iba a vivir un día especial en su escuela. Conocería un salón nuevo al cual va a ir el año que viene. Con compañeros y compañeras más grandes. Si bien ya conoce el lugar, el hecho de cambiar de salón y de dinámica diaria, le trajo nerviosismo. Ya me lo venía expresando los días anteriores. Y cuando llegó el momento, se angustió tanto que no quiso entrar. Entonces, tanto de parte de las guías de su escuela como de mí, le dimos el espacio para que se tranquilizara y lo pensara hasta que, finalmente, decidí con ella que no era el momento y no fue.

Podría haber tratado de convencerla para dejarla en la escuela y así yo seguir con mis ocupaciones del día. Pero creo que era muy importante que ella supiese que siempre está la posibilidad de decir que no a algo que no desea hacer porque emocionalmente no está preparada. Y que se repete esa negativa, algo que no suele pasar cuando el niño o la niña expresan que no quieren ir al colegio, por ejemplo. Porque hay una razón detrás de ese “no” que está bueno que sea escuchada. En este caso, tenía que ver con el miedo a lo nuevo y no con colegio en sí, porque ella asiste a una escuela libre en donde juega y es feliz. Pero cuando los niños dicen que no quieren ir a un colegio tradicional, del sistema, probablemente estén expresando un rechazo lógico a una forma nefasta de enseñar. Claro que, en ese caso, la solución no es tan sencilla, porque ahí hay que replantearse a dónde uno está mandando a sus hijos a que pasen casi todo el día, casi todos los días.

Pero volviendo a la posibilidad de decir que no, si vamos al mundo de los adultos, podemos encontrarnos con que ese “no” muchas veces no es escuchado ni respetado hasta por nosotros mismos. Nos obligamos a hacer cosas que no queremos por miedos. En muchas ocasiones, tiene que ver con el dinero. Como hay que ganar plata para sostener un nivel de consumo, eso que no queremos hacer se tiene que hacer igual. El “no” interno y profundo es tapado y olvidado porque “no nos queda otra”. Preguntarnos qué es lo que verdaderamente queremos hacer lleva a la incertidumbre y no queremos lidiar con eso. Y así estamos años sin prestarle atención a lo que no queremos hacer sin descubrir lo que sí queremos hacer.

Y a esto hay que sumarle lo que el sistema nos impone y nos obliga a hacer a pesar de que no queramos. Por ejemplo, si uno no desea ir a votar, ese “no” será penado, así que por miedo a que nos multen iremos igual. Así con un montón de reglas e imposiciones que pasan por arriba de lo que verdaderamente queremos hacer.

Como conclusión, creo que habría que ser cuidadosos y abrir la escucha a lo que nuestros hijos e hijas nos expresan que no desean realizar. Dejar de lado ese automatismo que nos lleva a pensar que “se tiene que hacer igual”. Saber que detrás de ese “no” hay mucha información. Y de paso, no está de más también escucharnos a nosotros y respetar lo que no queremos hacer para, justamente, no hacerlo más.  

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