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Columnistas

La imaginación

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Vivimos en un sistema que constantemente conspira en contra de la imaginación. Solo basta mirar a la gente en la vida diaria observando sus teléfonos simplemente recibiendo información. Un scroleo interminable que nos pone en una situación de pasividad total. Y si emitimos algo es en función de lo que estamos viendo ya armado y terminado. Somos simples receptores de una data que nos mantiene atrapados y que, en gran parte, no nos aporta nada. Distracción constante para que nuestro ego se mantenga alimentado en pos de consumir lo que otros digitan.

Los niños y las niñas no están ajenos a esta dinámica. A los cuatro o cinco años ya empiezan a familiarizarse con las pantallas y a medida que van desarrollando el intelecto el enganche va en aumento. Paralelamente, hay una fuerza innata que es la de la imaginación y que está bueno que se desarrolle y que no sea tapada por una tecnología alienante.

Pienso que, en el caso de la imaginación en la infancia, menos es más. Una caja de cartón, una tijera y un pegamento pueden disparar la creatividad. También creo que la naturaleza es el ámbito ideal para que surjan las ideas. Solo basta verlos jugar en un parque para darse cuenta de que es por ahí. En la ciudad está todo estructurado y masticado. Lleno de estímulos que alimentan la ansiedad por querer más y más de vaya a saber uno qué.

En las escuelas y en la educación tradicional que propone el sistema, hay poco campo fértil para estimular la imaginación. Así como sucede con las pantallas, los niños quedan pasivos recibiendo información de maestros y maestras que hablan por horas y horas. El juego no tiene lugar y, por ende, la creatividad está tapada.

Como padres y madres, podemos ayudar a que aparezcan situaciones propicias para desplegar las ideas que nazcan directamente de la mente de nuestros niños. Por ejemplo, emplear disparadores alocados para ver qué surge. Preguntas incoherentes, personajes inventados que se nos ocurran para interactuar, comentarios que salgan de lo usualmente esperado, etc. Seguramente el resultado será divertido y asombroso, porque cuando los chicos se mandan sin filtro, aparece la magia. Y al mismo tiempo, si le damos cabida a este tipo de interacciones nos estaremos conectando nosotros también con ese espacio maravilloso de imaginación y creatividad.

Será beneficioso salir del acuerdo. Romper la estructura dará lugar a que aparezca algo genuino, nuevo y propio de nuestro ser y del de los niños y niñas. Porque sino, estarán repitiendo algo que vieron y escucharon siendo marionetas de creaciones ajenas que muy probablemente tengan una intención funcional al sistema.

Para dar un ejemplo, recientemente comencé un proyecto de audio cuentos infantiles en donde participan niños interpretando personajes. En un primer momento pensé en darles unas líneas ya escritas para que las actúen. Pero luego, se me ocurrieron unos cuantos disparadores que dejaban el campo abierto para que se mandaran con sus ideas. El resultado fue genial y muy divertido, tanto para ellos como para mí. Si hubiesen simplemente leído lo que yo les daba escrito, la propuesta hubiese sido acotada.

Por eso creo que es importante condicionar lo menos posible. Si estamos atentos y lo logramos, el resultado será sorprendente y gratificante. Experimentarán la magia de imaginar y crear algo propio, algo que emerge de ellos y ellas y no del afuera.

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