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Columnistas

Cada cual a su fantasma

fantasma

Es noviembre y llueve en Buenos Aires. Camino esquivando charcos y las gotas se arrastran como felinos agazapados, por mi frente. Después caen y no dejan moraleja. Detrás de cada máscara se esconde alguien asustado. Todos tenemos miedos. Todos somos niños y niñas que no sabemos demasiado bien qué decir o hacer. Después buscamos en donde podemos, y encontramos, algo. ¿Quién te dijo que necesitás todo eso para ser feliz? ¿No es, acaso, información prestada, sueños prestados, ambiciones prestadas? Como si fuera palabra de dios, todos repetimos al final: te alabamos señor. Y que venga esa información, esos sueños, esas ambiciones. En fin: esa construcción de cosas que no sabemos si queremos pero que desesperadamente buscamos debajo de cada adoquín y detrás de cada puerta, nos termina desvelando. Parece inevitable. Nunca se sabe qué encontrará uno tras una puerta, dice Albert Espinosa, quizá en eso conste la vida, agrega, en girar pomos. Hermoso. Aunque no es tan así, pienso, en la realidad: ahora nadie parece querer abrir las puertas, sino ver a través de ellas antes de abrirlas.

Por estos días todo es político. La forma en la que vivimos, las cosas que decimos y comemos, las que pensamos y las que no. Y después se pasa el arroz. Dos señoras hablan en la cola del mercado. No oigo lo que dicen pero parecen molestas. Están molestas. Una le muestra a la otra un paquete de galletas y hace gestos con la mano como que es muy chico, y la otra abre los ojos y niega con la cabeza, indignada. Sale el sol: día peronista dice mi vecino con una sonrisa. Todo es político. Me refugio en un libro: Una misma noche, de Leopoldo Brizuela. Es político, todo es político. El que quiera creer lo contrario, bueno, vivirá equivocado o en algún mundo subterráneo. ¿Se imaginan vivir en un lugar en el que la política tenga la misma relevancia que el resultado de una quiniela a la que no le jugamos? Está tan viva Argentina, que cuando la sospechamos agonizando, o cuando la presentan sofocada y a punto de tirar la toalla, ella está saltando radiante bajo la lluvia en cualquier esquina.

Estamos en rojo, sobre girados de información, atentos al todo, lo cual es a nada, y en vías de perder la capacidad de discernir qué si y qué no. El que mucho abarca poco aprieta. Bloqueo el celular, lo mismo que ponerle el seguro a un arma, y después suspiro sumido en una falsa tranquilidad. La información, exacerbada, nos llega con esquirlas y sangre. La alegría no vende, dicen, tan solo genera envidia, y después nos lanzan uno tras otro los escándalos, el ruido, la orquesta del Titanic, la sangre que gotea lentamente formando un charco sobre la punta de nuestros propios zapatos. Tiemblo, aunque eso, claro, no soluciona nada. Todo es político y si todo lo es, nada termina siéndolo. Y nos acomodamos ahí, nos relajamos en el descontrol, ponemos las alarmas, los seguros, las cuatro llaves, miramos para los costados, miramos las noticias y nos sube la presión, y al final sonreímos como si todo eso fuera lo más normal del mundo que, aunque lo es, es también un disparate. Decimos lo que debemos bajo amenaza, y actuamos en consecuencia y a punta de navaja mostrando todo eso en cada gesto y en cada instante, así como Juan Diego sostuvo desde abajo y mostrando, la viva imagen de la Virgen de la Guadalupe, como un triunfo o un presagio.

Encuentra lo que amas, escribió Charles Bukowski, y deja que te mate. ¿Usted cree que sí vive en la realidad? ¿Cuánto hay de realidad en todo esto, en toda esta construcción de la que somos parte, y en la que estamos tan sumergidos que no podemos distinguir qué es cierto y qué es construcción? ¿Cuán real es un mundo construido sobre una fantasía de publicidades que intentan vendernos cosas que no necesitamos y que nos crea una imagen de lo que deberíamos ser; un mundo con pastillas, millones de pastillas para sentirnos mejor, mas sonrientes, menos dolorosos, y un mundo con medios de comunicación, internet, todo dispuesto como un abanico interminable en pos de que nos evadamos de la realidad cruda y desnuda, y vivimos en cambio en burbujas, en recreaciones? Todo es político y nada lo es; que lo que pensamos no nos distraiga de lo que somos. Dejó de llover y ahora noviembre nos regala un sol tremendo. Al final, a la guerra vamos solos aunque vayan muchos, y tarde o temprano cada cual persigue a sus propios fantasmas.

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