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Columnistas

Taylor cumple, las swifties dignifican: el fandom como movimiento político

Taylor Swift

Alejandro Balde, lateral izquierdo del Barcelona, cometió un error. “No me gusta la música de Taylor Swift”, declaró, con toda inocencia. Fue una opinión más entre otras en una entrevista que en su momento pasó desapercibida, nada trascendental. El problema es que en Internet, lo que uno dice, vive para siempre: cuando se abrió la competición para el Golden Boy 2023 (premio al mejor jugador sub 21 en Europa), el español lideraba la votación hasta que alguien rescató del olvido esa declaración de no-apoyo a la cantante estadounidense. Lo que siguió fue su ruina: con “tuitazos”, hashtags y demás movidas, el pueblo swiftie impulsó la postulación del inglés Jude Bellingham. Así, en pocos días Balde pasó de tener el 43% de los votos a arañar el 8%, mientras que el volante del Real Madrid subió del 30% al 80%. El premio se entrega en noviembre, y Bellingham ahora es el gran candidato a ganarlo. Balde, en tanto, quedó relegado tras Jamal Musiala del Bayern Munich y algunos futbolistas más. El 3 culé la cagó por no conocer una de las primeras reglas de las redes sociales: nunca, bajo ninguna circunstancia, hablarás mal (o, como en este caso, no hablarás bien) de Taylor Swift.

Lo de las swifties (se mencionará al fandom en este texto usando el femenino por una cuestión de mayoría; está claro que también hay muchísimos varones que adoran a la rubia) como movimiento social integrado y -a su manera- comprometido es cosa seria. No sólo se cargaron a Balde: también intervinieron en elecciones en Estados Unidos, bajaron candidatos y levantaron a otros, defendieron causas que consideraban nobles. Su organicidad es notable: en cuestión de minutos se ponen de acuerdo sin hablarse y van tras quien quieran ir, y así es como una estudiante secundaria de Alabama, un repartidor de pizza de Tailandia y una recepcionista de General Pico terminan trabajando juntos para torcer una votación en Europa sin que siquiera medie orden explícita de la jefa espiritual. No debe haber entidad formal que logre semejante coordinación en todo el planeta.

En estos días la comunidad swiftie argentina se involucró en el proceso eleccionario, de cara al balotaje del 19 de noviembre. Lo que se dice que pasó: el fandom se expresó contra Javier Milei. Lo que realmente pasó: alguien abrió una cuenta de X en nombre del fandom (Swifties Contra LLA), se autoimpuso como la voz del grupo y -a juzgar por la repercusión mediática- logró convencer al público general de que las fans de Taylor Swift iban a votar masivamente a Massa, valga la cacofonía. El argumento que dio la persona que maneja la cuenta fue una cita de la artista: en el documental Miss Americana, Swift insta a sus seguidoras a estar “del lado correcto de la historia”. Ese lado sería el de las causas que ella defiende, las cuales se pueden verificar en otra cita suya que se usa en el comunicado: “Siempre he emitido y siempre emitiré mi voto en función de qué candidato protegerá y luchará por los derechos humanos que creo que todos merecemos en este país. Creo en la lucha por los derechos LGBTQ y que cualquier forma de discriminación basada en la orientación sexual o el género está mal”. Milei dio sobradas pruebas de no encajar en esa definición, con lo cual no hay mucha duda de que Taylor no lo votaría ni mamada, con lo cual las swifties menos todavía.

Algunos se lo tomaron a la chacota (la candidata a vicepresidenta Victoria Villarruel subió la apuesta y se metió con los fans de BTS, otro error estratégico) porque, dale, qué efecto puede tener lo que digan las fans adolescentes de una cantante norteamericana en una elección argentina. No obstante, los antecedentes dicen otra cosa: más todavía en un comicio que asoma peleado, no parece buena idea -hablando mal y pronto- ponerse de culo a las swifties.

Que lo diga Horacio Rodríguez Larreta si no, que cuando todavía peleaba la interna con Patricia Bullrich -hoy porrista de Milei- se declaró swiftie en TikTok. Claro: era un señor grande y calvo queriendo seducir al fandom desde su absoluta falta de carisma y se le terminaron viendo los hilos, con lo cual a los pibes les dio más cringe que ganas de votarlo. Pero el intento se hizo: ¿Cómo pueden venir mal unos votos teen extra? Cuando hay hambre no hay pan duro.

Seguramente el alcalde porteño, o más bien su equipo de campaña, habrá estado al tanto del peso que tuvieron las swifties en la elección de Gabriel Boric en Chile. El presidente trasandino tuvo la suerte opuesta a la de Alejandro Balde: un tiempo antes de ser candidato se había expresado a favor de la cantante, cuando llegaron las votaciones las swifties descubrieron el apoyo y así nació @swiftiesxboric, la cuenta de X que organizó el fandom detrás del candidato de izquierda y participó activamente en su promoción. No sólo gracias a las fans de Taylor Swift, pero en parte gracias a las fans de Taylor Swift, Boric derrotó al derechista Kast.

Todo esto, como dijimos, sin que la líder abra la boca. No sólo no es de andar manifestándose sobre la política de otros países: ni siquiera habla demasiado sobre la del suyo. De hecho no se había metido en estas cuestiones (y se la criticaba por ello) hasta que en 2018 salió del closet progre con su apoyo a los candidatos demócratas en una elección a senador por el estado en el que se crió, Tennessee. Aquello no funcionó tan bien: la contienda la ganó Marsha Blackburn, candidata republicana, porque Taylor importa pero tampoco hace milagros. Sin embargo, a partir de ese acto su influencia en cuestiones sociales fue creciendo más y más, al punto que referentes de la alt-right (el nombre canchero que le pusieron al fascismo en Estados Unidos en este siglo) la eligieron como blanco. Por ejemplo, hace apenas días la comentarista conservadora Tomi Lahren se despachó largo y tendido sobre las “opiniones políticas zurdas y descerebradas” de Swift. 

De aquella opinión en adelante eligió con mucho cuidado sus peleas. Más que apoyos explícitos a dirigentes, lo que hizo fue militar las causas que la movilizan (la excepción más notable fue haber bancado a Joe Biden por sobre Donald Trump en las elecciones presidenciales de 2020). No es que ella señale a quién votar: es que instaló una doctrina y el pueblo swiftie a escala global defiende a quienes la respeten y ataca a quienes la quiebren. Por eso Massa sí y Milei no.

Uno de los primeros que la vio fue el candidato a gobernador por Virginia en 2021, Terry McAuliffe. Para entender la movida del demócrata hay que saber que en ese momento Swift estaba en plena guerra con Scooter Braun, un representante de artistas que -contra la voluntad de la cantante- compró los másters de sus primeros seis discos, dispuesto a sacar un buen dinero por las regalías. Para evitar eso Swift viene regrabando de punta a punta esos álbumes, a efectos de que sus fans escuchen las Taylor’s Versions (por las cuales ella obtiene dividendos, y no Braun) en lugar de los originales. ¿Qué hizo McAuliffe, entonces? Se enteró de que su contrincante republicano Glenn Youngkin había trabajado en la empresa de Braun en el momento en el que éste compró esos másters, y lo mandó al frente con avisos de Facebook e Instagram que decían sólo eso: “¿Sabías que Youngkin ayudó a comprar los másters de Taylor Swift?”. Al demócrata tampoco le alcanzó: perdió por poco. A Braun le fue bastante peor: ya lo abandonaron Ariana Grande, Demi Lovato, J Balvin y unas cuantas estrellas más (el único número fuerte que le queda es el carnero Justin Bieber).

Cada gesto político de la autora de “Bad Blood”, por mínimo que sea, arrea multitudes. Otro ejemplo: en septiembre pasado le dijo en X a sus fans que se aseguraran de registrarse para votar en las elecciones presidenciales de 2024 en su país. Ese día las visitas de vote.org subieron un 1226% y se alcanzó un récord de registros con más de 32 mil personas anotadas.

Por esto, los políticos estadounidenses se están tomando muy en serio a las swifties como target. La mayoría de las fans viven en los suburbios, territorio donde el voto históricamente ha oscilado entre demócratas y republicanos, y por edad representan cerca del 31% del electorado. Según una encuesta, el 72% de las personas de entre 18 y 29 años en el país del norte tienen a Swift muy bien considerada, y entre ellas, el 21% incluso dice que la votaría por sobre Biden o Trump si fuera candidata (salvando las distancias, un posible equivalente local sería Lali… con quien Milei también se peleó).

Con estos datos sobre la mesa, el favoritismo del pueblo swiftie local por el candidato de Unión por la Patria no sería para despreciar. La cantante está a punto de visitarnos: el 9, 10 y 11 de noviembre trae su Eras Tour al estadio de River. Esos tres conciertos representan una masa de 225 mil voluntades (cerca del 35% de los votos que sacó Myriam Bregman el domingo pasado), más los que quedaron afuera, más los que se van a sumar por la manija que habrá mientras la rubia pasee por Buenos Aires. De vuelta: en un comicio que probablemente se defina sobre a sobre, el apoyo de un fandom gigantesco que se organiza sin mucho drama para subir o bajar candidatos no es menor. Si Massa llega a ganar -pongámosle- por 200 mil votos, ya sabemos qué tendrá que sonar en el bunker.