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Columnistas

Pop adolescente y polémica: 25 años de "...Baby One More Time" de Britney Spears

Britney Spears

Una menor vestida de colegiala sexy pidiendo que le peguen: se ve que el fin del siglo pasado era un tiempo diferente.

Esa descripción, real pero un poco tendenciosa a propósito, responde al video de “...Baby One More Time” de Britney Spears, canción que hoy cumple 25 años, nueve más de los que tenía la intérprete en el clip del que hablamos.

La tentación está pero hay que tratar de huirle: analizar todo lo que implicó aquel fenómeno desde la moralidad de esta época de (post) cancelaciones y terminar desgarrados por el enhebramiento de burradas es una posibilidad que, conociendo los vericuetos, conviene evitar o por lo menos moderar.

Porque sí, Britney era una nena y cantaba “pegame, bebé, una vez más” y mostraba mucho el ombligo, y es cierto que atrás estaba el infaltable grupo de hombres blancos heterosexuales de mediana edad, pero también es verdad que el concepto del video fue idea suya, que la ropa la eligió ella y que la frasecita del golpe no es una apología de la violencia doméstica ni del sadomasoquismo sino un pifie de un compositor que hablaba inglés como si hubiera aprobado justito el First Certificate. “...Baby One More Time” fue, como casi todos, un evento complejo.

A los 16 Britney ya era una veterana del show business. Iba a clases de baile y canto desde los tres años, había trabajado en un musical, tenía un par de publicidades en el currículum y ya había pasado por el Club de Mickey Mouse, programa de TV en el que compartía pantalla con Christina Aguilera, Justin Timberlake, Ryan Gosling y Keri Russell. Estuvo a punto de unirse a una banda de chicas con las que al final no pasó nada (Innosense: su tema con más plays en Spotify tiene 84 mil), pero alguien le vio potencial y firmó para ser solista.

Britney quería grabar música “onda Sheryl Crow”: digámosle rock pop suave de contenido, influenciado por la música de raíz del sur estadounidense. Sus productores, en una movida que con el tiempo se probó acertada, le dijeron que ni a palos: lo suyo sería un pop hecho y derecho, teen, moderadamente electrónico y siempre alegre o a lo sumo romántico. Ella no se resistió: “Tiene más sentido ir para el lado del pop, porque puedo bailar con él. Es más como yo”.

La interpretación de la época era eficaz: la música mainstream se mueve en ciclos anímicos, y así como el grunge y el alternativo había desplazado el desparpajo goma del glam metal, ya venía siendo tiempo de que algo corriera del centro del escenario todo ese bajón. Se estaba cocinando una nueva era de pop para adolescentes hartos de ver a sus hermanos mayores deprimidos y querían moverse, divertirse, en lo posible darse unos besos y -sobre todo- idolatrar irracionalmente a personas de su misma edad.

“...Baby One More Time” le abrió la puerta a todo eso, y el cambio se vio al instante: quienes crecimos en los 90 informándonos sobre música en MTV empezamos a ver cómo se iban colando tímidamente unos Backstreet Boys, unos NSYNC, una Christina cada tanto entre nuestros Pearl Jam, Smashing Pumpkins y, bueno, Creed (convengamos que el rock tampoco hizo mucho para conservar la corona). Britney no inventó el pop juvenil pero sí lo refrescó, le dio la imagen justa para el cambio de milenio y, sí, le sumó un componente hormonal.

La sexualización de adolescentes tampoco empezó con ella: en Argentina, por ejemplo, nos habíamos pasado toda la década viendo “lolitas” (modelos de 14 años en bikini; Nicole Neumann, Carola del Bianco, Deborah de Corral y varias más) en la tapa de Gente y Caras. Sin embargo, sería una estupidez negar que su atractivo fue uno de los tantos secretos de su éxito: convertida en objeto aspiracional, las chicas querían ser como ella y los varones querían, digamos, estar con ella (aunque la negaran como artista: en el rock machazo salía mucho alabar su físico y ningunear su música, y acaso escucharla a escondidas).

Acá es donde hay que hacer una salvedad con respecto a los mandatos industriales, porque la hipótesis de que una parva de señores la empaquetaron como femme fatale para el consumo de otros señores choca contra la realidad de que ese primer video suyo, el de “...Baby One More Time”, es como es porque a ella le pintó, y el conjuntito de colegiala hot lo tiene puesto porque ella quiso.

La primera idea para el clip era que fuera con la cantante interactuando con personajes animados, como para atraer a un público muy jovencito; Britney no quiso saber nada y propuso que el video reflejara una realidad más cercana a la suya y la de sus fans. Quiso que la filmación fuera en una escuela secundaria (dato de color 1: es la misma en la que se hizo la película Grease del 78, Con John Travolta y Olivia Newton-John) y que hubiera escenas de baile: todo eso fue idea suya.

El director Nigel Dick (dato de color 2: es el mismo que dirigió los videos de “Welcome to the Jungle” y “Sweet Child O’ Mine” de Guns N’ Roses, “Wonderwall” y “Champagne Supernova” de Oasis y “Believe” de Cher, entre muchos otros) vio el filón y compró, y lo mismo hizo con la propuesta de outfit que le acercó el talento: él quería ponerle un jean y una remera, y Britney dijo que por qué mejor no se ponía una pollerita y una camisa anudada sobre el pupo, y se hacía unas trencitas (dato de color 3: todo el atuendo se compró en un supermercado y costó 17 dólares).

La icónica imagen de la alumna de colegio privado mandando al frente su capital erótico recién descubierto no fue una fantasía de cuatro gordos del sello ni del videasta: fue su criatura. Y la potenció con su proyección pública posterior: mientras declaraba que quería llegar virgen al matrimonio como buena chica cristiana que era, se sacaba fotos como la de su primera tapa de Rolling Stone, donde se la veía en ropa interior vintage, tirada sobre una cama.

Y en un fantástico caso de that escalated quickly: en 2000 cantaba “no soy tan inocente” envuelta en cuero rojo (“Oops!... I Did it Again”), un año más tarde gemía y decía “soy una esclava para vos” (“I’m a Slave 4U”) y dos años después directamente se apretaba a Madonna.

Es bastante posible que haya sido -aunque lo negara en “Oops!...”- un poco inocente en cuanto a su invento, y que la maquinaria musical haya dicho “clink caja” y la haya empujado a subir la apuesta hasta un punto difícil de sostener. Pero aquel debut suyo no era el detallado plan libidinoso que hoy parece: era una canción de enamoramiento teen no correspondido como tantas otras, apoyada por un video en el que una adolescente se comportaba como una chica de su edad. Claro que la letra tampoco ayudaba: “pegame, bebé, una vez más” era un estribillo mucho más sumiso que empoderante, pero -de nuevo, pese a lo que se cree- no nació de un proyecto maléfico sino de… una confusión.

El compositor del tema es sueco: Max Martin, una fabriquita de hits responsable de “I Kissed a Girl” de Katy Perry, “Shake It Off” de Taylor Swift, “Can't Feel My Face” de The Weeknd y un larguísimo etcétera. Martin es, al día de hoy, el tercer autor con más números uno en la historia del Billboard Hot 100: tiene 25, y sólo lo superan Paul McCartney con 32 y John Lennon con 26.

Cuestión que el muchacho nórdico escribió esta canción y se la dio a los Backstreet Boys, pero estos no le vieron pasta. Tampoco la quiso el trío TLC. Tampoco la casi olvidada boy band inglesa Five. Pero sí la quiso Britney, por suerte para ella y todos los involucrados.

En la voz de una chica de 16 años, la frase “pegame una vez más” suena chocante, mucho más que si la cantara un varón, pero no fue intención de nadie que tal cosa pasara: Martin, no muy familiarizado con el idioma inglés, quiso decir “llamame otra vez” en un slang incorrecto, como en “pegame un llamado”. Quedó raro y algunos no lo entendieron y se indignaron, pero el éxito llegó igual.

Todo lo que vino en los siguientes 25 años para Britney fueron siete vidas en una: estrellato absoluto, noviazgos y matrimonios fallidos, hijos, dificultades con su salud mental, tutela paterna floja de papeles, ocho discos y otros tantos singles de mayor o menor repercusión y un presente raro en el que -a juzgar por lo que se ve en su Instagram- no se la ve muy centrada.

Su carrera se volvió errática entre tanto ajetreo personal, pero aún a los golpes logró construir una obra sólida: “(You Drive Me) Crazy” a “Work Bitch”, de “I’m Not a Girl, Not Yet a Woman” a “Toxic”, su lista de hits es larga y diversa en lo artístico. Más de una vez los malintencionados quisieron pintarla como una marioneta de la industria pero ella demostró lo contrario: ya desde “... Baby One More Time”, el big bang del pop del tercer milenio, dejó en claro que -aún con sus vaivenes- el traje de damisela en apuros no le ajustaba: mejor pollera y ombligo al aire y a bailar hasta morir.