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Política

El búnker de La Libertad Avanza: la soledad de Lilia Lemoine, los bifes de la ultra derecha y las visitas ilustres

Milei Macri la libertad avanza

A las 18 y algo, cuando apenas cerraron los comicios, Norberto Horacio y Alicia Luján, los padres de Javier Milei, eran los primeros invitados al convite. Ingresaron sin hablar, pero sonrientes para acompañar a su hijo que los esperaba en el piso 21 del hotel Libertador, donde ya había pasado la primera de las dos noches que tenía reservada.

La militancia afuera esperaba el triunfo. Disfrazados de transformers, o el hombre “motosierra”, cantaban “Argentina sin Cristina”. El DJ Maxi Trusso fue una de las primeras figuras en acercarse. “Voté por acá y vine a acompañar. A mí me gusta la vanguardia y Milei es eso”, explicaba.

Arthur, un empresario peruano que había viajado especialmente a la Argentina (y por primera vez) había llegado con la firme intención de ver ganar al libertario. Venía de recorrer Florida y vender a 1080, su último índice. A su lado, charlaba con un empresario agropecuario de la libre portación de armas. “En Perú somos fanáticos de Javier”.

A los minutos llegaron Ramiro Marra, quien haría su primera de las tres arengas de la jornada al público. Agustín Romo, director de comunicación, espiaba el celular a ver si había algo. Lo sabía, pero no lo decía. Solo un rato después, saldría el primer diagnóstico y no de su boca: “Estamos palo a palo con Massa. No hay nada en primera vuelta”. 

La llegada al bunker de Córdoba y Maipú se iba completando con los principales referentes. Juan Nápoli, candidato a senador por la Provincia de Buenos Aires, se mostraba exultante. Los técnicos de TV insultaban por la organización y por el poco espacio que había cuando Guillermo Francos, eventual ministro del Interior, daba su primera conferencia.

Afuera la militancia gritaba “la casta tiene miedo” y “qué se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Adentro cada vez había menos dirigentes, que empezaban a guardarse más de lo que LO hicieron en las PASO. No había euforia como aquella vez.

En el medio ya aparecían, optimistas, los miembros de la ultra derecha internacional. “Cuando escribas, poné que soy la ultra derecha, no la derecha, por favor”, me exige Eduardo Bolsonaro, diputado e hijo del ex presidente brasileño. “Ser la derecha es ser tibio”, me aclara, antes de decirme que habla perfecto español por haber sido ex coordinador de viajes de egresados en Bariloche.

Junto a él llega Hermann Tertsch, Eurodiputado y uno de los principales referentes de Vox en España. Espera ganar hoy en primera vuelta. Viajó junto a una comitiva que incluye referentes de Uruguay y Perú. De la ultra derecha que no es tibia. 

La que sí llega sola es Lilia Lemoine, todavía confundida por el episodio en el centro de votación. Me admite que no tuvo una buena semana. No se saludará con casi nadie, ni siquiera se acercará a la valla. Es una de las pocas que no lo hace. Luego desaparecerá, aún en plena arenga final de Javier Milei. Será la única referente, miembro fundadora, que no estará arriba del escenario donde están todos (y aún habiendo estado hace pocos días en el Movistar Arena) y en el que Milei invitará a Juntos por el Cambio a ser parte de lo que viene. Antes, se iría enojada de la explanada del hotel al interior en medio de la entrevista con Radio con Vos. No duraría mucho tiempo. Adentro del hotel. Porque el enojo seguiría por la noche en Twitter.

Los resultados que empezaban a llegar no eran buenos. O al menos no los esperados. Reinaba el pesimismo y otra vez Marra iría a arengar. Victoria Villarruel, una de las últimas en llegar, se les sumaba. Marcela Pagano haría lo suyo también, entre selfies. Juampi, un referente de Almirante Brown y metalúrgico, juraba que aún tenía “esperanza”. Todos esperaban que baje Javier Milei para hablar.

Lo que era ilusión, expectativa, empezaba a transformarse en fastidio con el correr de las horas. “Dale, que baje Javier que tengo que ir a laburar”, gritaban cuando ya eran pasadas las 22.30. Otros les pedían paciencia y cambiar el foco: “hoy es su cumpleaños, hay que bancarlo”.

Hacía un rato que los miembros de Vox ya estaban resignados y con hambre. “Parece que gana Massa, ¿no?”, me dice Tertsch, mientras masticaba. Habían bajado del primer piso del bunker para cenar un bife con papas fritas en el lobby del hotel, donde todavía habría lugar para un capítulo más: la aparición de Fátima Florez, quien decidiría no salir a la calle a acompañar a su pareja en la arenga final en el escenario montado sobre Maipú y Córdoba. En cambio miraba desde la ventana, mientras espiaba el discurso de Sergio Massa en la televisión. Pantalla dividida. 

Carlos Kikuchi, el operador en las sombras, se mostraba optimista. “El objetivo era el balotaje”. Ariel Diwan, quien perdió en Morón, volvía a abrir los brazos buscando explicación. El Dipy decía no entender lo que estaba pasando. El reino de la confusión y la búsqueda de una explicación coherente y hacia adelante convivía con los platos calientes en el lobby y mientras aún la ultra derecha de visita, no sabía si pasar a convivir con la tibieza. Así terminaría la noche. 

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