Domingo, 28 de Abril de 2024 Cielo claro 9.5 °C cielo claro
 
Lunes, 11 de Octubre de 2021 Cielo claro 9.5 °C cielo claro
 
Dólar BNA: $918
Dólar Blue: $1055
Columnistas

Cómo es Hackney Diamonds, el nuevo disco de los Rolling Stones

Para sacar un disco de canciones nuevas, estos Rolling Stones de más de ochenta años se enfrentaban a un dilema. Alguno dirá “son los Rolling Stones, pueden hacer lo que se les cante” y es cien por ciento cierto, pero para eso primero tienen que saber qué se les canta, porque no era tan fácil ni tan evidente saber para dónde encarar.

Si intentás un “regreso a las fuentes” y querés sonar bardero, cachondo y falopero como cuando tenías treinta, es muy probable -seamos buenos- que no te salga y termines autoparodiándote. Si querés hacer blues purista vas a dejar contentos a un par de ortodoxos pero te vas a repetir, porque para eso sacaste Blue & Lonesome en 2016. Si tratás de parecer “joven” y en sintonía con la música contemporánea, casi seguro te la pegás de frente contra un Scania como pasó en temas como “Might As Well Get Juiced” de Bridges to Babylon (1997). Entonces sí, podés hacer lo que se te canta, ¿pero qué se te canta? La respuesta: de todo eso, un poquito (sin romper nada).

Hackney Diamonds, primer disco de composiciones originales de los Stones desde A Bigger Bang de 2005, es un repaso por todo lo que el grupo puede y sabe hacer, en un entorno controlado. Hay un sentido de elegancia y prolijidad que recorre todo el álbum y le da orden (del lado positivo) y previsibilidad (del otro lado) a lo que se escucha, pero de nuevo: es posible que no hubiera mejores alternativas.

El mérito ahí es de Andrew Watt, el productor que Paul McCartney le recomendó a Jagger, un muchachito neoyorquino de 32 años que se hizo un nombre trabajando con Justin Bieber y después le sacó jugo a las piedras con una fauna variopinta integrada por Dua Lipa, Ozzy Osbourne, Eddie Vedder, Post Malone, Elton John y -entre muchos otros- Iggy Pop. Con la Iguana lanzó este mismo año Every Loser, un disco con un concepto similar al que se usó acá: el del desparpajo cuidado que te hace sonar roots sin irte al pasto. 

Por todo esto, Hackney Diamonds es un disco stone en esencia, con rasgos reconocibles y disfrutables, un punteo de su currículum y de las virtudes de todos ellos (recordemos: nos quedan dos fundadores y un histórico) como músicos y como compositores; lo que no sobra son excesos, picos de goce desbordado, momentos tribuneros para pararse arriba de la mesa y exclamar fuá o clavar bailecito como un tarado. Hay buenas canciones, hay sonrisas, no hay tantas oportunidades para estallar de felicidad medio mamado en un asado recordando alegrías musicalizadas con Jump Back (1993) por el mencionado freno de mano puesto que, otra vez, seguramente haya sido por su bien.

Acaso lo más rolinga que hay es el corte “Angry”, en el que Jagger canta como si estuviera caliente (cómo saber: quizás lo estaba) y Richards es una maquinita riffera, pero todavía más emocionantes son los dos guiños a la golden age que representan “Dreamy Skies” (country arrastrado de ese que perfeccionaron entre Let It Bleed y Goats Head Soup y que revisitaron con gran suceso en “Faraway Eyes” de Some Girls) y el otro corte “Sweet Sounds of Heaven” (un gospel-blues espeso de más de siete minutos con Lady Gaga en la voz y Stevie Wonder en el piano).

También sacude escuchar un fraseo de guitarra y una melodía como los de “Whole Wide World”, y ni hablar de que se cuele el swing que dejó grabado Charlie Watts antes de irse a un lugar mejor en “Mess It Up” y “Live by the Sword” (feat. Elton John en piano y el regreso de Bill Wyman en el bajo). Se pasa un hermoso rato escuchando Hackney Diamonds, y que a esta altura de su carrera eso vuelve a probar que estamos ante gente saludablemente anormal.

El que quiera otra cosa...

Hablando de “Live by the Sword”: ésta y “Bite My Head Off” (donde nada menos que McCartney toca una línea de bajo con distorsión digna de su leyenda) son la veta dura del disco, agresivas y un poco punk, contracara de “Depending on You” y de “Tell Me Straight”; la primera, una balada amanecida y la segunda, un lamento trasnochado con Keith en la voz.

Eso, y un cierre que viene con puñalada incluida: una versión acústica de “Rolling Stone Blues” de Muddy Waters, el tema en el que Brian Jones se inspiró para bautizarlos, el verdadero full circle que deja en claro que cuanto mucho habrá algún otro disco en vivo en el futuro, pero no más.

No se oirán muchos tracks de Hackney Diamonds en los próximos shows de los Stones: a lo sumo “Angry”, pero con semejante competencia tampoco es para andar llorando. Ni por asomo pasa nada trágico acá: el disco es, a todas luces, más de lo que se les podría reclamar. No intentan reinventarse, no quieren sonar “vigentes”, no roban copiando su propio pasado, no toman riesgos innecesarios: hacen doce temas que vamos a escuchar y cantar con entusiasmo durante un tiempo, hasta que volvamos a Exile on Main St (1972) como corresponde. El que quiera otra cosa: que arme una banda, dure sesenta años y grabe una obra maestra.

Está pasando