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Columnistas

MESSI.PACHANO.SPIELBERG

Messi

Me encantaría dirigir una película por día. El inconveniente radica en que no tendría la menor idea de cómo hacerlo, y esa podría representar una limitación definitiva para el proyecto.
Tampoco imagino a empresarios de billeteras rechonchas queriendo invertir en mi talento para este rubro, pero, vuelvo a confesarlo, me encantaría.

En verdad, creo que mi fantasía está ligada a la idea de poder decir impunemente, y con un vasito de telgopor en la mano, "¡Quedó increíble, pero hacemos una más!" Éso quiero.
Da mucha sensación de poder la sola foto de hacer repetir a gente más o menos consagrada una acción, y que el motivo sea "Por las dudas".

Está muy claro que ese tipo de situaciones están destinadas solamente al arte, ya que sería extraño que quien te saca sangre una aciaga Mañana de invierno pudiera decirte "Excelente, pero ahora dame el otro bracito (nunca entenderé porque las flebotomistas y las enfermeras nombran las partes del cuerpo en diminutivo) para ver si me supero en la técnica".

Tampoco me imagino a un arquitecto mostrándote que tu casa, tal cual la proyectó, quedó regia, pero que le interesaría que la pusieras "Taca Taca" otra vez porque se le ocurrió algo nuevo re piola, y habría que rehacer todo.
No, si las licencias del arte son tan obvias como envidiables…

Ahora pienso que quizás haya sido eso lo que hizo que el mismísimo Aníbal Pachano haya dejado la arquitectura, aún siendo exitoso, para destacarse a tasas chinas, entre otras cosas, como coreógrafo y director teatral.


Poder repetir acciones y hacer repetir acciones, algo así como el caviar de los que nos hemos pasado la vida más que en el "Prueba y error", en el "Prueba y horror".
Ni hablar de lo superior que debe autopercibirse uno si ante un simple grito de "Corten!" El tiempo se detiene y una historia se entrega mansa a que la contemos a nuestra manera, para que luego esa manera se transforme en la única posible.
De todas formas confío en mis deseos pero no tanto en mi, y es probable que finalmente haya sido Spielberg el mejor conducto artístico, por ejemplo, para darle un final histórico y emotivo a E.T.

Quizás esa misma chance en mis manos terminaba con el extraterrestre sin retirada, adaptado a nosotros y discutiendo con Alfa (aclárece Alfa, no Alf) en la mesa de Polémica En El Bar.
O por ahí en mi escena final de "Los puentes de Madison", y estoy casi seguro mientras ésto escribo, la buena de Francesca se bajaría del rodado, se metería de cabeza por la ventanilla en el móvil de Robert y, haciéndole 'Koala', le dejaría en claro lo que había elegido. Imaginen esa calle entonces, habiéndose armado 'La de San Quintín'.

La película ya no tendría lo esencial de su significado, y acabaría en film autocomplaciente y olvidable. Quizás entre mis ganas y alguna posibilidad de éxito, pueda haber un punto realizable entre historias tan futboleras como profundas. Ahí sí puede que el fracaso no me atrape tan pronto.
Me encantaría, en el fin de semana dónde festejamos las maternidades a punta de fideos con Tuco o milanesas con puré, que en las mesas argentinas se debatiera sobre películas de mi autoría como "Todo sobre mi Modrić" (La cruda historia de las infancias de los futbolistas croatas), "Tira a mamá del tres" (las peripecias de una madre que es señalada en el barrio porque su hijo juega de marcador de punta), o "Madres Paradelas" (el relato de cómo Pedro Almodóvar se hace pasar por la progenitora de un hábil volante argentino para cobrar su prima, paradójicamente).

No obstante, tengo absolutamente claro que si tuviera que aplicar arte sobre los últimos veinte años de la historia del fútbol, me inclinaría a romper la taquilla con "La mano que Messi la cuna", una cruda historia de venganza dónde emerge un genio y manda a dormir a todos los arqueros que osan enfrentarlo.

Seguramente, será por eso que no podemos explicar la extrañeza que nos provoca ver un partido de nuestra selección, y que el protagonista de todo protagonismo esté en el banco y sólo juegue un rato.
Es la ley de la vida útil de los elegidos, esos que admiramos los cultores de la vida inútil, entonces nos conmueve la sola idea de que un día, dentro de un tiempo incierto, solo veamos un cameo del ícono en su propia saga.

Ver a Lío sin iniciar un partido no es natural. Es ver a las palomas tirandoles migas a los ancianos, a los niños devolviéndole el peluche a la máquina estafadora del garfio traicionero, o a wos buscando un lugar plácido para hundirse ahí tirado..

Hasta es relativo que la selección Argentina haya mostrado frente a Paraguay que hoy es "El garnero del mundo" aún sin el mago, y que luego de escritas estás líneas quizás el plato del día sea Puré de Perú. Ese no es el punto.

Retrocedo en el texto y encuentro la falacia. "Sin el mago" siente el alma, cuando en realidad Leo jugó 40 minutos y hasta se dió el lujo de replicar la última escena con un tiro 'Liebre' que disfrazó al arquero paraguayo de arquero de Ecuador, salvo que está vez la paloma pegó en la varita y continuó vuelo. Pero ustedes me entienden.

Sería hermoso dirigir una película por día. Y usar el superpoder de gritar "Corten!" Un minuto antes de que nuestro extraterrestre se vaya a su planeta. Porque un día sucederá. Mientras, la galera y el artista, pero no Pachano, pero no Pacino. Simplemente Messi, el actor definitivo.

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