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Columnistas

El filtro es clave

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La obra empieza tarde. El audio está insólitamente alto. Y cuando aparece el protagonista, el Payaso Rúcula, arranca un show que no tiene el más mínimo cuidado en cuanto a lo que se dice. Desde las letras de las canciones hasta la interacción con los niños y las niñas. Probablemente sea gente que no tiene hijos, sino es inentendible la falta de tacto para armar un espectáculo infantil.

En mi experiencia, no es un caso aislado. Tanto en lo que se ve en las pantallas como en los escenarios, la data que se le baja a los niños es complicada de digerir. A pesar de que hay gente joven sobre el escenario, se repiten guiones que saben a viejo, llenos de etiquetas y humor barato. Como si no se dieran cuenta que lo que están diciendo es recibido por mentes que se están formando y absorben todo como esponjas.

Pero sería un error poner el foco en quienes ofrecen el espectáculo y echar culpas desde un pedestal. Porque seguramente tienen las mejores intenciones y además nadie es dueño de la verdad. El tema es preguntarme por qué terminé viendo algo que no se condice con mi forma de pensar la educación y, en este caso, el entretenimiento. La respuesta es que falló el filtro o que directamente no fue puesto en práctica. Es hora de hacerse cargo para que la próxima vez no vuelva a ocurrir.

Las ofertas teatrales son muchas, pero contamos con la posibilidad de googlearlas y así tener un panorama de lo que podemos llegar a ver y escuchar. Aprovechemos que contamos con esa posibilidad, algo que nuestros padres y nuestras madres no tenían. Porque realmente es clave el mensaje que reciben a una edad en donde el disco rígido está limpio y cada concepto se instala con fuerza.

Bueno sería también, que aquellos que ofrecen un espectáculo infantil tuvieran en cuenta la responsabilidad que les cabe. Porque lo que se emite desde un escenario es recibido muy atentamente por los niños. Es una posibilidad de oro para bajar una buena idea; depurada, graciosa y amorosa. El tema es que, para llegar a eso, hay que hacer un trabajo profundo sobre uno mismo que lleve a desaprender una manera de entender el entretenimiento infantil que huele a rancio.

Nosotros, como madres y padres, podemos ir filtrando las opciones para conectar con artistas que sí están más cerca de una amorosidad cuidada. Y ese trabajo, requiere de tiempo, porque la gran mayoría de lo que se ofrece hoy en día es bosta.

Afilemos el instinto y, si le pifiamos, hablemos con nuestros hijos acerca de lo que vieron. También es una chance de explicarles por qué no estamos de acuerdo con ciertas maneras de hacer humor, por ejemplo. Pero si seleccionamos los espectáculos con conciencia, les estaremos haciendo un gran regalo para que se nutran con artistas sensibles y talentosos.

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