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Columnistas

El país del alquiler: es la inestabilidad, estúpido

alquilar en el AMBA

Un propietario y una inquilina debaten por radio. El, jubilado y dueño de dos departamentos. Ella, profesional independiente y a punto de terminar su contrato sin saber dónde va a vivir

En un momento, el señor desliza que tiene todo el derecho de decidir si quiere poner sus propiedades en oferta porque son el fruto del esfuerzo de toda su vida. La joven, en ese punto, reacciona y subraya que ella también se esfuerza tanto o más pero que igual no tiene chances ya no de tener una casa propia, sino siquiera de poder pagar lo que le piden por mes para dormir bajo techo.

En ese momento, la discusión por la regulación de los alquileres en la Argentina -esta semana se modificó una ley sancionada en 2021- muestra la trampa en la que estamos metidos

El problema del acceso a la vivienda, que lleva a la población a niveles exasperantes de angustia y tensión, es en última instancia otra consecuencia de la inestabilidad macroeconómica argentina.

Eso se ve en lo crucial que es en qué momento histórico del país cae el te esforzás toda tu vida, por ponerlo en los términos en que se da el intercambio entre ambos protagonistas. La charla existió en estos días en Radio Con Vos, pero podría haberse dado en cualquier otra circunstancia por lo cual no tiene sentido exponer los casos particulares.

El señor que hoy está jubilado probablemente haya tenido parte de sus momentos de mejores ingresos durante la década del 90 o en los primeros años post crisis de 2001, es decir, en tiempos donde el peso era fuerte, con el pico en el 1 a 1, y el poder adquisitivo del salario se la bancaba en términos de metro cuadrado, si es que además no coincidió con algunos años en los que incluso hubo acceso al crédito hipotecario.

La joven, como cualquiera que haya salido a la vida adulta económica independiente después del 2003 hasta la fecha, pudo haber tenido tantos o más trabajos, pero se desarrolló hasta ahora en un contexto de inflación creciente, seguramente con crédito para comprar una moto o un auto o viajar al exterior pero sin préstamos de largo plazo para poder acceder a una primera vivienda, sólo posible por la ayuda de padres que prestan plata o se mueren y dejan algo de herencia. Sin agregar que, también por la crisis de los últimos seis años con licuación del poder adquisitivo de los sueldos, hasta haya tenido que ir mudándose para vivir cada vez en peores condiciones.

¿Tiene la culpa alguno de ellos dos de que esto haya sido así? ¿Uno se esforzó más y la otra es una vaga? Podrá haber cuestiones puntuales, pero resulta evidente de qué manera la situación general del país condiciona las posibilidades de la gente de acceder a un lugar donde pasar las noches porque sin un contexto macro ordenado y estable no sólo se vuelve imposible comprar una propiedad; con el tiempo también se vuelve cada vez más sombrío ser inquilino.

Resulta evidente de qué manera la situación general del país condiciona las posibilidades de la gente de acceder a un lugar donde pasar las noches

Vale la aclaración. Entiéndase por “macroeconomía ordenada” algo así como tener los números grandes del funcionamiento de un país prolijos por muchos, muchos años. Es decir, con más ingresos que gastos en el Estado; con más dólares que entran al país que los que salen en materia de comercio exterior; por ende con un precio del dólar que no sea un barrilete descontrolado, para que entonces la inflación se mantenga contenida y así haya una moneda fuerte, que valga la pena conservar porque al final del día las tasas de interés que cobraremos serán mayores que lo que subieron los precios. 

Quería escribirlo así para no dar por sentado que todos lo teníamos claro y sobre todo porque al enumerarlo se nota que muy pocas veces pudimos hilvanar años y años así, lo que explica que del censo 2010 al censo del año pasado haya disminuido la cantidad de propietarios en todo el territorio nacional. Según la Encuesta Permanente de Hogares hay más de 5,2 millones de inquilinos en los 31 aglomerados urbanos que se relevan, que llegan a más de 8 millones en todo el país según organizaciones independientes.

Que exista o no un marco así determina por ejemplo que haya, se dijo, bancos públicos y privados ofreciendo plata a 30 años a cuotas razonables para comprar un departamento a trabajadores que tienen un salario fuerte; que por consiguiente la presión de inquilinos sobre la oferta disponible sea menor y por tanto no haya cuellos de botella que empujen todo el tiempo los valores de los alquileres; y que además exista el ahorro en moneda nacional, lo que también descomprimiría con los años la pugna por el ladrillo como resguardo de valor, un concepto que moldea las decisiones de los propietarios aún cuando haya momentos en los que no lo és.

Ahora bien, el dramón último de la inestabilidad crónica que tenemos como problema de acceso a la vivienda se superpone con desafíos que se van presentando en todo el mundo, incluso donde la inflación no es un tema como el que tenemos nosotros y donde la gente no desprecia su moneda.

Ahí es donde el debate por la intervención del Estado para corregir distorsiones se vuelve necesario incluso acá, aunque sea difícil porque todas las variables están por el aire y la corriente política más votada es la que propone la libertad total de oferta y demanda hasta para comerciar pibes. Como sea, valen dos preguntas y una chicana:

1 ¿Hacen el Estado nacional y las provincias todo lo que podrían para mejorar la situación, aún en estas condiciones? 

La inflación galopante y la pelea de eslóganes dejan fuera del debate algunos planteos básicos que aparecen en otras partes del mundo. ¿Hay que incentivar que se vuelquen viviendas ociosas a la oferta para alquilar? ¿Hay que poner impuestos extra para el que tiene un departamento inhabitado? ¿O no hay que hacer nada nunca?

Por otro lado, ¿el gobierno nacional no debería repensar si corresponde construir sólo viviendas para entregar a nuevos dueños o debería reenfocar esa inversión pública en edificar para alquilar y tratar de poner un techo a los aumentos?

Entrega de viviendas del plan Procrear en el marco del programa de Cogestión con la CGT.

En el mediano plazo, además, ¿se puede pensar una política de vivienda sin una de infraestructura y transporte, que vuelva atractivo mudarse más lejos de los centros urbanos porque un tren o un colectivo puedan ser una alternativa de calidad para trasladarse?

2 - ¿No correspondería algún tipo de regulación por el crecimiento de los alquileres temporarios turísticos si afectan de manera desproporcionada la oferta de alquileres para vivienda?

Nueva York acaba de imponer límites, por citar un ejemplo. La postal de edificios en Palermo llenos de cofrecitos en la reja de la entrada donde los dueños le dejan las llaves a los turistas reflejan la proliferación de edificios enteros que son construidos solo para esta inversión.

Si bien no es el problema más grave -se trata de un fenómeno que por caso se da más en zona norte de la Ciudad que en zona sur- refleja lo simplista que puede ser la presentación del tema por parte de quienes promueven cero regulación.

Y ahora la chicana de domingo: ¿puede esperarse una respuesta para el calvario de los inquilinos de parte de representantes políticos propietarios? Seguro que sí.

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