Una las hermosas situaciones que se da cuando uno es padre o madre es la de contar historias. Todos los niños y niñas, cuando empiezan a hablar y a comprender el idioma, nos piden que laburemos nuestra creatividad diciéndonos una y otra vez: “¿me contás un cuento?”. Y aquí cada uno reacciona de distintas maneras.
Algunos se auto etiquetan diciéndose a sí mismos que no son buenos creando historias. Entonces recurren a un libro o, en el peor de los casos, les habilitan una pantalla con un dibujito animado. Se deslindan de la tarea creativa perdiéndose una posibilidad de oro para reconectarse con su niño o niña interior.
Considero que absolutamente todos estamos capacitados para relatar historias que provienen de nuestra inventiva. Hacerlo o no depende de nuestras ganas de sumergirnos en el mundo de la fantasía. Requiere de un esfuerzo y nuestra mente holgazana está mal entrenada. Nos acostumbramos a ver películas, series, obras de teatro, etc. Recibimos constantemente historias que fueron guionadas por otros, lo cual no tiene nada de malo, pero siento que vivimos bombardeados por estímulos que terminan conspirando en contra de nuestra inventiva. Estamos pasivos y no activos. Y cuando escuchamos el famoso “¿me contás un cuento?”, la pereza por salir de esa zona de comodidad es muy grande.
Pero si logramos vencer esa barrera, el regalo que encontraremos seguramente valdrá la pena. En primer lugar, nuestros hijos e hijas nos aman y admiran, por lo cual tendremos un público ávido y muy dispuesto a escucharnos. En ese vínculo único, contamos con la ventaja que de movida lo que inventemos será muy bien recibido. Y desde ahí tendremos una confianza que es clave a la hora de crear. También es una gran oportunidad para salirnos de las preocupaciones diarias que nos impone el sistema porque el foco estará puesto en la historia que cree nuestra mente.
Podría asegurar que, si nos concentramos al cien por ciento como la ocasión amerita, veremos con sorpresa que somos capaces de ser muy originales. Es cuestión de elegir una estrategia partiendo de un escenario o de ciertos personajes sumándole nuestro toque personal de delirio. Aprovechemos que no tenemos la presión de la escucha de un extraño y volemos hacia lugares inesperados. Y mientras más veces aceptemos el desafío propuesto por nuestros hijos e hijas, más práctica adquiriremos en el hermoso arte de contar cuentos. Y estaremos cada vez más afilados.
Además de relatar algo divertido, es una buena oportunidad para bajar un mensaje específico con sutileza. Porque a veces queremos enseñarles algo seriamente y no es lo mismo que hacerlo en un marco de entretenimiento. Eso que les queramos decir, será incorporado de otra manera. Los tenemos escuchándonos con atención, en una situación ideal para bajarles un mensaje con enseñanza.
Para terminar, les dejo una recomendación que les puede servir de ayuda como inspiración para inventar historias. Se trata de un proyecto de cuentos en formato de radioteatro que realicé junto con mi hija y dos amigos locutores. Lo pueden buscar en Spotify como “La Casa de los Mil Sonidos”. Esta semana se estrenó la segunda temporada bajo la producción de Diario Con Vos. Escúchenlo y después me cuentan. De nada.