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Columnistas

Nada se sabe del deseo

deseo

Una tarde, en Canarias, casi a las corridas por no perder un vuelo, llegamos al aeropuerto con Silvio, un familiar psiquiatra, que conocí en ese viaje. Al despedirnos, a modo de legado, me dijo:

Dudá de todo lo que te contaron, soltá los mandatos, revisá lo que te creíste, fortalecé la conciencia, y por nada del mundo dejes de prestar atención a tu niña. Sacala a pasear, fíjate qué quiere, qué necesita y dejala jugar, porque siempre que hay un niño jugando, es porque también existe un adulto responsable, que está mirando para cuidar. Así funciona, el deseo es motor para la voluntad.

Voluntad es la capacidad humana para decidir con libertad lo que se desea y lo que no se desea, pero ¿elegimos con libertad? O ¿estamos condicionados por creencias que regulan nuestras conductas?

Desear y dudar.

El deseo puede estar bloqueado, quizás aquello que anhelamos cuando éramos chicos nos dijeron que era malo, o peligroso, o que no era para nosotros, o que era imposible, y lo cierto, en el deseo, se hizo dudoso.

Como el deseo de Jazmín, una bailarina que abandonó su carrera a medio camino, y luego de unos años, recordó que su padre le había dicho: — “yo te apoyo, pero si ves que no llegás, si ves que el éxito te pasa por al lado, y ¡a vos!, no te toca… dedicate a otra cosa, porque significa que no tenés el talento”.

Desear y crear.

Distinto hubiera sido el destino y la potencia del teatro Argentino si aquellos autores de prolíferas obras, como Rafael Spregelburd, Javier Daulte, Jorge Leyes, Alejandro Tantanián, entre otros dramaturgos, no se hubieran revelado al absurdo rechazo del teatro San Martín, allá por el 1995, cuando habiendo sido convocados para proveer de textos a la comedia juvenil, sentenciaron sus obras, como indescifrables e imposibles para ser tomadas por un director de dicha institución. ¡Qué destino para la creación! si tal negativa, hubiera sido acatada u obedecida, por semejantes maestros del teatro y la autogestión.

Registrar el deseo

Encontrar el deseo es ir hacia adentro, volver a mirar con conciencia, acompañarnos (libres de todo juicio), y darnos lo que nos viene bien.

El deseo, por nada más pensarlo, no se alcanza. Por deseo, también es válido un ¡no gracias!, a lo que nos distancia. El deseo está en quien se entrega y abraza, y en el que suelta amarras.

El deseo viaja por la luna de Valencia y está en las medialunas de Mar del Plata. El deseo está en el bien, pero también en el mal.

El deseo puede estar confuso

No se va al deseo por impulso, aunque se vaya. La ansiedad está en el deseo sin causa, el boicot puede simular deseo, y nos engaña, y en muchos casos, el deseo muere o mata cuando se alcanza. Cuánto del miedo nos detiene o paraliza, y seguramente quede al vicio, el deseo muerto en la ignorancia.

Pero el deseo insiste, busca ser encontrado, reconocido y mirado, como un niño que juega, y grita: ¡mirá lo que hago!

Pero ¿Qué hay en el deseo? ¿Se encuentra? ¿Se alcanza? Y ¿cómo se gestiona el deseo, si no es con ánimo y acción?

Vivir en el deseo

Tener una vocación es un deseo profundo de dedicarse a algo, ejercerla es alimentar el deseo de vivir en lo sucesivo. Desarrollar una vocación, es encontrar amor en estilo de vida. Pero no todo el mundo la tiene o la ejerce, y quizás el mejor atajo hacia el deseo, esté en la calidad y calidez, con que hagamos nuestro trabajo. “No es tan importante lo que hagas, sino como lo hagas”. “No es el talento del artista lo que importa, sino su obra”. Y hasta es del Principito con su rosa, cuando es el tiempo dedicado, lo que la hace tan valiosa.

Y conversé con Alcira, la mamá de una amiga que vivió muchas situaciones no deseadas y hasta trágicas.

Cuando tenía quince años mi mamá se suicidó y dejó una carta que, según mi tía, decía: no la culpen a Alcira.”

Al poco tiempo Alcira conoce a Jaime, quien luego sería su marido. Alcira estudió de noche y terminó el secundario, allí conoció a Franca, una amiga, una hermana. Con Jaime tuvieron tres hijos, pero perdieron a uno.

¡Un destino!, dice Alcira.

Santiago era escalador de montaña, y un día cambió la escalada en roca, por la escalada en hielo.

El hielo ya no es lo mismo, porque cambia los estados físicos del agua, explica Alcira.

El primero de marzo del 2000, cuando el compañero de escalada de Santiago alcanza la cumbre, se fractura el hielo y Santiago, que estaba abajo, fue sepultado en ese instante.

Cuando tu mundo se derrumba, tenés que volver a construir sobre otras bases, no lo podés volver a construir sobre las mismas”. Esta mirada, para Alcira, surge o se devela, a partir de una situación extrema. Alcira compara su capacidad de reconectar con la vida, con las herramientas adquiridas por los judíos, que sobrevivieron a los campos de concentración. Para ella es vital tener empatía con el otro, para ella los vínculos se tornaron imprescindibles, porque sintió repetidas veces, que se había quedado sin futuro. “Uno nunca sabe cuándo será la última vez que verás a alguien, por eso hay que tener un buen comportamiento, ser coherente, no tener maldad con la gente, tener buenas intenciones, levantar la vara y decidir ir, al deseo como al amor, se puede decidir ir.”

Enriquecer tu mundo

Para poder activar la creatividad en mi otro trabajo, tengo que expandir mis experiencias”, dice el personaje que interpreta Rob Lowe, en la serie Inestable, cuando siendo un genio de la biotecnología, se ocupa de podar jardines, mientras busca la fórmula para su nueva invención.

La capacidad de juego, así como la creatividad, existe en todas las personas.

Incluso, los que viven dentro del mundo de las ideas, necesitan recrear el imaginario para seguir creando.

A veces una buena charla, un atardecer que inspira, una mano sostenida, una carta manuscrita que es dada, un buen libro que nos acompaña, una caminata. Un viaje relámpago, una obra de teatro, un proyecto, unos zapatos nuevos, una fiesta, una comida casera, conectar con un animal, volver al mar o volver a amar.

Mirar hacia el deseo, no es algo frecuente en los adultos, porque nos enfrenta con los sueños no cumplidos, los olvidados, los negados y hasta los no deseados.

Pero hay en el deseo ¡un instinto!, al que deberíamos aferrarnos.

El deseo de desear.

Un cuerpo deseante no supone a un otro que lo desee, es el deseo de desear, es el deseo de habitarse, es el deseo que cobra ánimo, toma cuerpo y pide pista.

Es ese niño que juega y al cual, siendo adultos, podemos guiar.

No podemos evitar el pasado, ni sus mandatos, no podemos negar la cultura que nos fue dada y hasta los contratos kármicos, pero sí podemos revisar, qué nos creímos y qué nos creamos.

Conquistar el deseo.

Es el legado que me dejó Silvio, no sólo a través de sus palabras, sino en su deseo honesto de asentarse en Las Palmas de la Gran Canaria, donde se rodeó de buenos amigos, nuevas historias, sueños, desafíos, y del orgullo que sentía por ser parte de una Isla, bautizada como Grande por sus conquistadores, en homenaje a la valentía y tenaz resistencia que ofrecieron sus nativos, en defensa de la cultura y de sus tierras.

Esa valentía y resistencia, que también es de Alcira, y que porta raíz en el deseo de desear, y defender la alegría.