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La espiral rebelde de Héctor Llaitul, el weychafe que interrumpe el sueño de Gabriel Boric

En el sur de Chile, la Coordinadora Arauco Malleco es una organización radicalizada que dice representar al pueblo mapuche. Su líder, Héctor Llaitul, desconfía de los intentos de tregua planteados por el gobierno de Gabriel Boric y planteó una resistencia armada. 

Héctor Llaitul

I

En su último discurso ante el Congreso chileno, este miércoles, Gabriel Boric volvió a demostrar que el principal activo del actual gobierno chileno es, precisamente, él. Claro, elocuente, dialoguista e integrador. Casi de manual.

Los problemas que enfrenta, sin embargo, son tantos y tan complejos que esta condición, que en otras épocas habría sido la panacea para el pueblo chileno, es hoy el mínimo desde el que se puede pensar una vía.

Cambio de régimen constitucional, protesta social, crisis migratoria, inflación desatada y una oposición proto nazi configuran la tormenta perfecta. Pero aún en medio de ese recio panorama, hay un conflicto que anuda como ningún otro a las preocupaciones del gobierno, un conflicto que, por ancestral, determina la forma de todos los demás. En el conflicto mapuche, nadie ha terminado siendo lo que parecía y todas las lealtades se han cruzado en la arena política chilena. Allí es donde Boric ya no puede decir: tiene que hacer.

Y desde allí, como un enigma que galopa entre los sueños y pesadillas del gobierno, espera Héctor Llaitul.

II

“Los weychafe (guerreros) no son muchos. Pero las machi (mujeres que guían las ceremonias) dicen que no serán necesarios muchos más. No estamos organizando una guerra en el sentido común y corriente de esa palabra, o con la perspectiva occidental. La nuestra es también una confrontación cultural y espiritual. Es una contienda que tiene momentos y espacios diversos y cambiantes. Y la vamos a ganar. Por eso nuestro grito de guerra es Wewaiñ".

Con estas palabras comienza el libro Weichan: Conversaciones con un weychafe en la prisión política del ex candidato presidencial chileno, Jorge Arrate, quien entre 2009 y 2012 visitó varias veces a Llaitul en la cárcel de Angol.

No estamos organizando una guerra en el sentido común y corriente de esa palabra, o con la perspectiva occidental.

"Nuestra pretensión no es construir un ejército para que se vaya a la montaña. Nuestra lucha es de una integralidad profunda. El weychafe que aparece con fuerza es, en las actuales circunstancias, antes que nada un luchador social, un transmisor de ideas, un militante; en pocas palabras, un dirigente apto para valerse de diversas formas de luchar. El weychafe es un personaje que surge de la historia mapuche, de nuestra lucha eminentemente política y de reafirmación de lo propio. Por eso un weychafe debe ser expresión de la convicción plasmada en la formación y en el compromiso con su pueblo: porque el establecimiento del weychan es la resistencia y la reconstrucción nacional mapuche”, sigue el libro.

Poema La Educación del Cacique de Pablo Neruda, en el que se relata el proceso de formación del héroe mapuche.

III

Entre 2009 y 2012 Llaitul cumplía una condena de 14 años, acusado de intento de homicidio y robo con intimidación contra el fiscal Mario Elgueta, quien lo acusó de haberle disparado varios escopetazos durante una “recuperación” de tierras.

Llaitul cumplió la mitad de su condena y fue excarcelado en 2015, luego de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenara al Estado chileno por el uso abusivo de la ley antiterrorista, que contempla el uso de testigos secretos.

Dos años después volvería a la cárcel, esta vez acusado de ataques incendiarios contra camiones y de tráfico de armas desde Argentina. Fue la llamada Operación Huracán que marcó el principio del fin del gobierno de Michelle Bachelet. En esa ocasión, el subsecretario de Interior chileno, Mahmud Aleuy, viajó a Buenos Aires para analizar el tema junto a Patricia Bullrich que acá hacía frente al caso de Santiago Maldonado.

En 2017 la condena a Llaitul fue revocada por la Corte Suprema, luego de que se comprobara que todo el caso había sido un montaje policial. El hecho abriría paso a una profunda investigación durante el pasado gobierno de Sebastián Piñera y le terminaría costando el puesto al director de la policía, Bruno Villalobos.

Para entonces el conflicto se había hecho ya mucho más complejo y cobraba algunos ribetes internacionales. En noviembre de 2018 se produjo el asesinato del mapuche Camilo Catrillanca por parte del Comando Jungla de Carabineros, entrenado desde 2007 en Colombia. Un mes después, Llaitul viajaría a Venezuela para reunirse con Diosdado Cabello, el canciller Jorge Arreaza y Adán Chávez, hermano del expresidente de ese país.

IV

El 1 de junio, los presidentes de Chile suelen dar una cuenta pública ante el Congreso. Pese a que asumió hace tres meses, Boric no quiso desaprovechar la ocasión para comunicar el sello de un Gobierno que no ha tenido un segundo de calma.

Los problemas venían reventando y no dejaron de hacerlo porque llegara otra administración. Especialmente aquellos que trascienden al rango de acción de un gobierno y son parte de la deuda por la cual estalló Chile en 2019. Entre ellos, el conflicto mapuche es quizás el más urgente.

La nueva Constitución chilena:

Para hacerse cargo, la nueva Constitución, que se plebiscitará el 4 de septiembre, reconoce a ese pueblo como una nación distinta a la chilena bajo la soberanía del mismo estado, como ya lo hacen las constituciones de Ecuador y Bolivia.

Ese es sólo el título. La convención constitucional, presidida por la mapuche Elisa Loncón, consagra un nuevo horizonte de derechos para un pueblo que, según el censo de 2017, representa a casi el 10% de la población en Chile. Un sistema de justicia paralelo -bajo el imperio de la Corte Suprema-; escaños reservados en el poder legislativo; mecanismos de consulta y participación y, quizás lo más añorado, el reconocimiento del deber del Estado de restituir las tierras que les fueron históricamente usurpadas. Básicamente, un nuevo tratado social.

V

“La concepción del weychafe viene del mundo antiguo”, le dice Llaitul a Arrate, “no olvide que antes de los españoles el pueblo mapuche resistió duramente el avance del imperio Inca sobre sus territorios”. Así en su relato, Llaitul visita a la figura de unos héroes que poco tienen que ver con los “padres de la Patria” que enseñan en las escuelas chilenas. Lautaro, Galvarino, Michimalonko y Tucapel, entre otros, son los antiguos weychafes en los que se refleja su lucha actual.

Lautaro, Galvarino, Michimalonko y Tucapel, entre otros, son los antiguos weychafes en los que se refleja su lucha actual.

Para los mapuche el tiempo es una espiral sobre la que volvemos continuamente y que no obedece a la causalidad lineal con la que solemos explicarnos el mundo. Su filosofía tiene mucho en común con el Bushido de los samurais japoneses, pero su historia obedece a factores muy sudamericanos, y comienza hace 54 años en la ciudad de Osorno (del otro lado de Bariloche).

Héctor fue el tercero de los seis hijos de Juan Llaitul y Florinda Catrillanca, mapuches de izquierda que lloraron la muerte de Allende en 1973. “Me formé como un niño chileno, o sea, educado bajo la visión judeo cristiana occidental. En mi escuela no había ningún tipo de formación mapuche, por el contrario, era la época en que el dictador Pinochet había anunciado que no habría más mapuche, que seríamos chilenos”.

Desde muy temprana edad se rebeló a la dictadura y recuerda que durante la crisis de 1982, en la que mapuches y chilenos sufrían del hambre y la represión por igual, asistió a sus primera protestas. Militó en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y luego en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), dos organizaciones que lo formaron como un “cuadro político”. Quería hacer la revolución de su pueblo al interior de la revolución de otro pueblo.

La llegada de la democracia y la caída del mundo soviético, que se produjo casi al mismo tiempo en Chile, dejaron completamente offside a estas organizaciones y Llaitul decidió, bajo el influjo de la rebelión zapatista del 94´, volver a su tierra y organizar la resistencia de los mapuche. Fue así como creó junto a otros la Coordinadora Arauco Malleco.

VI

El conflicto de las comunidades mapuche con el Estado chileno es también un conflicto con las empresas forestales de grandes grupos económicos que se han apropiado -legalmente, por cierto- de la mayoría del territorio de lo que los mapuche reconocen como Wallmapu. Allí han talado los bosques nativos para plantar en su lugar monocultivos de pinos que son masivamente exportados.

Desde fines de los noventa, además, se han construido represas y desarrollado proyectos mineros con un fuerte impacto en el ecosistema. "Se ha roto un equilibrio" según la cosmovisión mapuche, que en este sentido confluye con las luchas ambientalistas contra el calentamiento global.

“Somos antisistémicos porque no aceptamos la dominación occidental como modelo de vida y lo hacemos a través de la lucha territorial. Creemos que las vías que el sistema ofrece, sus programas y políticas sociales, resultan funcionales al sistema que nos oprime, no nos sirven. Queremos pasar a otro tipo de práctica: ocupar el territorio y controlarlo. Mediante la acción directa, quebrar de alguna manera la institucionalidad que se nos quiere imponer”, argumenta Llaitul en las ya citadas conversaciones.

Queremos pasar a otro tipo de práctica: ocupar el territorio y controlarlo. Mediante la acción directa, quebrar de alguna manera la institucionalidad que se nos quiere imponer.

El Weychafe ha sabido mantener esta visión por 30 años, sin importar el signo político del Estado al que se enfrenta, y eso le ha costado enfrentamientos, ataques, persecuciones, encierro y huelgas de hambre. Por ello desconfía del Estado chileno, sin importarle quien lo administre.

En el caso de Boric, el enfrentamiento hasta ahora parece una profecía autocumplida de violencia. Nada más asumir, el gobierno del joven presidente chileno retiró el estado de excepción que regía desde octubre de 2021 e intentó un torpe acercamiento, que acabó con la ministra de Interior siendo expulsada a los balazos.

La violencia en La Araucanía se mantuvo hacia la producción, con quemas de camiones e incluso el asesinato de un trabajador forestal, y también hacia habitantes rurales empujados a dejar la zona. Por ello Boric interpuso un “estado intermedio” de militarización.

Frente a esta realidad, Llaitul llamó a “preparar las fuerzas, a organizar la resistencia armada por la autonomía por el territorio y autonomía para la nación mapuche”, lo que descolocó completamente al Gobierno.

Desde el Partido Comunista, por ejemplo, la histórica diputada Carmen Hertz cuestionó la estrategia de Llaitul: “No entiendo que Héctor Llaitul haya respondido la iniciativa de diálogos de este gobierno asediado por la ultra derecha con un llamado a la “resistencia armada” sin embargo a Piñera, responsable de violaciones graves y sistemáticas Derechos Humanos le dio una “tregua” el 2018. Paradojal!”, escribió en su Twitter.

VII

Boric estrenó un sistema de televisación 'a la argentina' (probablemente los gringos lleven años haciéndolo), durante su último discurso. Es decir, hablaba de la corrupción y las cámaras mostraban al opositor más acusado de corrupto; hablaba de reparación a las víctimas de la represión y la cámara mostraba a la recientemente electa senadora Fabiola Campillai, que en su rostro luce el estigma de haber recibido una bomba lacrimógena de la policía, que le hizo perder los dos ojos.

El presidente chileno habló bastante del conflicto con el pueblo mapuche, aunque sin nombrar a Llaitul.

“Sobre este tema tan importante permítanme una reflexión –dijo– en el curso de nuestro gobierno se conmemorarán 200 años de la celebración del Parlamento de Tapihue entre el Estado de Chile y el pueblo Mapuche. Tengo la convicción de que el ejemplo de los antiguos parlamentos puede guiar nuestro nuevo esfuerzo por lograr un entendimiento profundo entre la República y los pueblos que la habitan, y no cejaré en esfuerzos para avanzar por este camino. Sé que no es primera vez que se intenta y que después de tanto tiempo existe una legítima desconfianza. Por ello debemos ser conscientes de que este entendimiento tomará tiempo”.

Mientras pronunciaba estas palabras, la cámara apuntó a la diputada Ericka Ñanco, mapuche oficialista que acompañó al presidente durante su reciente visita de Estado a Argentina. El mensaje era claro: ella representa la vía política con la que el Estado chileno pretende establecer "parlamentos" con el pueblo mapuche. O, como decía Perón: “Dentro de la ley, todo. Fuera de la ley, nada”.

“Construir confianzas, y avanzar hacia resolver el conflicto por las tierras, requiere una perspectiva más amplia de reconocimiento de derechos sociopolíticos, culturales y lingüísticos –siguió Boric–. Desde este estrado quiero afirmar que la vía para lograrlo es el diálogo, la observancia de la ley, el respeto bidireccional y el Estado de Derecho que como Presidente tengo el deber de hacer valer”.

Acto seguido, anunció la creación de un ministerio de Pueblos Indígenas para materializar los principios que la nueva constitución debería asegurar. “Yayayayayay”, gritó entonces Ñancko, en lo que es una tradicional muestra de euforia de los mapuche, transmitida esta vez en vivo para todo el país.

VIII

Este sábado murió Eloy Alarcón Manquepan en la ciudad sureña de Villarrica, luego de ser baleado por el propietario de un predio que reclamó legítima defensa. Los funerales son hoy y de lado y lado se radicalizan los posicionamientos. Cada matiz en el relato puede generar encono y la mayoría de los chilenos, mapuches o no, reflexionan en silencio.

¿Habrá salida política para esta espiral de violencia? ¿O será, nuevamente, un tiempo de weychafes?