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Columnistas

Putos peronistas y homosexuales libertarios

homosexuales
Por AAIHMEG |Yasiel García Rojas. Licenciado en Sociología. Becario Interno Doctoral CONICET, AAIHMEG

La comunidad LGTBIQ+ tuvo una participación activa durante la reciente campaña electoral. Al interior de la misma se debatieron los motivos por los cuales parte de estas identidades apoyaban a los partidos de derecha. En referencia a los varones homosexuales unos afirmaban que “la marcha del orgullo no debía politizarse” y que “la urgencia de la crisis económica del país era más importante que la vida privada de las personas”. Otro grupo desarmaba estas frases aludiendo a la propia nominación de marcha del orgullo, resaltando el carácter político implicado en ambos conceptos. El primero –marcha- concerniente a la visibilización pública de reclamos íntimos y el segundo –orgullo- como bandera frente a la instalación permanente de la homosexualidad como vergüenza social. Sin embargo, en ello subyace una representación política dentro del colectivo. La misma refiere a la correlación positiva entre formar parte de las lógicas de discriminación social y ejercer la política y el voto a favor de los candidatos progresistas. En estas elecciones hubo una continuidad alusiva a la “grieta” y a la intencionalidad de extremarla para recrear un escenario de antagonismos: peronismo y antiperonismo. En este sentido las interrogantes redundaron en por qué votar en contra del espacio político-peronismo- que ha contenido las demandas del colectivo LGTBIQ+.

Las demandas por la legitimidad política del amor homosexual configuraron en su momento una comunidad agrupada y homogénea, cuyas diferencias de posiciones sociales se diluían en función del objetivo mayor. Sin embargo, la normalización social del derecho alcanzado produjo el atravesamiento de la tradicional estructura socioclasista en esta colectividad y las diferenciaciones individuales que tal proceso provoca. Se desarma la homogeneidad pública de un colectivo y cada uno de sus integrantes se insertan en las lógicas individuales de desigualdad que sus posiciones sociales les habilitan. Lo relativo a la orientación sexual es relegado al ámbito de lo íntimo y los posicionamientos públicos se entretejen en dos aspectos fundamentales: género y clase. Una disputa sucede cuando esta identidad se cristaliza y dispone tanto en lo íntimo como en lo público a través de expresiones disidentes de género. Es decir, expresiones alternativas de sexualidad proponen también expresiones alternativas de género masculino. Acá se hacen presentes aquellas identidades que han reconvertido en significantes políticos propios a las nominaciones discriminatorias de la homofobia: locas, putos, maricas, trolos. Este grupo resiste la individualización de lo público y lo político. Mantiene una participación activa en todas las demandas de la comunidad LGTBIQ+ y acompañan las luchas por la equidad social en sus distintos ámbitos.

Otra disputa sucede cuando la homosexualidad se relega solo a lo íntimo en tanto orientación sexual, no se pretende tensionar al género masculino en el plano de lo público respecto de las formas tradicionales del mismo. En consecuencia, existe una expectativa de acercamiento sistemático a los códigos estéticos corporales, de actuación pública y de conductas asociadas a la norma heterosexista de la identidad masculina más tradicional. A diferencia de los primeros en este grupo de varones homosexuales los intentos son los de reproducción de la identidad masculina hegemónica en los proyectos de vida. Una práctica semejante a ello lo es la política y el voto político.

La ultraderecha fue enfática respecto de alusiones simbólicas a la tradicional virilidad masculina. La “motosierra” no fue, únicamente, un símbolo de demolición del Estado. Fue también una mención significativa al poder fálico masculino de demolición, penetración e instauración del poder. La analogía con el león como depredador y rey de la manada, los agites exagerados de gestos corporales, la imposición discursiva de las palabras a través de los gritos exacerbados, los agravios a todos los sectores que resisten las estructuras patriarcales –sobre todo a las políticas mujeres-, fueron ejemplos de la restauración del poder político marcado por la interpretación masculinizada de la vida social.  En tal coyuntura el voto fue, además, un voto de resistencia o reproducción social de lo masculino. Para quienes expresan públicamente identidades de género alternativas la opción fue el candidato progresista. Para quienes su masculinidad como expresión pública es independiente de su orientación sexual, no hubo una percepción de pérdidas de derechos para sí en las opciones políticas de la ultraderecha.

Las diferencias políticas relacionadas al género no son independientes de las diferencias en las expectativas de clases. Otra de las nominaciones que se popularizó entre varones homosexuales fue: los desclasados. Fue empleada como crítica para argumentar el hecho de que varones homosexuales acompañaran proyectos de ultraderecha no consecuentes con sus identidades. Cuando el derecho se naturaliza se retira de la percepción individual a la orientación sexual como demanda. En su lugar se disponen a las expectativas y reclamos políticos de clase. Refiriéndonos a los varones homosexuales que entienden que la política institucional atraviesa todos los ámbitos de la vida podemos aseverar que, como en otros momentos de la colectividad, las diferencias de posiciones sociales se relegan a un segundo plano y se jerarquiza el voto político progresista.

Pride community at a parade with hands raised and the LGBT flag.

Los sectores de derecha se han encargado a lo largo de la historia política de presentar de forma intrínseca vínculos entre valores humanos y clases sociales. Los llamados argentinos de bien ha significado la imposición de una carrera moral para el entendimiento de lo político. Deduzcamos los significantes de argentinos de bien en referencias a sus antítesis: zurdos, peronistas, progresistas, políticos corruptos, negros, planeros, putos, tortas, travestis, transexuales y, en esta elección: sucios kukas u orcos golpistas. Esta dicotomía se instala dentro de las expectativas de clases, independientemente del lugar concreto que se ocupe en el tejido social. Si el voto a los sectores de derecha es el aval subjetivo de pertenencia a las clases sociales de bien, en todas las clases sociales existe la homosexualidad, pero no todas las clases sociales contienen “varones homosexuales de bien”. Ahora y como al principio, la historia de la humanidad continúa siendo la historia de la lucha de clases.