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Salud

Harina de grillo y barritas de larva: de qué se trata la insistencia para que comamos insectos

Insectos

“Superalimento”, “la dieta del futuro”, “dieta sostenible” son algunos de los términos más frecuentes con los que tanto medios de comunicación como el Estado e incluso la ONU se refieren al acto de comer insectos. En Argentina, hay varios estudios avanzados en la materia e incluso existe la expectativa de una legislación que regule la inclusión de los bichos en los alimentos que consumimos a diario.

Una de las principales impulsoras de la legislación para incorporar bichos como grillos y gusanos a los alimentos consumidos diariamente es la Cámara Argentina de Productores de Insectos para Consumo Humano y Animal (CAPICHA). Su coordinador, Diego Zabala, decía en diálogo con Clarín que se encuentran “haciendo análisis, estudios y produciendo a nivel investigativo” y que, aunque el SENASA ya habilitó una categoría para la producción del “alimento”, todavía no está regularizada.

 “De momento, las empresas están haciendo productos y probándolos en laboratorios, experimentalmente, a la espera de que SENASA regule tales productos, primero para consumo animal, y segundo para consumo humano”, dijo Zabala al mismo medio y sostuvo que “la harina o el aceite” a base de bichos ya “se han usado como materia prima de otros alimentos”.

Conforme a los datos del Programa Internacional de Insectos para Alimentación, la actividad está creciendo a ritmos llamativos a nivel mundial y “el mercado internacional se estima en unos 400 millones de dólares”, mientras que “se espera que para el 2030 esta cifra llegue a 3.000 millones”.

¿De qué se trata la insistencia en los "beneficios" de los insectos?

La idea no es tan nueva como parece y hay registros de menciones en la prensa desde comienzos de los 2000. Ya en 2010, el diario español Público titulaba “la ONU quiere que comamos insectos” y enumeraba entre los “beneficios” que “su contenido en proteínas es comparable al de la carne y su cantidad de fibra es aún mayor”, “son ricos en ácidos grasos poliinsaturados de cadena corta, hierro, calcio, vitaminas del grupo B y minerales” y “su composición de aminoácidos es incluso mejor que la de cereales y legumbres”.

La propia web de la FAO insistía en septiembre de 2022 con un artículo titulado “¿Por qué deberíamos interesarnos en los insectos comestibles?” y respondía con un punteo que los calificaba de “nutritivos”, nuevamente de “sostenibles” y de portadores de “oportunidades económicas”.

En términos similares, el portal español de National Geographic publicó apenas ayer un artículo llamado “Insectos, ¿el superalimento del futuro?” ilustrado con la tentadora imagen de una hamburguesa que rebalsa de gusanos. Los argumentos son similares a los ya mencionados, apuntando a la nutrición y la “sostenibilidad”, pilares que la agroecología sostiene hace años sin la necesidad de incurrir en la producción industrial de bichos triturados de todo tipo.

Afiche publicitario de la empresa Knorr promoviendo la ingesta de insectos.
Afiche publicitario de la empresa Knorr promoviendo la ingesta de insectos.

Además, la publicación de NatGeo tilda de “totalmente falso” el concepto de tales bichos como algo sucio y asqueroso de ingerir, mientras que en las redes sociales abundan las reacciones contra la propuesta. El argumento más común de los usuarios es que, mientras las personas que ocupan cargos de poder y de “elite” incurren en incontables derroches, la población está siendo incentivada a contentarse con bichos y alimentos sintéticos.

Ahora bien, si algo se puede arriesgar desde ya, es que muy posiblemente la ingesta de insectos que tanto promueven organismos empresariales y estatales, nacionales e internacionales, no vendrá sí o sí bajo la forma de algo tan notorio a la vista como un par de gusanos entre dos panes. De hecho, en muchos casos, si no en casi todos, habría que leer atentamente la lista de ingredientes de los ultraprocesados del supermercado para tener la chance de detectar si contienen o no algún insecto pulverizado.

En enero de este año, la web oficial del gobierno anunciaba que “un equipo de investigación del INTA y del INTI elaboró budines, panes y pastas a partir de grillo en polvo”. De este modo, entre los experimentos culinarios de los investigadores figuran unos fideos frescos hechos a partir de “un reformulado que reemplazó en un 18 % la mezcla (original) con grillo en polvo”.

“Entre estos prototipos, ya hicimos panificados, barras de cereales y logramos elaborar pastas que cuentan con un alto contenido de proteínas, según las normas de rotulado nutricional del Código Alimentario Argentino (CAA)”, explicaba la directora del trabajo, Gabriela Gallardo.

Por el momento, no saltan a la vista en los buscadores como Google estudios independientes, desvinculados de cualquier organización empresarial o gubernamental, que evalúen esta tendencia tan fogoneada desde una perspectiva alternativa.

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