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Columnistas

"We Are Sudamerican Rockers": 30 años de MTV Latino

Gracias a un iluminado que de alguna manera la vio y prendió la videocasetera para grabar, hoy podemos ver en YouTube los primeros minutos de la existencia de la versión latinoamericana de MTV. Primero hubo una cuenta regresiva en la que muchachos y muchachas de distintos países del continente enunciaban números en orden decreciente en montaje alternado con imágenes random, después un par de saludos de celebridades en español rengo (Aerosmith, un VJ de la filial EE.UU.), unos segundos del punteo de “Una rosa es una rosa” de Mecano (!), otro cachito de “El costo de la vida” de Juan Luis Guerra (!!!) y así sucesivamente hasta que, al fin, vida humana: “Hola a todo el mundo, yo soy Ruth”, saludaba doña Infarinato, y entonces sí, nuestra MTV ya existía oficialmente.

Todo esto pasó hace exactamente treinta años: el 1° de octubre de 1993 las siete personas que tenían cable en la Argentina pudieron ver en vivo y en directo la aparición de una señal que, en su encarnación norteña, era el mismísimo centro de la difusión musical global. Los videoclips habían desplazado a la radio (por algo “Video Killed the Radio Star” de los Buggles fue el primer clip que se pasó en la MTV USA) como primer recurso promocional, muy probablemente gracias a la revolución que representó “Thriller” de Michael Jackson en 1982, y a partir de eso por qué no aplicar la fórmula en todo el planeta desplegando tentáculos regionales.

Hubo una prehistoria de la MTV Latinoamérica, un primer guiño al sur: la entrega de un premio elegido por el público al mejor clip surgido en esta parte del continente en la ceremonia de los MTV Video Music Awards de 1989. La terna era bastante pintoresca: Emmanuel con "La última luna", los Gipsy Kings con "Djobi Djoba", "Y, sin pensar" de Miguel Mateos - ZAS,  Fito Páez con "Sólo los chicos" y el ganador, "Este ritmo se baila así" de Chayanne.

Así de -con todo respeto- en pelotas estaban los ejecutivos de MTV con respecto a la música joven latina: una banda ¡francesa! de flamenco pop, dos galancitos hiteros centroamericanos, dos rockeros argentinos. Todo indica que se asesoraron antes de subir la persiana de la filial local, porque el primer clip que se emitió fue “We are Sudamerican Rockers” del grupo chileno Los Prisioneros: a diferencia del otro mejunje, este tema tenía todo el sentido del mundo.

Al video de la banda de Jorge González no lo presentó únicamente Ruth: en aquel debut la acompañaban el mexicano Gonzalo Morales y el chileno Alfredo Lewin. También era parte de aquel staff inaugural la modelo Daisy Fuentes, que luego fue novia de Luis Miguel y que hoy -como buena cubana- es marxista pero no de Karl sino de Richard Marx, su marido.

La premisa era que cada gran mercado del subcontinente estuviera representado, lo cual también se imponía en la selección musical: desde Miami (ahí estaban los cuarteles centrales) se irradiaban por igual artistas mexicanos, argentinos, chilenos y -en menor medida- colombianos, uruguayos y venezolanos a toda persona que viviera del Río Bravo para abajo.

Eso tuvo como consecuencia que los argentinos nos expusiéramos por primera vez a bandas de otros países latinos, y en ese bombardeo algunos quedaron y otros pasaron: compramos a Molotov, a Café Tacuba, a Aterciopelados y a La Ley, un poco menos a Plastilina Mosh, a los charrúas de Peyote Asesino y a los venezolanos de Los Amigos Invisibles, y dejamos correr a algunos que jamás nos terminaron de convencer, como Caifanes o Maldita Vecindad.

Todo esto, en sagrada convivencia con la nueva generación de rock mainstream anglosajón. Estaba el pelotón del grunge y el alternativo encabezado por Nirvana, Pearl Jam, Red Hot Chili Peppers y Smashing Pumpkins. Del lado británico teníamos a Oasis, Blur y Pulp (y no tanto Suede, pero qué tema “The Beautiful Ones”).

También estaban los clásicos que vivían una segunda juventud, como Aerosmith con “Amazing” y “Crazy” o los Stones con Voodoo Lounge (1994). Y también existía un cúmulo de bandas y solistas que acaso podríamos ponernos a etiquetar individualmente hilando fino pero que preferimos categorizar como “noventosos” y ya: Alanis Morissette, Garbage, Soul Asylum, The Wallflowers, No Doubt, Cranberries, Rage Against the Machine y más.

Y por último, estaba el llamado “rock alterlatino”, acaso el gran fenómeno germinado en la MTV de acá, que tomó la influencia de Mano Negra sobre la música del continente, eligió como caballito de batalla “Matador” de Los Fabulosos Cadillacs y construyó un movimiento que incluyó con mucho tino a grupos como Todos Tus Muertos y Café Tacuba y nos chantó de camunina, por ejemplo, a Maná.

La oferta se dividía en segmentos temáticos como Top 20, Lado B, MTV Clásico, Conexión MTV y el mítico Headbangers que conducía Alfredo, la biblia de la música pesada en la que podíamos ver en qué andaba Pantera, cómo era lo último de Sepultura o qué pensaban los pibes de ANIMAL. Completando la programación estaban las animaciones como Beavis and Butt-Head, su spin off Daria y Ren & Stimpy, y los especiales Unplugged, entre los que se destacaban los de Nirvana, Eric Clapton y Alice in Chains.

Los VJs eran más que conductores: eran modelos aspiracionales de chicos cancheros de la época, raros en un buen sentido, famosos pero accesibles, más amigos que estrellas. Con el tiempo se fueron sumando otros: los mexicanos Edith Serrano y Arturo Hernández, el argentino Berta Muñiz, algunos más. A todos ellos se los puede rastrear en redes sociales menos a una: Ruth Infarinato, la mujer, el mito, la Greta Garbo del rock noventero, el santo grial de todos los que alguna vez intentamos hacer una nota del tipo “¿qué es de la vida de…?”. Se sabe que vive en Miami, que trabajó o trabaja en una fundación, hay alguna foto de hace un par de años y nada más. Ruth, los adolescentes de los 90 te saludamos.

La era de oro de MTV Latinoamérica duró cinco años. En el 98 algo se rompió: el pop adolescente empezó a colarse más seguido en la programación (culpa de Britney Spears con “...Baby One More Time”), el rock abrazó fuerte al nu metal de Limp Bizkit y a toda esa runfla post grunge de Creed y Nickelback y ya nada fue lo mismo. En un momento le perdimos el rastro y cuando nos quisimos acordar le estaban dando pantalla a una horda de tarados transpirados en un reality llamado Jersey Shore. Quien esto firma supo escribir guiones allá por 2008 para un programa cuyo nombre ya ni recuerda. Dicen que el canal sigue al aire.

El cariño que le tenemos a la MTV latina quienes crecimos en los 90 es el mismo cariño que le tenemos a la música: ahí (y en Rock & Pop, y en el Sí! de Clarín) aprendimos a querer esto que tanto nos mueve. Aquella maravilla sobrevive en el recuerdo y las playlists que los buenos samaritanos hacen con todo eso que presentaban Ruth, Gonzalo, Alfredo et al mientras intentábamos entender algo de matemáticas. Un ejemplo a continuación.

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