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Cultura & Espectáculos

Julieta Laso: "Hacer música es agarrarme a la raíz de aquí, de América"

Julieta Laso
Por Sol Tobía |Lucila Colombo

Cuando Julieta Laso sube al escenario no hay distracción posible porque no hay momentos que sus gestos, sus movimientos ágiles y su voz profunda dejen vacíos.

Cuando no está cantando está bailando, haciendo chistes al público, refiriéndose -con humildad y admiración- a otros músicos, o haciendo comentarios que invitan a sobrellevar con gracia estos “momentos difíciles del país”. Por momentos hace reír a los presentes con su frescura y su sentido del humor y lo que sigue es el lamento lánguido de una voz poderosa, cargada de sentimiento y completamente enraizada en su territorio. 

No sólo destaca por su voz, sino también por su presencia íntegra. Julieta Laso aparece en el escenario con una presentación escénica que gestó desde pequeña, cuando soñaba con ser actriz. El pelo larguísimo y suelto; camisa, saco y pantalón. Creció bebiendo poses de Tita Merello, Leda Valladares y Rosita Quiroga. Una estética y una voz que es un homenaje a la noche porteña, pero con el quiebre erótico lésbico que se permite ocupar. Además, andrógina, pícara, provocadora, como el tango, pero alegre y carismática, como el folklore.  

A nivel general son momentos difíciles, el país no está bien, así que a veces estoy amargada, enojada, y tratando de no perder la alegría porque necesitamos estar fuertes”, confiesa Julieta Laso un rato antes de cantar, después de expresar que siente “mucha adrenalina” porque, a pesar del tiempo que lleva haciéndolo, “la adrenalina es algo que nunca se fue antes de salir”.

Julieta Laso en el Torquato Tasso

El nuevo tango inauguró la posibilidad de sumar instrumentos, mezclar géneros, trajo la irreverencia del rock, y, con Julieta, las reversiones de clásicos de Goyeneche pero cantados con una voz que no deja afuera a nadie. Así, por ejemplo, en el Torquato Tasso destacan los muchachos de la primera fila de asientos, que susurran Fuga de ausencias de Guillot y Mariposa triste, el homenaje al recientemente fallecido Daniel Toro, y las cantan en voz alta cuando Julieta los mira y los arenga.

Julieta Laso vino del Norte a tocar en Buenos Aires, ya lleva dos shows en el Tasso y tiene programado otro este jueves 28 a las 22 horas.

Los ojos de Lucrecia Martel la sostienen todo el tiempo, más cuando Julieta le dedica La última cita de Bardi y Hoy es nunca de Leda Balladares. La vinieron a ver desde Brasil, El Salvador, Chile, Bolivia, desde el norte y el sur del país. Un público intergeneracional que la recibe en la atmósfera cargada de pucho, empedrado y melancolía del local. Cierra el show con Cara de gitana de Magal, que está en su disco La Caldera y un tango dedicado directamente a Diego Baiardi, su compositor, que la mira desde el público, Villa Crespo

En ningún momento pierde la conciencia de su contexto social y político, porque de hecho la música es, para Julieta Laso, “la única manera” que encuentra de responder a la realidad. “Espero que cantar hoy nos sacuda un poco la tristeza general que hay”, anhela sentada a una mesa del Torquato Tasso, en San Telmo, cuando acaba de probar sonido con sus compañeros.

No veo el arte separado de la política en nada, ni un minuto.

No veo el arte separado de la política en nada, ni un minuto. Cada decisión que tomo, cada letra que elijo, la gente con la que trabajé, la forma, todo. Creo mucho en la cultura y creo que la cultura es una herramienta muy poderosa para unirnos, para hacernos sentirnos parte de algo. O sea que sí creo en la cultura como una herramienta política, de eso no me queda duda”, asegura a continuación.

Terminal Norte y las tertulias

Si hay pruebas, en su andar reciente, de que Julieta Laso tiene los pies en la tierra del continente que más ama, quizás la más clara de ellas sea su experiencia en Salta, a donde se mudó durante la pandemia “por amor”. 

Me fui a Salta porque me enamoré de una salteña (por Lucrecia Martel). Pero igual desde chica que mi parte favorita del país -en lo que conozco, que me falta conocer bastante- siempre fue el Gran Norte. Salta y Jujuy, sobre todo. Pero nunca imaginé que después la vida me iba a llevar hasta allá. Y sí, fue por amor, y encuentro una diversidad cultural allá que te hace sentir más en el continente, escapando del porteñocentrismo al que pertenezco también, porque nací en Buenos Aires”, recuerda.

Como el territorio que habitamos y el entorno en general condicionan todo aquello que creamos, y Julieta lo sabe, nos habla de las transformaciones en su música que empiezan a aparecer con su mudanza: “Creo que va a ir pasando de a poco, en Cabeza Negra (el disco que presentó el año pasado) empieza a aparecer el sonido del Norte por primera vez. No fue una decisión mía, fue idea de Yuri Venturín (su productor), pero bueno, las cosas por algo se dan. Y hay vidala, y hay caja, y tengo el privilegio de ser muy amiga de la Mariana Carrizo (coplera salteña) así que allá no faltan tertulias y festivales de folclore”.

Foto de Alejandra López.

A una de esas tertulias puede asomarse cualquiera que lo desee mirando Terminal Norte, el documental de Lucrecia Martel realizado en otro momento especialmente difícil: la pandemia. ¿Cómo se encontraron el cine de Lucrecia con la música de Julieta, para empezar? “Una muy buena amiga nos presentó, que se lo voy a agradecer toda la vida, y nunca más nos separamos”, recuerda la cantante con una sonrisa y un brillo en los ojos que le es característico.

Terminal Norte fue en pandemia, fue el primer encuentro tipo tertulia que pudimos tener en todo ese tiempo tan raro. Lo que queríamos era, primero, poder trabajar desde donde estábamos, y segundo compartir ese privilegio que a veces uno siente que tiene, por ejemplo, yo hago tertulia donde sea que esté”, recordó. 

“Y bueno, muchas amigas son cantantes, músicos. Los músicos y las músicas mejoran todas las fiestas”, se ríe Laso mientras toma un Fernet con coca. “Entonces uno de repente está en su casa y escucha cantar a Mariana, o de repente viene Lorena Carpanchay, millones de músicos, y entonces dijimos de compartir esto. No había guión, era un equipo muy chico porque no se podía tampoco, entonces la idea era como una cámara testigo de una tertulia de las que nosotras vivimos”, completa.

Ya sobre el escenario, entre tangos, milongas y hasta un blues, nombra una y otra vez a aquellos músicos y músicas del continente que la inspiran, cuyas canciones interpreta con humildad y poder a la vez de una forma excepcionalmente potente e impecable. Al presentar El pescante de Manzi pide al público que la acompañe coreando “¡vamos!” y apunta otra vez al “momento político que estamos atravesando” para enfatizar la necesidad de hacer brotar la fuerza: “Llénenme de vida, muchachos. No les quiero poner esa presión, pero este es el momento”.

Bien pasada la mitad del show, Julieta dedica Canto de nadie de Alfredo Zitarrosa al Tercer Malón de la Paz, de cuya presencia en Capital “nadie se entera”, como nadie se entera de tantas otras cosas “hasta que vienen las PASO y decimos ¿qué pasó?”.

La llegada de Julieta Laso a la música

No siempre quiso cantar, o no predominantemente. En realidad, hasta pasados sus 20 años, Julieta se dedicó a la actuación. “Yo en realidad quería ser actriz, desde los 9 años estudiaba eso, nunca pensé en ser cantante”, expresa antes de explayarse sobre el quiebre, ese momento bisagra en que el teatro le abrió la puerta a la música: “Tuve un par de malas experiencias que hicieron que me frustre un poco. Y en la última obra en la que participé yo tenía que cantar, como todos mis compañeros, en un coro. Y dirigía Alejandro Balbis, el cantautor uruguayo. Él me dijo ‘nena, vos tenés que cantar’”.

Yo en realidad quería ser actriz, desde los 9 años estudiaba eso, nunca pensé en ser cantante.

Aunque estaba “muy perdida”, enseguida recibió apoyo. “De hecho, los guitarristas con los que voy a cantar hoy, ellos ya eran los guitarristas que son, yo no cantaba. Y ellos me dijeron ‘nosotros te hacemos el equipo, vos tenés que cantar tango, no importa la plata, no importa nada’. Y me acompañaron cuatro años sin ver un peso por tugurios y milongas”. Más tarde, ya en el escenario y con la sonrisa cargada de agradecimiento, Julieta se refiere a ellos como “los culpables de todo”.

¿Y por qué el tango? “No me hubiese imaginado cantar otro género, si bien me gusta el bolero, me encantan un montón de otras cosas. Yo tuve un fanatismo muy muy muy grande a los 12 años por Tita Merello, no sé si fue eso, porque mis padres no eran tangueros. Pero en cuanto empecé a cantar me di cuenta de que era mi género”, asegura. Así, pasó de tocar a las 3 de la mañana en la milonga Orsai a ser la voz que reemplazó al Chino Laborde en la orquesta Fernández Fierro.

Además detalla que, aunque históricamente el tango se haya nutrido en espacios predominantemente masculinos, nunca faltaron mujeres: “Hay muchas mujeres de la milonga, locas, todas como yo, y ellas siguen viniendo. Siempre hubo, por suerte”, en el público y siendo músicas.

Lo que sigue

Parece contrafáctico, porque conocemos a Julieta por su voz perfecta para los tangos. Pero, dentro de su producción musical, ningún disco es ni de tango ni de Buenos Aires plenamente: Martingala y La Caldera tienen vals, milongas, zambas; en Cabeza negra la acompañan cuatro bandoneones y un contrabajo que mezclan el arrabal, el conurbano, y las coplas norteñas con las que tuvo contacto cercano cuando se mudó a Salta. 

Ahora, su cuarto disco, Pata de Perra, que está por salir completo, encarna desde el nombre esa mixtura de géneros y estilos. Cuenta que así le dicen a las personas "que pasan mucho tiempo en la calle". Con el movimiento como eje, el disco de puro folklore latinoamericano va saliendo por cortes, con colaboraciones de artistas de varios puntos del continente: La Dame Blanche desde Cuba, Macha y El Bloque Depresivo desde Chile, Vicentico.

Foto de Alejandra López.

Es otro sonido”, explica, y cuenta, “escuché a Macha y El Bloque Depresivo y quedé fascinada. Entonces, pasado Cabeza Negra -me agarró como una locura por grabar, últimamente saqué un disco todos los años- le dije ‘Macha, mirá, un sueño de mi vida sería que vos produzcas un disco’. Pensé que me iba a decir que no porque tiene una agenda terrible, me dijo que sí, y este disco es un milagro". Tardaron casi tres años en grabarlo, las grabaciones se hicieron dos meses en Chile y, después, los artistas grababan partes desde donde estaban y Macha los ensamblaba.

Al lado de Cabeza Negra, que es súper trágico, Pata de Perra es otro mundo.

"Hay una sola canción argentina y hay muchos clásicos chilenos, después hay un tema inédito de Macha que es el que canta Vicentico, El mago y la publicidad, es otro sonido, con trompetas, más danzarín. Al lado de Cabeza Negra, que es súper trágico, esto es otro mundo”. El disco ya está terminado y esperan que salga entre finales de octubre y principios de noviembre.

Julieta Laso vino del Norte a tocar en Buenos Aires, ya lleva dos shows en el Tasso y tiene programado el del jueves 28, tres semanas consecutivas en San Telmo, y un próximo show en la sala Zitarrosa de Uruguay. Después le sigue el próximo Cosquín Rock. El de ahora es un show con tres guitarras, Juan Otero, Germán Montaldo y Leandro Ángeli y Matías Furió en percusión, que son “los primeros guitarristas que me acompañaron”, con quienes grabó su primer disco solista, Tango Rante, en 2010.

La idea es a fin de año presentar este disco, va a ser más difícil porque la banda es nada más y nada menos que Macha y el Bloque Depresivo y traerlos, tienen una agenda muy complicada... Pero sé que lo vamos a lograr y estoy segura también de que va a estar hermoso cuando lo vaya a presentar a Chile”, un disco trasnacional para el que, cómo no, hay preparada una doble presentación, que traspasa fronteras.

¿Qué sigue? Julieta responde con paz y entusiasmo al mismo tiempo: "Me coparía mucho seguir viajando por América Latina, seguir conociendo músicos de América Latina y ese sonido traerlo un poco acá, que a veces estamos siempre mirando a Europa y a esta idea de que todo viene de allá. Es más agarrarme de la raíz de aquí, de América". 

Con fotografías de Alejandra López.

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