William Friedkin murió a los 87 años en Los Ángeles, según informó su familia, encabezada por su viuda Sherry Lansing, también productora y ex CEO de Paramount Pictures. Lamentablemente el director no llegará a ver El exorcista: Creyentes, la primera de la trilogía que retomará al filme original, que estrena el viernes 13 de octubre.

Para el estreno de El Exorcista (1973), William Friedkin ya contaba con un Oscar en su historial por por Contacto en Francia (1971). Sin embargo, revolucionaría el género del terror con la película protagonizada por Linda Blair.

Además, en diciembre El exorcista cumple 50 años desde su estreno, el comienzo de la consagración de Linda Blair como Regan, la niña poseída por un demonio, a la que le seguirían muchas otras historias similares que la tomarían como referencia.

Su última película fue The Caine Mutiny Court-Martial que se se estrenará en el Festival de Cine de Venecia, que se extiende del 30 de agosto al 9 de septiembre. Por lo tanto, Friedkin tampoco llegó al estreno de su última producción.

"Nunca he seguido las reglas, a menudo en detrimento mío", declaró en su libro de memorias que publicó hace una década y tituló The Friedkin Connection (2013).

Hay una anécdota que refleja esta frase e involucra a Alfred Hitchcock, quien lo retó por no usar corbata en el set cuando lo había contratado en 1965 para un episodio de The Alfred Hitchcock Hour. Friedkin se vengó cuando ganó el Oscar y en su camino desde el podio, se quitó el moño y le dijo: "¿Qué te parece la corbata, Hitch?".

Su trabajo era evaluado a la altura de las producciones de Peter Bogdanovich, Francis Ford Coppola y Hal Ashby (Regreso sin gloria, Shampoo). Se los consideraba vanguardistas por los temas que elegían abordar en sus películas, no tanto por sus técnicas.

Friedkin combinó lo que había aprendido en televisión, por realizar documentales, con la filmación cinematográfica y llevó al séptimo arte un estilo de montaje nuevo. En cuanto al contenido sus películas trataban muchas veces sobre el Bien y el Mal, pero en la mayoría la línea que separaba a los héroes de los villanos era borrosas.

La película que le valió un Oscar le ganó a La naranja mecánica, de Stanley Kubrick, y a El violinista en el tejado, de Norman Jewison. En una de sus escenas habían filmado una persecución automovilística sin efectos especiales.