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Columnistas

Y un día finalmente se hizo realidad: ganó Scioli

“Ganó Daniel Scioli por amplia diferencia y es el nuevo presidente de los argentinos”, dijeron en el canal C5N el 25 de octubre de 2015, pasadas las 18. El día de la primera vuelta, en la que finalmente la ventaja sobre Mauricio Macri sería muy chica al punto que en el balotaje finalmente se impondría el candidato de Cambiemos, quedó en la historia por el anuncio de un triunfo que finalmente no fue.

Esta semana, las vueltas de la vida, ganó Scioli y nadie lo anunció.

Porque en el ex Frente de Todos, ahora Unión por la Patria, es el momento de Daniel. Como los personajes que parecen secundarios en una trama y hacia el desenlace sorprenden con un rol protagónico, lo del embajador en Brasil y su precandidatura presidencial es un giro en la trama que posiblemente esté diciendo mucho más de lo que parece sobre el devenir del peronismo como lo conocimos hasta ahora.

“Unidos Triunfaremos”. El nombre de la corriente interna del ex motonauta que prevaleció y fue candidato pese a los intentos por bajarlo.

El exmotonauta es un héroe de amianto. Nadie sabe bien qué piensa de nada. Tras haber llegado a la política con Carlos Menem, fue vicepresidente de Néstor Kirchner y desde entonces está ahí. Nunca del todo querido. Muchas veces raleado. Pero está. Como si mantenerse fuera una estrategia. 

Así gobernó dos mandatos en la provincia de Buenos Aires y no es que hay filas de personas para decir lo bueno que fue en la gestión, plagada de hechos de inseguridad o con inundaciones trágicas

Ahora, el ex motonauta, con su discurso casi lisérgico de responder lo que se le canta ante cualquier pregunta, otra vez consiguió imponer un curso de acción en silenciosa alianza con el presidente Alberto Fernández

No sólo eso, llegó al final de aquél camino cascoteado como pocos. Sus propios aliados que estaban entonces en el gobierno nacional no le giraban la guita para pagar los aguinaldos. Pero no rompía. Se mantenía. Terminó siendo el candidato que perdió por poco con Macri. Un sapo que se tragó la militancia que llamaba a votarlo sólo diciendo que en realidad el candidato era “el proyecto”

Ahora, el exmotonauta, con su discurso casi lisérgico de responder lo que se le canta ante cualquier pregunta, otra vez consiguió imponer un curso de acción en silenciosa alianza con el presidente Alberto Fernández a los más porongas del espacio: nada menos que a la vicepresidenta Cristina Kirchner y sobre todo a su ministro de Economía, Sergio Massa, con quien en definitiva está llamada a ser la batalla final.

Sin candidato. Cristina y Massa, por ahora, no tienen representante para la primaria de agosto.

Vale recordar que en un mes el tigrense pasó de advertir que “no entra un quilombo más”, deslizar que se podría ir del cargo, pegarles a los que se pasean por televisión y mandar gente a cuestionar directamente las ínfulas de Scioli; a decir todo lo contrario: “Si hay PASO ahí vamos a estar”. Scioli wins.

Todo sin clases magistrales, sin multitudes que lo aclamen, sin épica, sin conflictos, sin enemigos, sin lawfare, sin actos para anunciar inversiones con aires presidenciales, sin medidas de “alivio fiscal” para los trabajadores, sin stickers cancheros.

Ahí va Scioli. 

Nada nuevo bajo el sol

Con lo de siempre. Con la historia de cómo se repuso al perder un brazo. Con los videos que acaba de desempolvar de sus carreras de lancha en los 90, porque si pudo enfrentar un mar embravecido y tomar decisiones a 200 kilómetros por hora cómo no va a poder gobernar en tiempos difíciles. 

Con el sonido de fondo de Ricardo Montaner. Con el apoyo del empresario vacunado vip Florencio Aldrey Iglesias, su segundo padre. Con sus dientes blancos que resaltan en su bronceado. Con su fútbol en Villa La Ñata. Con su imagen mucho más de mesa de Mirtha Legrand que de acto en La Matanza. Con las UPA como leit motiv de 2015. Con el mensaje de todo lo que consiguió él en “la recuperación del vínculo con Brasil”, ya fuera con Jair Bolsonaro o con Lula. Porque con Scioli da todo un poco igual.

Así, de hecho, acaba de mostrar con la impunidad que lo caracteriza la buena onda que tiene con Patricia Bullrich, el ala extrema de Juntos por el Cambio, que viene hablando de “erradicar el régimen kirchnerista”.

En diálogo con Luis Novaresio, tras decir que tiene respeto tanto por Horacio Rodríguez Larreta como con ella, como con Facundo Manes y como con todo el mundo, bah, recordó que en un encuentro reciente ambos se habían dicho que si el otro era presidente se iban a necesitar.

Imaginate. El kirchnerismo en el fondo acusa a Bullrich y su entorno de estar de alguna forma conectados con los que quisieron matar a Cristina. Y mientras tanto, Scioli, siempre Scioli, habla de afecto, ríe y hasta dice que la puede necesitar. “Hay que cambiar el clima de la política”, tira en modo Claudio María Domínguez. Después hasta dice que reconoce “la destreza de Javier Milei” para captar el enojo de los jóvenes. 

Está pescando en todas las peceras posibles y eso los desespera

Por todo esto salieron figuras del cristinismo a decir que cruzó un límite, que entonces se presente por fuera del espacio y bla. Pero quienes trabajan con él ven otra cosa:  “Está pescando en todas las peceras posibles y eso los desespera”

Como el muñeco inflable de los lavaderos, nadie consigue voltearlo y siempre resurge con la sonrisa intacta. Tampoco está claro si sirve para algo más. Pero ahí se sostiene. Y con sólo hacerlo transmite un mensaje más profundo: cómo será el momento que vive el liderazgo de Cristina que hasta Scioli le impuso condiciones. Si supuestamente un día un dedo iba a ordenar todo, de golpe un tipo sin un brazo se paró de manos, con perdón del juego de las extremidades, y armó una disputa con precandidatos en todos los cargos.

Lo más probable es que no ocurra, y que seguramente el hombre que tenga enfrente en la primaria derrote a quien ayer le puso de nombre a su facción interna “Unidos Triunfaremos”. Pero ya su irrupción es una gran paradoja.

En tiempos de grieta extrema de Viales y Navarros, de Mileis y Canosas, pareciera que no hay lugar para un tipo que ha hecho de la indefinición y el no conflicto un modo de supervivencia que lo ha preservado aún de su falta de gestión y resultados y, también, personalidad para plantear ante el maltrato.

Hay más chances de que lo suyo quede en el intento, en otra derrota tal vez digna para, el día después, simplemente seguir estando ahí. Sin mucho cambio, ni avances, ni retrocesos. Fácil decirlo: casi una metáfora de la Argentina.

Está pasando