Las presidenciales colombianas entraron en su fase decisiva con Gustavo Petro como protagonista central, pero no excluyente, de la contienda electoral que se desarrollará el próximo domingo 29 de mayo.
El candidato izquierdista del Pacto Histórico era ya el favorito de todas las encuestas cuando se incorporó Francia Márquez a su fórmula de gobierno, como vicepresidenta. Ahora, con ella, parecen avanzar a tranco firme para entrar a la Casa de Nariño y se ilusionan, incluso, con ganar en primera vuelta.
Es que la figura de esta abogada medioambientalista despliega un carisma y genera una atracción que no se reducen al campo de la retórica, tan comúnmente aceitada en todos los candidatos, ni al de lo biográfico, que en ella es potentísimo. Su fuerza radica en el simbolismo que es capaz de movilizar a partir de su mera presencia; por ser negra, madre, campesina y ambientalista.
Una biografía de luchas
En sus 40 años de vida, las contradicciones sociales y económicas de Colombia se han impregnado en la figura de Márquez, que nació en la comunidad de La Toma, cerca de la costa pacífica del sur colombiano. Vino al mundo en una casa donde su madre la dio a luz sola, como a la mayoría de sus 11 hermanos, que crecieron todos durmiendo en un piso de tierra.
Su madre la dio a luz sola, como a la mayoría de sus 11 hermanos, que crecieron todos durmiendo en un piso de tierra.
Desde temprano debió trabajar en el campo, al mismo tiempo que estudiaba. Su niñez e infancia estuvieron marcadas por la violencia rural, del largo conflicto interno colombiano, que precisamente en la zona del Cauca es donde cobra sus ribetes más trágicos.
Ya desde los 13 años era una activista medioambiental que se opuso férreamente a la expansión de una represa, que cambiaría el curso de un río de su región y obligaría a su comunidad a desplazarse.
Quedó embarazada a los 16 años y se fue a trabajar a las minas de oro locales para mantener a su hijo, luego buscó trabajo como empleada doméstica.
Con el tiempo, asistió a la facultad de derecho y lanzó y ganó una campaña legal para impedir que las principales empresas mineras lograran mudarse a su zona.
En 2018 recibió el premio Goldman Environmental- ese que en 2012 le dieran a la argentina Sofía Gatica- y en Estados Unidos pronunció un discurso, que dedicó a la asesinada ambientalista hondureña, Berta Cáceres, en el que sintetiza muy bien su visión de mundo: “Crecí en un territorio ancestral. Sabemos que los territorios donde hemos creado nuestra cultura no son un regalo: les costó a nuestros mayores muchos años de trabajo y sufrimiento en las minas y haciendas esclavistas. La crianza en mi comunidad se basa en valores como la solidaridad, el respeto y la honestidad. Se nos enseña que la dignidad no tiene precio, que resistir no es aguantar. A amar y valorar el territorio como espacio de vida, a luchar por éste, incluso poniendo en riesgo la propia vida”.
La fórmula con Petro
La dupla Petro-Márquez no es el producto de una negociación ni una designación. Francia participó en las primarias y fue derrotada por el actual candidato a presidente, que luego la convocó para que lo acompañara. Pese a ello, sus 757 mil votos la ubicaron como la tercera más votada del país y significaron un hecho político.
Su movimiento Soy porque Somos, se gestó antes de agosto de 2020 y se llama así como una traducción de la palabra ‘Ubuntu’ de las lenguas bantúes del sur de África, popularizada por Nelson Mandela y Desmond Tutu.
Según Hildebrando Vélez, uno de los fundadores del movimiento, el rápido crecimiento de Márquez tiene que ver con la confluencia de condiciones objetivas- un hartazgo generalizado de la sociedad colombiana con las elites gobernantes- y las condiciones subjetivas que reúne como candidata. “Ella ha dado paso a otras sensibilidades que estaban fuera del debate político. Por supuesto a las étnicas, que han sido sistemáticamente invisibilizadas, pero también a ciertos lenguajes ancestrales, campesinos e indígenas que la población siente mucho más cercanos”, explica.
Una voz de paz durante el estallido
En este sentido, por ejemplo, es llamativo que en un discurso haya homenajeado a sus “mayoras”, lo que para las ciudades fue interpretado como una forma de lenguaje inclusivo, cuando en realidad se trataba de una forma tradicional de llamar a la línea femenina de ascendencia ancestral, en el contexto del Cauca campesino.
Y por supuesto, que en este proceso tuvo importancia su papel en el estallido social del año pasado que dejó más de 80 muertos y 1.200 heridos, y que tuvo como protagonistas a los pueblos sureños del Cauca. “Ella es de los referentes que estuvo donde tenía que estar”, dice a Diario Con Vos Eliana Nukswe, investigadora colombiana de Conicet, que forma parte del Nodo Internacional de Colombia Humana. “Antes del estallido hubo un paro en Buenaventura, el puerto más importante de Colombia, en el que hubo acompañamiento desde Cali. Márquez fue una de las referentas que estuvieron al frente de las exigencias en ese conflicto y luego, cuando todo se agravó, estuvo siempre de la mano de la representación de estos pueblos que son llamados minoritarios”, señala.
Una visión similar tiene Hildebrando Vélez, para quien el papel de Francia Márquez en este proceso fue clave para ganar la legitimidad política que hoy tiene: “Buena parte del estallido ocurrió donde habitan las personas desplazadas del Pacífico. Su papel fue elevar la voz de estos jóvenes hacia los sectores que en la política no entendían la profundidad y querían negar sus demandas. Ella convocó a la Comisión Nacional de Paz, la Cámara de Representantes y buscó escenarios pedagógicos para que la voz de los jóvenes fuera escuchada”.