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Salud

Cómo es Corbevax, la vacuna contra el COVID-19 libre de patentes

Un equipo de investigadores del Hospital de Niños de Texas y de la Escuela de Medicina Baylor desarrolló una vacuna contra el COVID-19 libre de patentes y similar en efectividad a la de AstraZeneca.

El nombre de la vacuna es Corbevax y detrás de este desarrollo hay una científica hondureña. Se trata de la doctora María Elena Bottazzi, codirectora del Centro para el Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas, en Houston, Estados Unidos.

Libre de patentes

Según Bottazzi, toda la información necesaria para fabricarla está disponible sin ánimo de lucro. "Cualquiera la puede replicar", le dice Bottazzi a BBC Mundo. "Cualquiera puede trabajar con nosotros".

"Acceso global no es solo mandar la vacuna a otra parte del mundo, acceso global es que haya acceso equitativo, que cualquier manufacturador pueda replicar la fórmula, que cualquier persona tenga acceso a la vacuna", afirmó.

Acceso global no es solo mandar la vacuna a otra parte del mundo, acceso global es que haya acceso equitativo, que cualquier manufacturador pueda replicar la fórmula, que cualquier persona tenga acceso a la vacuna. (María Elena Bottazzi)

Actualmente, Bottazzi y su equipo están en conversaciones para producir la vacuna en países como Indonesia, Bangladesh y Botsuana. Y, por ser hondureña, tiene especial interés en que se pueda producir en Centroamérica y distribuirse por toda la región.

En conversación con BBC Mundo, Bottazzi explica por qué considera a Corbevax "la primera vacuna contra la covid diseñada para la salud global" y cómo espera que cambie los paradigmas de producción y distribución de las vacunas.

En qué consiste

La vacuna está basada en una tecnología tradicional, llamada proteína recombinante. Peter Hotez, uno de los investigadores involucrados en el desarrollo del fármaco explicó que consiste en una vacuna de subunidades proteicas y que introduce una proteína de espiga similar a la del SARS-CoV-2, pero diseñada en laboratorio, para producir una respuesta inmune contra el coronavirus.

Las vacunas diseñadas con base en proteínas han sido usadas ampliamente para prevenir muchas enfermedades y han probado ser seguras y económicas para su uso a gran escala.

Esta tecnología ya ha probado ser efectiva desde hace décadas, en vacunas como la de la hepatitis B, por ejemplo. Su funcionamiento se basa en utilizar proteínas de un virus suficientes para despertar una respuesta inmune, pero no la enfermedad.

Además, requiere un proceso de producción más sencillo y barato que otro tipo de vacunas, como las de ARN mensajero que producen Pfizer o Moderna. “Las vacunas diseñadas con base en proteínas han sido usadas ampliamente para prevenir muchas enfermedades y han probado ser seguras y económicas para su uso a gran escala”, destacó Maria Elena Bottazzi.

Falta de interés

Bottazzi y Hotez venían trabajando en una vacuna desde principios de los años 2000, cuando surgieron las epidemias de MERS y SARS, que también son coronavirus. Como estos virus no derivaron en una pandemia, se perdió interés en esas vacunas, pero ante la llegada del SARS-CoV-2, Bottazzi y Hotez retomaron sus trabajos aprovechando el camino que ya habían avanzado.

Así, cuando llegó la pandemia, Bottazzi y Hotez estaban listos para desarrollar las pruebas necesarias para perfeccionar su vacuna. "Pero no hubo ningún interés", dice Bottazzi, refiriéndose a que no obtuvieron el apoyo de las agencias del gobierno de Estados Unidos.

"Estaban enfocados en que tenía que ser una vacuna de ARNm", explica. "Fue un fallo no apoyar tecnologías como las proteínas recombinantes, o las vacunas convencionales, porque es cierto, tal vez nos tardamos más en la producción, pero una vez lo logramos, podemos producir miles de millones de dosis. Mientras que con las de ARNm, se pueden producir rápido pero no a escala suficiente".

Los estudios

El Hospital Baylor College en el que trabajan Bottazzi y Hotez, se alió con el laboratorio indio Biological E. para compartirles información y que hicieran los estudios necesarios para comprobar la seguridad y la eficacia de la vacuna.

Según un estudio de Fase III entre 3.000 voluntarios, Corbevax tuvo una eficacia del 90% para prevenir la enfermedad causada por la versión original del SARS-CoV-2, y del 80% para la variante delta. Los datos de estos estudios aún no han sido publicados, por lo que algunos especialistas prefieren ser cautelosos.

Respecto a la variante ómicron, Bottazzi dice que están haciendo pruebas y esperando la validación de los resultados. La investigadora sostiene que los datos de los estudios aún no se han publicado porque toma tiempo procesarlos y hacerlos disponibles al público, y tanto ellos como Biological E. son equipos pequeños en comparación con las grandes multinacionales.

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