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Mundo

A 100 años de su muerte, ¿Lenin es recordado como un "zurdo empobrecedor" o sigue marcando un rumbo?

Lenin

Se cumple el centenario de la muerte de Lenin, principal dirigente comunista del siglo XX, líder de la Revolución Rusa, fundador de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y uno de los filósofos materialistas más importantes de la historia moderna. Pero a 100 años de su prematura partida, ¿sigue siendo una referencia o fue sólo un "zurdo empobrecedor", como cataloga el presidente Javier Milei a toda persona que no siga el "liberalismo libertario"?

De la juventud revolucionaria a la toma del poder en Rusia

Vladimir Ilich Ulianov, más conocido como Lenin -su apodo está inspirado en el río siberiano Lena-, nació en la región de Simbirsk el 22 de abril de 1870 en el seno de una familia de intelectuales rusos. Desde nene, se destacó por su capacidad intelectual. "Hablamos de una personalidad realmente excepcional. Cuando iba a la escuela, sus maestros en general tenían una evaluación extraordinariamente favorable y positiva de sus talentos", resalta el politólogo y sociólogo Atilio Borón.

Cuando cursaba sus estudios de bachiller cayó preso por su militancia contra el Zar, pero decidido a graduarse estudió libre las materias y unos años más tarde se licenció en la Universidad de San Petersburgo. Allí se vinculó con los círculos marxistas rusos y otra vez fue detenido. Del destierro en Siberia pasó al exilio en Suiza en 1900, donde publicó el primer diario socialdemócrata de alcance nacional: Iskra (La Chispa). En 1902, publicó el libro "¿Qué hacer?" posicionándose como máximo líder de los marxistas rusos y desde ahí impulsó la necesidad de formar un partido político de revolucionarios profesionales a la vanguardia de la clase trabajadora, que estaba sumida en el atraso, la pobreza y la explotación. Esta premisa desató la discusión hacia dentro de su organización que terminó en la ruptura entre los seguidores de Lenin, los bolcheviques (mayoritarios), frente a los mencheviques (minoría).

Lenin vuelve en 1917 a Petrogrado (hoy San Petersburgo) y es aclamado por la multitud.

En 1905, regresó a Rusia para sumarse a la espontánea revolución que había estallado contra el zar Nicolás II. La insurgencia fue derrotada y tuvo que exilarse otra vez, pero esto no detuvo su lucha contra el zarismo. Después de doce años, regresó a su país con el triunfo de la Revolución de Febrero (según el calendario juliano), con la que abdicó el Zar, se puso fin a la monarquía y se formó el Gobierno provisional. "Vuelve a Rusia en el famoso tren blindado y ahí da un breve discurso donde demuestra que él veía con mucha más claridad la situación. 'Todo el poder a los soviets' (asambleas de militares, campesinos y obreros que se habían formado en todo el país en paralelo al gobierno), dijo él cuando la gente estaba esperando que hablara sobre la importancia del partido bolchevique. El tipo se dio cuenta de que la dinámica política rusa pasaba en ese momento por los soviets y no por su partido, lo cual fue un rasgo de una intuición y una capacidad de interpretación de la realidad fenomenal", expresa Borón en diálogo con Diario Con Vos.

Desde la clandestinidad -tenía sobre sus espaldas una orden de arresto-, Lenin incentiva en esos meses la toma del poder y, el 23 de octubre de 1917 (según el calendario juliano), el Comité Central del Partido Bolchevique adopta su propuesta de insurrección contra el Gobierno provisional. En diez días, la Revolución de Octubre estremeció al mundo y cambió el rumbo de la historia. El nuevo gobierno de los soviets encabezado por Lenin promulgó tres decretos: el de la Tierra, que se les entregaba a los campesinos; el de la Paz, por el cual Rusia salía de la Primer Guerra Mundial iniciada en 1914; y el de las Nacionalidades, con el que se le otorgaba el derecho a la autodeterminación a las naciones que integraban Imperio zarista.

Tras el triunfo de la Revolución, comenzó la guerra civil contra los sabotajes y contra quienes impulsaban la restauración conservadora en Rusia. En ese contexto, Lenin sufrió el 30 de agosto de 1918 un atentado, que le dejó secuelas en su salud. Pese a esto, continuó dirigiendo la Revolución rusa, que en medio de una difícil situación económica otorgaba una serie de derechos civiles a toda su población que no existían en Occidente (dando 8 horas de trabajo al día al obrero, creando sistema de pensiones e instaurando el voto de las mujeres, el derecho al aborto y al divorcio). El furor bolchevique se expandió por los pueblos que eran sometidos en el Imperio zarista y como consecuencia Rusia, Ucrania, Bielorrusia y la República de Transcaucasia (integrada por Armenia, Azerbaiyán y Georgia) crearon el 30 de diciembre de 1922 la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Lenin fue el primer líder del Estado multinacional al ser nombrado presidente del Consejo de las Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Lenin y su esposa Nadezhda Kupskaya, quien lo acompañó toda su vida.

Pero el final para Lenin llegó rápido. Después del atentado, su estado de salud se deterioró hasta que el 21 de enero de 1924 en su residencia de Gorki, una hemorragia cerebral acabó con su vida, de tan solo 53 años. "Hubiera sido muy diferente si Lenin no moría, porque claramente era el personaje más esclarecido del elenco revolucionario", resalta Borón. La Unión Soviética siguió desarrollándose sin la dirección personal de su fundador y en sus 70 años, con aciertos y errores, transformó la historia de la ahora nación rusa: de la guerra civil a la victoria sobre el fascismo alemán, del país más atrasado de Europa en una potencia económica mundial, del analfabetismo y el desempleo al desarrollo tecnológico, los satélites en el espacio y el pleno empleo.

Lenin: ¿referencia de la historia o simplemente un "zurdo empobrecedor"?

Desde la caída del Muro de Berlín y la derrota de la URSS en la Guerra Fría frente a Estados Unidos, la figura teórica y práctica de Lenin, que inspiró a otros movimientos revolucionarios como en China y Cuba, cayó en desgracia. Occidente y los propios dirigentes de las repúblicas exsoviéticas transformaron al hombre que supo ser el faro de millones durante el siglo XX, en un simple humano embalsamado. El efecto "Good Bye, Lenin!" se multiplicó entre la población tirando abajo varios de los monumentos del líder de la Revolución soviética. Por ejemplo: en Armenia fue demolido de Ereván en 1991 al clamor de la independencia del país y en Ucrania tardaron más tiempo, pero en 2013, en medio de las manifestaciones ultraderechistas del "Euromaidan", los partidarios del Svodoba destruyeron su escultura en Kiev. Pese a ello, su cuerpo se mantiene embalsamado en un mausoleo ubicado en la Plaza Roja de Moscú.

"Lenin dejó una herencia teórica importantísima que ha sido olvidada y marginada", sostiene el doctor en Ciencia Política por la Universidad Harvard, Atilio Borón. "Creo que hay que rescatar del olvido en el que ha caído producto de la implosión de la Unión Soviética y que junto con llevarse a ese país, se llevó su herencia", detalla.

Con la desmembramiento del primer Estado socialista se produjo un auténtico revival de la historiografía capitalista que despojó a la historia social de los que fueron sus principales leitmotivs: la revolución y la justa superación del régimen. En este sentido, la historiadora y profesora catalana Anna Sallés i Bonastre reflexionó, en su artículo de la revista Historiar N°5, que hay un consenso ilustrativo sobre la interpretación de Lenin y el proceso soviético: "La caída de la URSS y de todo el sistema soviético confirmaba las predicciones liberales sobre la inviabilidad de un modelo social que había nacido de un acto ilegítimo".

Como señala el escritor español Manuel Vázquez Montalbán en el prólogo al libro "Lenin: una biografía", del historiador británico Robert Service, "dentro de la más delirante posmodernidad, los historiadores y sociólogos no violentos recriminan el uso de la violencia que hizo el leninismo y posteriormente el marxismo-leninismo oficialmente entronizado en la URSS, como si las revoluciones y expansiones capitalistas no hubieran utilizado toda clase de violencias para ganar y consolidar su hegemonía".

"Cualquier nivel progresivo de justicia e igualdad se ha conseguido mediante luchas sociales e individuales terribles, en las que los propietarios del caballo, la casa y la pistola sólo han cedido parte de sus privilegios por la fuerza o por el poder disuasorio de la amenaza. El poder reaccionario ha cambiado violencia represiva por diálogo cuando no ha tenido más remedio que dialogar porque no estaba seguro de la victoria mediante la violencia. No es una propuesta de conducta. Es una constatación", asevera.

El monumento de Lenin fue demolido en Armenia en 1991.

En este contexto de triunfo de la historia neoliberal se enmarca, a treinta años de caída de la Unión Soviética y a 100 años de la muerte de Lenin, la posibilidad del discurso que dio el presidente Javier Milei en el Foro de Davos donde acusó a la élite política de estar "cooptada por una visión que conduce al socialismo y la pobreza". El mandatario, hace tiempo, que acusa de socialistas a personajes que están muy lejos del pensamiento leninista: trató al presidente chileno Gabriel Boric de "empobrecedor" y al mismísimo Papa Francisco de "zurdo asqueroso".

"Lo de Milei es un mamarracho impresentable nostálgico del capitalismo preindustrial que miente, miente y miente", declara Borón. Para el sociólogo argentino que publicó extensos libros sobre la historia del mundo, Milei y estos personajes "atacan las ideas que representa Lenin porque en el fondo es una alternativa al capitalismo y no pueden bancarse la posibilidad de que haya una alternativa de carácter colectivista porque no la ven". Para el politólogo, "el odio de este hombre (Milei) está prácticamente relacionado con esto ya que cree que un individualismo absolutamente salvaje y cualquier cosa que sea colectivista para él representa una amenaza".

En definitiva, no se puede entender la historia del siglo XX sin todo lo que provocó Lenin con la revolución soviética de 1917. Y pese a que su figura haya caído en el olvido en la gran mayoría de la población occidental producto del llamado "fin de la historia", casi la mitad de los rusos (47%) sigue teniendo una opinión positiva sobre el fundador de la Unión Soviética, según la encuesta publicada el viernes pasado por el Centro de Estudios de la Opinión Pública (Vtsiom).

Su accionar marcó un antes y un después en el curso de la humanidad moderna, por eso lo incombustible de un mito que no termina de morir jamás.

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