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Deportes

Yo estuve ahí: la crónica desde el lugar de los hechos, a un año de la final del Mundial de Qatar

Qatar Selección

En Argentina todavía es 17 de diciembre y son las 21 horas. En Qatar, ya es 18 y son las 3 de la mañana. Ya es el día de la final. Mientras todos en nuestro país viven con alegría y nerviosismo la previa del partido de nuestras vidas, cuento las horas para salir al Lusail, intentando conciliar el sueño de forma inútil. No fue fácil, pero ya tengo la entrada en mi poder: puerta 23, nivel 7, bloque 717 y asiento 27. Desde ahí voy a presenciar la historia.

Todo el mes se me pasa por la cabeza como una película. Y la previa también. Este viaje, esta cobertura, la soñé durante 3 años. Costó, pero aterricé en Doha el 25 de noviembre, un día antes del partido con México. Sí, todo el trabajo, la espera y la ilusión podía esfumarse en un sólo día. Y todavía me quedaba casi un mes más en el desierto qatarí.

Agarro el celular y hablo con mis seres queridos. Ya que estoy, abro Twitter para ver los videos de las locuras que están haciendo en nuestro suelo. Sé que soy un privilegiado, pero una parte mía quiere estar en Argentina. “El fútbol es algo que se comparte con otros, con los nuestros, con quienes nos queremos abrazar”, escribió Alejandro Wall en su libro La Tercera.

Sigue la película en mi cabeza. Me fui sólo. Mi primer viaje completamente sólo en 23 años y a la otra punta del mundo. En un evento que todos queremos vivir en conjunto, con familia y amigos. Pero estar en el lugar de los hechos no se compara con nada.

En el Barwa, también apodado como la cárcel y conocido como el barrio argentino en Qatar me tocó estar mis primeras dos semanas en Medio Oriente. Conocí algunas personas que se convirtieron en mi familia mundialista y me reencontré con algunos viejos conocidos que hicieron que la distancia sea mucho más tolerable.

El Barwa, el barrio argentino en Qatar.

El día del partido con Holanda, llegó mi viejo (en un viaje que no tenía planificado, materializado por el impulso de la ilusión) y cambió todo. Los abrazos de gol cobraron muchísimo más sentido. O por lo menos los de la final, porque en los cuartos y las semis fuimos a otra ubicación del Lusail. 

Ya son las 3.25 y sigo sin poder pegar un ojo. “¿Me explicás cómo me duermo?”, pregunto por WhatsApp. Pero media hora después cae todo el cansancio de golpe. Duermo 6 horas y a las 10 estoy arriba.

Me despierto y sigo recapitulando. Con una acreditación que me permitía entrar a todos lados menos a la cancha, fue una odisea conseguir entradas con México. El desahogo en el gol de Messi, desde la popular de ese mismo arco. Las salidas en la radio y los vivos para Instagram. El recital de Ciro y los Persas. El torneo de fútbol 5 en el Barwa y las fiestas después de cada victoria de la Scaloneta. La excursión al desierto y la batalla de Lusail. Mucho en poco tiempo. Pero falta lo más importante.  

La previa del partido frente a México, desde la popular.

Son las 12 del mediodía y salgo para la cancha. Me tomo el metro, que en una hora me deposita en la puerta del Lusail, 5 horas antes de que empiece la final del mundo. ¿Ansiedad?

Después de pasar el primer control en el estadio, mi padre y yo nos encontramos con mi primo que vive afuera y no veía desde el Mundial anterior. Nos prometemos reencontrarnos campeones. Es hoy. Tiene que ser hoy. Después de un almuerzo rápido y una salida en la radio, entro en el estadio por la puerta 23, el número del Dibu Martínez. ¿Es una señal? Elijo creer.

En la cancha el partido se sufre el triple. Casi me desmayo -por lo menos- en tres ocasiones: las dos veces que empató Mbappé y en la atajada del Dibu Martínez, la más importante de todos los tiempos. Termina el partido y me doy el mejor abrazo que jamás me dí con mi viejo y afortunadamente, un hincha egipcio documenta en un video.

El Lusail es cualquier estadio de nuestro país, colmado por los miles de argentinos que viajamos. Suena Cumbia de los Trapos y después de perder varios litros de agua por el llanto de emoción, no me entra más felicidad en el cuerpo.

La Selección está por levantar la Copa del Mundo, pero antes Messi agarra el micrófono, en un momento histórico que no salió en la transmisión oficial. Sus primeras palabras como campeón del mundo. “Somos campeones del mundo. Es algo que buscamos mucho, así que disfrutémoslo. Vamos Argentina, la concha de su madre”, dijo el 10, ante el micrófono de la FIFA.

Me quedo en la cancha hasta que me echan. Quiero guardar cada momento en mi retina y varios de ellos en mi celular. No hay mejor lugar en el mundo para estar en ese momento. A las 23 salgo del Lusail y voy al boulevard que estaba a pocas cuadras del estadio. Por ahí va a pasar el micro de la Scaloneta para festejar con los hinchas.

El 18 de diciembre también es el día de la independencia en Qatar y en el Lusail Boulevard el país organizador prioriza esa celebración antes que la nuestra. Pero los argentinos se imponen y copan el lugar hasta que pasa el micro descapotable con los héroes.

Ahora el centro de la escena está en Argentina. Quiero tomar algunas cervezas para festejar, pero en Qatar es más fácil ganar un Mundial que conseguir alcohol. Con una felicidad que nunca había sentido, me subo al metro y a las 2.50 de la madrugada del 19 de diciembre ya estoy en el departamento.

Abro Twitter y veo cada video que me aparece sobre los festejos y las locuras que hace cada compatriota. Quiero teletransportarme. Caigo fulminado, pero con una alegría que me desborda. Despierto a la mañana siguiente y cuando salgo a la calle, Doha es una ciudad fantasma. El Mundial se fue. Los hinchas de todos los países -incluyendo la mayoría de los argentinos- ya no están.

El 20 de diciembre hay todavía menos gente y aprovecho para hacer las últimas compras en el país en la que más feliz fui, pero al que jamás voy a volver. Me tomo el vuelo de vuelta. Salgo de Qatar, hago una escala en Etiopía, otra en Brasil y el 21 llego a Buenos Aires a última hora. Ya estoy en suelo argentino y Ethiopian Airlines dejó mi equipaje en África. Qué lindo es estar de vuelta en casa.

Enviado especial. Doha, Qatar.

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