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Deportes

La historia del enfrentamiento entre Riquelme y Macri

Riquelme Macri

El hoy enfrentamiento a cara descubierta entre Juan Román Riquelme y Mauricio Macri parece haber llegado a su punto más álgido. Las denuncias judiciales y declaraciones cruzadas demuestran que la soga ya no se puede estirar más y está a punto de romperse. Pero ese tironeo no es nuevo, sino que tiene años. Unos 25, para ser más exactos.

Riquelme llegó a Boca en 1996, con Macri recientemente elegido presidente del club, como parte de una operación en la que varios juveniles de Argentinos Juniors pasaron al Xeneize. Ese mismo año Román debutó en primera ese famoso 10 de noviembre, frente a Unión. Dio una asistencia, jugó un gran partido, y se fue ovacionado de la Bombonera.

Dos años después, antes de la llegada de Carlos Bianchi, y habiendo heredado la 10 de Diego Maradona, la dirigencia quería venderlo al Parma de Italia por una importante suma. Sin embargo, desde la familia Riquelme pretendían una mejora del contrato antes de partir a Europa, ya que todavía percibía un sueldo de juvenil. Macri lo negó, aseguró que su sueldo había sido aumentado y filtró a los medios los números que supuestamente le daban la razón. Ese fue el principio del fin.

Tras todas estas idas y vueltas, con Riquelme llamando públicamente mentiroso a Macri, y toda la dirigencia de ese entonces alineada con el presidente, el equipo italiano desistió y la transferencia nunca se concretó. Así, Riquelme se quedó en Boca y conoció a quien sería su segundo padre, el entrenador con el que conseguiría todo. Incluso un aliado en su disputa con el empresario.

Para mediados del 2000, con Boca como flamante campeón de la Copa Libertadores por primera vez en 22 años, más un par de campeonatos locales -con invicto de 40 partidos de por medio-, Riquelme, que ya era una de las figuras indiscutbiles del equipo, volvió a enfrentarse con Macri por un tema contractual: pedía un aumento que otra vez le era negado.

Parecía que se pudría todo, Román se ausentó algunos partidos en señal de protesta, pero todo terminó encaminándose. Boca seguiría ganando títulos, con paseo al Real Madrid incluído, y en abril de 2001 la interna volvió a salir a la luz con un gesto que se convirtió en evento canónico.

El Xeneize recibía a River en La Bombonera por el torneo Clausura, y Riquelme tenía preparada una forma de que todos se enteren de este tira y afloja contractual. Le tocó patear un penal cuando faltaban 20 minutos para que termine el partido, con el resultado 1 a 0 para Boca. Román pateó cruzado, pero al arquero desvió la pelota. Sin embargo, el rebote le quedó justo para poner el 2 a 0 con la cabeza y salió corriendo a festejar.

Riquelme fue hasta el borde del campo de juego en la mitad de la cancha, se paró frente al palco presidencial de Macri, y se puso las manos por detrás de las orejas. Acababa de nacer un festejo que se convertiría en símbolo de resistencia y que sería replicado en todo el mundo, pero que acá se lo llamaría para siempre como un dibujo animado de la época.

"¿El festejo? Por nada en especial. Solamente que a mi hija le gusta el Topo Gigio y nada más", ironizó Riquelme, fiel a su estilo, cuando le preguntaron por ese gesto al terminar el partido. Si bien en el momento Macri evitó hablar del tema, tiempo después dijo que no le había dado mucha importancia y que no se sentía agraviado. Incluso llegaría a copiarlo en un acto político, ya siendo presidente de la Nación.

En el medio de esta disputa se generó un hecho que enojaría muchísimo al enganche: Macri abrió una línea telefónica (el famoso 0-600) para recaudar fondos y retener a Román en el club, ya que, según decía, era la única manera de poder conseguir el dinero necesario para que Riquelme se sintiera a gusto.

“No sabía nada. Esas cosas me molestan, que no me pregunten y salga en todos lados. Los hinchas hacen demasiado esfuerzo para sacar una entrada y poder ir a la cancha, yo no soy nadie para que me llamen y tener que andar pagando“, dijo Riquelme en aquel momento.

Boca volvió a ganar la Libertadores ese año, y tras caer con el Bayern Munich en la final de la Intercontinental, Bianchi decidió dar un paso al costado y no renovar el contrato que se vencía ese diciembre. Y todo empeoró cuando Macri se apersonó en una conferencia de prensa del DT, se sentó a su lado e intentó presionarlo para que continuara frente a toda la prensa. Esto terminó en otra imagen histórica: Bianchi abandonó la habitación y lo dejó pagando.

En 2002, Riquelme se fue al Barcelona por 26 millones de dólares y se quedó en Europa hasta 2007, cuando Macri, todavía en el club, lo llamó para que volviera, aprovechando un mal momento del diez con la dirigencia del Villarreal.

En su presentación tras la vuelta, que en principio era un préstamo por seis meses, Macri quiso hacer las paces públicamente a su manera: con un chiste. Le dio un paquete a Riquelme asegurando que se trataba de un regalo, y cuando el futbolista lo abrió, se encontró con un muñeco del Topo Gigio, jugando con lo que había pasado seis años atrás.

Boca volvió a conquistar la Copa Libertadores, y así se terminó de confirmar la idolatría de Román, que tuvo la actuación individual más importante para un equipo que se recuerde en el último tiempo y terminó siendo comprado en 2008.

Ya con Macri fuera de escena por su paso a la política, Riquelme siguió teniendo problemas contractuales con actores de la dirigencia que respondían a él. El más importante fue Daniel Angelici, quien luego se impondría en las elecciones de Boca en 2011 y terminaría generando el alejamiento del ídolo, que finalizó su carrera como futbolista en Argentinos Juniors.

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