Los gatos de por sí tienen fama de ser más ariscos o asociales que los perros ya que no están predispuestos a jugar o recibir atención constantemente. Además, cuando no quieren interactuar lo dejan muy claro con arañazos o mordiscos.

Sin embargo, que los gatos muerdan no siempre significa un rechazo de su parte. Morder es parte de su forma de expresarse debido al instinto cazador que les quedó de sus antepasados que no vivían en casas ni eran atendidos por humanos.

Si bien ese instinto está en desuso, excepto por alguna rata o pajarito que lo sufre cada tanto, los juegos con sus tutores humanos y la interacción con sus camada cuando son bebés lo ejercitan. Así, incorporan el hábito de morder como parte de la rutina de caza, para defenderse o para expresar cariño.

Al ritual de caza lo incorporan en los juegos, ya sea con otros gatos cuando son bebés o con su tutora humana, y consta de etapas marcadas cuando lo usan con una presa: acechar, perseguir, capturar, morder, matar y eventualmente comérsela.

Por lo tanto, cuando se sienten amenazados por la razón que sea (caricias abrumadoras o la presencia de otro felino) también recurren al mordisco para defenderse de lo que perciban como amenaza ya que están en modo cazadores. También lo hacen cuando se sienten estresados o angustiados.

¿Qué pasa con los mordiscos con amor? A veces, los gatos muerden por estar desbordaos de cariño y sin intención de lastimar. Si de chiquitos compartieron algunos meses con otros felinos, pueden moderar la fuerza de su mandíbula y no lastimar al morder. Si no convivieron con sus pares, es probable que no sepan regular la fuerza.

Lo ideal no es sacar la mano de forma brusca ante la mordida de un gato, sino distraerlo con otra cosa para que suelte lo que esté mordiendo y alejarse sin rechazarlo fuertemente.