Jorge El Tigre Acosta es un exmilitar ya condenado por múltiples delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar Argentina. Pero en este tipo de procesos judiciales también cuesta que los abusos que los torturadores cometieron sean penados.
Recién este lunes, después de apelar la decisión que el Tribunal Oral Federal N°5 tomó en 2017, fueron reconocidos como crímenes de lesa humanidad los abusos que perpetró Acosta sobre Graciela García Romero cuando estuvo secuestrada en la ESMA a sus 27 años.
En 2021, el exjefe de la patota de tortura identificado con los números 3.3.2 fue condenado por primera vez por abusos, manoseos y violaciones a tres sobrevivientes del centro de detención, tortura y exterminio que fue la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
Qué argumentó la Sala II de Casación Penal
Después de revisar la entencia que el Tribunal Oral Federal (TOF) 5 dictó en 2017 en la causa que se conoce como ESMA Unificada, la Sala II de Casación Penal, con los votos de Guillermo Yacobucci y Carlos Mahiques, decidió condenar a Acosta y reconocer las violaciones que sufrió Graciela como delitos de lesa humanidad, es decir, que no prescriben.
“Consideramos que se deben encuadrar los hechos de violencia sexual en las figuras penales referidas específicamente a esta clase de delitos, ya que es la manera adecuada de visibilizarlos y de establecer la verdadera dimensión que han tenido”, escribieron Yacobucci y Mahiques.
Para explicar su decisión, los jueces tuvieron muy presentes las palabras de la denunciante: “El objetivo era aniquilar a esa mujer que éramos; una mujer autónoma; un modelo diferente, que había –de alguna manera– desobedecido. Autónomas, politizadas y que, a través del abuso sexual y la violación, buscaban nuestro deterioro, nuestro quiebre, nuestra desintegración”.
El caso de Graciela García Romero
Hace casi 20 años que Graciela comenzó su búsqueda de justicia. Este lunes, después de conocer la sentencia de boca de su abogada Sol Hourcade, la coordinadora del equipo de Memoria, Verdad y Justicia del CELS, le dijo a Página 12: "Es una felicidad amarga. Nos alegramos de que finalmente haya justicia, pero es con mucho dolor".
En el camino hubo idas y vueltas, retrocesos y avances que reconstruyó la periodista Luciana Bertoia en la entrevista en la que Graciela insistió: "Las violaciones en la ESMA fueron un hecho político". La patota de hombres que se repartía y elegía a las detenidas-desaparecidas como en un prostíbulo sabía que Graciela era lesbiana, por eso sus abusos tenían otra connotación.
Sobre Acosta, la sobreviviente recordó: "La verdad que ser lesbiana era un problema en la orga, en la ESMA, en todos lados. Inmediatamente después de ese interrogatorio, me llamó Pernías y me interrogó. Yo mentí y dije: 'Me sentía sola'. Pero ahí me empezaron a mirar con una lente porque después de eso es que empezó a venir Acosta. Yo siempre lo asocié. ¿Por qué me eligió a mí para violarme y no a otra compañera? Éste fue un elemento posible. No me mataron pero seguramente lo deben haber pensado."
