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Columnistas

Reeditan el disco grunge de Mariah Carey

En 1995, mientras su álbum Daydream llegaba al tope del ranking Billboard, la diva quiso hacer otro disco para expresar su amargura y su rabia. Pero el presidente de la discográfica, que era su marido, no la dejó. También repasamos otros discos de famosos publicados con seudónimos, de Coldplay a The Clash.

Hoy es el día, lector, lectora, en el que usted se entera de que Mariah Carey grabó un disco grunge. No hay trampa: no se trata de una sosías sino de esa Mariah Carey, la misma que construyó una carrera en torno a un registro vocal admirable que siempre usó como quien tiene una moto linda y sólo circula haciendo wheelie. Y el disco es grunge de verdad, noventoso y alterno, como el que hacía Hole, un poco más áspero que el de Garbage, no una versión Las Vegas ni un bossa & grunge ni nada por el estilo. No sólo eso: además está bueno. No la viste venir.

El disco se llamó Someone’s Ugly Daughter (“La hija fea de alguien”), se publicó en 1995 y no salió con el nombre de Carey sino con el de una banda que en realidad nunca existió: Chick. Mientras grababa su álbum Daydream (con el cual llegó al número uno del Billboard 200 y ganó varios containers llenos de dólares), Mariah fue víctima del temible flagelo que aqueja a la gente muy millonaria: se aburrió. Entonces empezó a jugar con la idea de un proyecto paralelo en el que pudiera canalizar la amargura y la rabia que en temas como “Always Be My Baby” o “One Sweet Day” no estaba pudiendo canalizar. Para eso se inspiró en grupos como Sleater-Kinney, L7 y Green Day (Mariah estaba enloquecida con Dookie, que había salido el año anterior) y se puso a componer. Cebada, decidió que también iba a cantar en esas piezas rudas y desencantadas y las iba a publicar, iniciativa que chocó de frente contra un “jaja contate otro” de su discográfica Sony, que -con un inobjetable tino, hay que decir- no tenía ninguna intención de sacar un disco grunge de Mariah Carey.

Mariah fue víctima del temible flagelo que aqueja a la gente muy millonaria: se aburrió.

La solución que encontraron fue editar el elepé con el nombre de una banda falsa (primero se iba a llamar Eel Tree, después quedó en Chick), sin las voces de Mariah (la cantante de reemplazo fue su amiga Clarissa Dane), con letras aptas para todo público y sin darle crédito a la artista por su trabajo de autora y corista (usó el seudónimo D. Sue, un chiste con la palabra francesa “déçue”, que significa “desilusionada” o “frustrada”). En la tapa, sí, quedó la idea de Carey: la palabra “chick” escrita con lápiz de labios sobre la polaroid de una cucaracha gigante muerta que había sacado su marido de entonces, Tommy Mottola (que, dicho sea de paso, era el presidente de Sony en ese momento; ni siquiera estando casada con el CEO de la compañía logró salirse con la suya Mariah).

Con el disco pasó lo que se suponía que iba a pasar: el mundo lo ignoró por completo.

En esas condiciones salió Someone’s Ugly Daughter,y pasó lo que se suponía que iba a pasar: el mundo lo ignoró por completo. Hasta que empezó a circular el rumor de que Mariah Carey estaba involucrada de alguna manera en el proyecto, cosa que disparó una pugna entre coleccionistas por hacerse de una de las pocas copias que se editaron. Así, los precios por los CDs de Chick superaron los 800 dólares en eBay y Amazon sin que existiera ninguna confirmación de que Carey fuera la autora de aquellos temas. El disco no está en las plataformas de streaming pero algunos tracks pueden escucharse -gracias a almas caritativas amateurs- en YouTube.

Al fin, en 2020 la diva terminó con el misterio: en sus memorias The Meaning of Mariah Carey confirmó que era ella quien estaba detrás de Chick y que buscaba desesperadamente la versión con letras guarras y ella misma como cantante principal. La buena noticia es que la semana pasada le contó a un podcast musical que la encontró y que la va a editar próximamente, con lo cual nos aprestamos a saber al fin cómo suena Mariah Carey haciendo grunge/rock alternativo en lugar de, por ejemplo, covers de Phil Collins.

Con Someone’s Ugly Daughter, la cantante se sumó a la lista de artistas que publicaron álbumes con nombres falsos, a veces para burlar la prohibición de sus sellos, otras para darse el gusto de incursionar en estilos muy distintos del suyo, y otras para hacerse los raros nomás. Ya que hablamos de Green Day: el trío tiene, no uno, sino dos seudónimos. Por un lado, con el apelativo de Foxboro Hot Tubs (ellos tres más sus músicos de acompañamiento en vivo) sacaron el disco Stop Drop and Roll!!! (2008). Por otro, haciéndose llamar The Network (ellos tres y otros tres que no se sabe quiénes son) editaron Money Money 2020 (2003). Mientras que su vínculo con los primeros está confirmado (“la única similitud entre los Foxboro Hot Tubs y Green Day es que son la misma banda”, declaró el cantante Billie Joe Armstrong), todavía la siguen jugando de misteriosos con los segundos.

Coldplay es otro grupo que se escondió tras un nombre inventado. En 2018 se publicó un EP llamado Global Citizen EP I con un par de tracksque llevaban la firma de una banda aparentemente debutante: Los Unidades. Quienes los escucharon no tardaron en detectar la voz de Chris Martin, y así cayó la ficha de que los autores de “Yellow” podían estar detrás del proyecto. Se dijo que eligieron el seudónimo para no opacar los fines benéficos del álbum: contribuir con una organización no gubernamental que buscaba terminar con la pobreza antes de 2030. Vamos bien con esa.

A más de uno le sorprenderá enterarse de que los Clash también tuvieron sus alter egos: en 1983 salió un single de la cantante de cabaret Janie Jones (a la cual ellos mismos le habían dedicado un tema de su disco debut homónimo del 77) acompañada por una misteriosa banda llamada The Lash. La falta de esa ce inicial no logró engañar a nadie, y pronto se supo que Joe Strummer y sus compas eran los sesionistas en cuestión.

Para el final queda la historia de Percy “Thrills” Thrillington, un músico que lanzó en 1977 un elepé llamado Thrillington, el cual consistía en versiones instrumentales de las canciones de Ram (1971) de Paul McCartney.

Doce años tardó el mundo en confirmar que Thrillington era el mismo McCartney, que había grabado los auto-covers y los había lanzado con seudónimo “por diversión”.

Lo más pintoresco es que ese mismo año se publicó 3:47 EST, un disco de la banda Klaatu, quienes  -se rumoreaba- eran los mismísimos Beatles reunidos de incógnito. No eran, más vale, pero que la verdad no se interponga entre vos y una buena historia.

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