La cuenta regresiva para el Mundial abre discusiones semana a semana. La madre de todas ellas será la lista de 26 jugadores, pero mientras tanto los rivales de los amistosos, quiénes deben tener una última chance o las figuritas ocupan horas de aire y metros de gráfica. Actualmente la grieta gira en torno a la camiseta suplente. Esa dialéctica se da visual, política y esotéricamente.
Adidas develó el lunes pasado que la alternativa será por primera vez violeta en reemplazo de la negra con vivos celestes y blancos de 2018. Si el color abrió el debate, el motivo de esa elección, aún más. "La nueva remera alternativa de la Selección transmite un poderoso mensaje de igualdad de género, alineado a los valores de diversidad e inclusión que nuestra marca promueve. A través del deporte tenemos la oportunidad de cambiar la vida de las personas, y el fútbol es uno de los instrumentos ideales para transformar la realidad", sostiene Pablo Lamo, gerente general de Adidas Argentina en el comunicado de la empresa.
Por un lado hay quienes sostienen que esta decisión visibiliza la lucha que lleva adelante el colectivo feminista desde hace años, mientras que otros sectores afirman que lo banaliza.
Por un lado hay quienes sostienen que esta decisión visibiliza la lucha que lleva adelante el colectivo feminista desde hace años, mientras que otros sectores afirman que lo banaliza. El fútbol masculino tiene una colección de denuncias de violencia de género en los últimos años, donde los clubes tomaron nulas o endebles medidas, con el caso más paradigmático de Sebastián Villa con dos denuncias, una de las cuales lo llevará a juicio entre el 19 y el 21 de septiembre próximos. El hecho que las futbolistas de Primera División cobran por convenio lo mismo que la cuarta división de hombres es otro de los tópicos. Si bien la empresa no tiene potestad en ninguna de estas cuestiones, el color disparó la discusión.
Hay una idea que sobrevuela el mundo del fútbol y es que la voluntad de usar el violeta tiene un costado metafísico, cabulero. A lo largo de su historia el seleccionado tuvo dos colores en sus camisetas titulares, celeste desde 1902 y albiceleste a partir de 1908, y cuatro en las suplentes. La más usada fue el azul, que debutó en Chile 1962 con una derrota 3-1 contra Inglaterra -paradojas si las hay-. En 1966 viajaron a las islas británicas sin equipo alternativo y desde 1974 hasta 2014 esa fue la coloración suplente hasta Rusia 2018, donde se estrenó la negra.
En Suecia 1958 la selección dirigida por Guillermo Stabile se vistió con la casaca titular del IFK, equipo de Malmö.
Sin embargo, la primera tonalidad alternativa fue una amarilla en el debut en Suecia 1958. El rival fue la entonces Alemania Federal en el Malmö Stadion. Argentina empezó ganando con gol de Oreste Osmar Corbatta a los dos minutos, pero los alemanes lo dieron vuelta y ganaron 3-1. Antes de empezar, el árbitro inglés Reginald Leafe consideró que podía haber confusión con las camisetas y el equipo de Guillermo Stabile se vistió con la casaca titular del IFK, equipo de esa ciudad, actualmente en tercera división. Contra los alemanes hubo seis partidos más en mundiales: Argentina solo ganó uno, la final de 1986 donde los europeos usaron, casualmente, la camiseta suplente de color verde. De los cinco restantes hubo dos empates y tres derrotas, entre ellas las finales de 1990 y 2014, donde Argentina jugó con la azul. Con ese color también Diego Maradona le ganó a Inglaterra en el Estadio Azteca, pero el karma quedó instalado.
Pero el gran paradigma cromático del fútbol lo vivió Brasil. Desde su primer partido, una derrota 3-0 contra Argentina jugado en 1914 en Buenos Aires, predominó el blanco. Usaron excepcionalmente camisetas de Peñarol, Independiente y Boca en los sudamericanos de 1919 y 1937. Getulio Vargas tomó la decisión política de organizar el Mundial de 1950, se construyó el estadio Maracaná especialmente y el equipo parecía destinado a ganarlo, aunque la única condena la tuvieron el arquero Moacyr Barbosa y la camiseta blanca. El rechazo fue tan grande que recién en 2019 volvieron a usarla, por única vez, en el debut de la Copa América con un 3-0 contra Bolivia en San Pablo.
A lo largo de su historia el seleccionado tuvo dos colores en sus camisetas titulares, celeste desde 1902 y albiceleste a partir de 1908, y cuatro en las suplentes.
En 1953 el diario Correio da Manha de Río de Janeiro organizó un concurso para diseñar la nueva camiseta que debía tener los cuatro colores de la bandera: verde, amarillo, azul y blanco. El ganador fue Aldyr García Schlee, un joven entonces de 19 años oriundo de Río Grande do Sul. Él fue quien creó la famosa canarinha amarilla con los puños y cuello en verde, con el pantalón azul y medias blancas. Años después confesó que, a pesar de ser brasilero, siempre hinchó por Uruguay y que festejó el Maracanazo.
El debut fue en el Mundial de Suiza de 1954, donde Brasil fue eliminado en cuartos de final por la Hungría de Sandor Kocsis, Zoltan Czibor y Ferenc Puskas, que no jugó por lesión. Fue tal la violencia que se desplegó que la prensa bautizó al juego como la Batalla de Berna: terminó con tres expulsados y una pelea a puños en el vestuario húngaro. Como la derrota fue contra los Magiares Mágicos, mejor equipo del mundo, la derrota no dolió tanto y la camiseta no corrió peligro.
Cuatro años después fue el turno de la Copa del Mundo de Suecia, adonde llegaron Pelé, Garrincha, Vavá y Zagallo que debutaban en mundiales. Ganaron todos sus partidos salvo un empate con Inglaterra en la zona de grupos y llegaron a la final contra los locales. Como ambos tenían camisetas amarillas se decidió definir quien debía cambiar. Enojados porque consideraban que los locales debían ceder por una cuestión de cortesía, los brasileños no asistieron al sorteo que determinó que los suecos mantendrían la titular, mientras que los sudamericanos debían usar la alternativa azul. El único juego suplente de azules que tenían lo habían usado para entrenar y consideraban que no era digno de una final jugar con remeras sucias. La leyenda reza que hasta se barajó la chance de utilizar una blanca, pero finalmente compraron un juego nuevo, le sacaron los escudos y números a las usadas y los cosieron.
Argentina perdió las finales de 1990 y 2014 contra Alemania usando la azul. Con ese color Diego Maradona le ganó a Inglaterra en el Estadio Azteca, pero el karma quedó instalado.
Incluso Paulo Machado de Carvalho, el jefe de la delegación, viendo que los futbolistas no se convencían del cambio, decidió entrar en acción para insuflarles ánimo. Les dijo que el azul era el color del manto de Nuestra Señora de Aparecida, la santa patrona de Brasil, y los semblantes mutaron.
Las crónicas de la época cuentan que al principio se advertía cierto desconcierto en Brasil, sumado a una buena cantidad de pases erráticos que terminaban en los suecos, al punto que a los cuatro minutos el capitán Nils Liedhom, campeón olímpico y gloria del Milan, puso el 1-0. Inmediatamente Vavá empató y a la media hora estampó el 2-1.
En el segundo tiempo Pelé y Zagallo elevaron la cuenta para el 4-1, descontó Agne Simonsson y O Rei selló el 5-2 de cabeza. El exorcismo estaba completo.
Los otros cuatro títulos Brasil los obtuvo ya con la casaca titular habitual, una referencia en todo el mundo. Esa misma canarinha con la que también sufrió el segundo peor golpe en mundiales: el 7-1 en las semifinales del Mundial de 2014 en Belo Horizonte contra Alemania que, singularmente, jugó con su camiseta suplente.