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Columnistas

La ambición de un tipo al rescate de un gobierno a la deriva

Plan de Shock

Desde que el jueves se confirmó el ingreso de Sergio Massa al Gobierno como ministro de Economía, Producción y Agricultura, se combinaron dos fenómenos en el poder de la Argentina. La euforia de eso que se llama mercados financieros por el ascenso de un personaje que consideran casi “de ellos” coincidió con el renacer de cierta expectativa de vida del peronismo, que en sus distintas versiones entiende el nombramiento como una chance de retomar la iniciativa y no perder seguro en 2023, o como mínimo no chocar en 2022. 

Siempre y cuando, claro está, Massa logre los dos objetivos más inmediatos de esta nueva movida de la administración a la deriva de Alberto Fernández y Cristina Kirchner: hacer que el Gobierno de una buena vez funcione, y luego, nada más y nada menos, conseguir estabilizar una economía sin reservas, con una brecha cambiaria del 100% entre los tipos de cambio oficial y paralelos y con una inflación por las nubes, arrimándose a los tres dígitos. Para eso, deberá conseguir lo que nadie hasta acá: cohesión política en su espacio respecto de un rumbo.

Los economistas Pablo Manzanelli, Leandro Amoretti y Eduardo Basualdo, del centro Cifra de la CTA y Flacso, publicaron el miércoles -justo un día antes de los cambios en el Poder Ejecutivo- un documento que esboza una tesis sobre los eternos debates en el Frente de Todos, que se titula “La distribución del ingreso en la etapa actual”. El trabajo, que vuelve a marcar cómo empeoró la participación de los asalariados respecto del capital en 2021, permite explicar además tanto estos primeros momentos de celebración corpo por el arribo de Massa como también anticipar que las diferencias que hubo hasta ahora y que trabaron la gestión se podrían repetir en cuestión de horas pese al mote de “superministro” que se repite en los medios.

La coalición de gobierno sería -según el análisis- la unión de dos facciones, una “nacional” con otra “nacional y popular”. En la primera convivirían el peronismo tradicional y el massismo, donde “se encuentran representados los grupos económicos locales”. La otra expresión, como es previsible, la conformarían el kirchnerismo con “los sectores sociales que representa”. “Debido al protagonismo electoral decisivo que adquiere en la alianza, el Frente de Todos en el gobierno se expresa públicamente como si fuera un todo nacional y popular”, advierte sobre una confusión que sería el fondo de la falta de consenso económico de todos estos años.

En esa visión, los gobiernos de Raúl Alfonsin y Eduardo Duhalde serían ejemplos de “coaliciones nacionales sustentadas por el capital y sus intelectuales orgánicos”, mientras que los gobiernos de Perón y los de los Kirchner, “especialmente los de Cristina” -remarca el documento- “esa conducción estuvo en manos de los trabajadores”. 

Las evidentes diferencias en la forma de ver la política y la economía de Massa con el kirchnerismo, más las innumerables horas de archivo en las que el de Tigre habla de barrer con los ñoquis de La Cámpora o dice directamente que los va a meter presos abren la pregunta de cuánto puede durar este intento de orden y gestión con pinta de última bala en el oficialismo. 

Más allá de que se trata de un postulado teórico que puede tener mil matices y que tranquilamente puede no alcanzar a explicar internas surcadas también por urgencias electorales y judiciales y por enconos personales, no hay dudas sin embargo de que la figura del flamante ministro es, por su historia, sus vínculos y sus modos, la encarnación misma de la política como espejo de los empresarios. Sus amistades con el fallecido banquero Jorge Brito, del banco Macro, o con Daniel Vila y José Luis Manzano, accionistas del grupo de medios América y recientes compradores de la mayor distribuidora eléctrica del país -Edenor- son apenas una muestra de un tipo de construcción massista en la que el sector privado es mucho más un pilar y un apoyo que un frente de conflicto.

Las evidentes diferencias en la forma de ver la política y la economía de Massa con el kirchnerismo, más las innumerables horas de archivo en las que el de Tigre habla de barrer con los ñoquis de La Cámpora o dice directamente que los va a meter presos abren la pregunta de cuánto puede durar este intento de orden y gestión con pinta de última bala en el oficialismo. 

¿Aguantará lo que dure el susto de la vicepresidenta de que todo se la lleve puesto y en cuanto se calme empezará el operativo desgaste como hasta ahora?

¿Aguantará lo que dure el susto de la vicepresidenta de que todo se la lleve puesto y en cuanto se calme empezará el operativo desgaste como hasta ahora? ¿Que no le hayan dejado poner gente en el área de Energía, donde siguen los cristinistas inamovibles, es un anticipo de una gestión limitada, o es por el chiste de que si Massa manejara esa dependencia habría un conflicto de interés

Entonces, con este diagnóstico de quilombo en puerta, ¿por qué el establishment y el peronismo se entusiasman tanto entonces? Hay una respuesta que les surge a todos, como si fuera mágica: la ambición, que en algún comentario llega a ser hasta falta de escrúpulos, lograría que lo que diga Massa se haga. Todo un lujo para esta administración, es cierto, pero ni de cerca eso sería garantía de éxito, porque en definitiva habrá que ver qué medidas toma, si puede articular un plan consistente y con quiénes lo hace. Si bien su mantra en el WhatsApp es “manda la política” y puede ser Juan Carlos Rosca, el berenjenal económico requiere respuestas técnicas.

Asesores sí, funcionarios no

En este punto, los sondeos hasta ahora indicarían que Massa será el nombre más fuerte de todos los colaboradores que presentará esta semana. Paradoja: desde que asomó como presidenciable, siempre se mostró rodeado con economistas que daban la idea de un equipo listo para cuando tocara entrar en acción. Ahora parecería que habrá más tipos de peso como “asesores externos” que dispuestos a meter los pies en el barro. 

Su referencia siempre fue Roberto Lavagna, el ex ministro de Economía de Néstor Kirchner con quien el ahora par está hablando muy seguido. De hecho, por eso también pivotea con su hijo Marco, ahora en el Indec, pero hombre de consulta desde que estaba en la consultora familiar Ecolatina y con chances de tener algún puesto de relieve.

Anticipo y expectativa. Massa hizo la previa de los anuncios del miércoles con mensajes de Twitter mientras arma su equipo.

Lavagna hijo fue uno de los que estuvieron en aquél asado premonitorio de mayo, de Massa con sus técnicos. Se ve que todo estaba a punto, o viendo el resultado hoy, bastante cocido. Habían asistido también entonces Miguel Peirano y Martín Redrado, otros dos nombres de las massanomics, si es que esto pudiera existir como algo definido, dado que una recorrida por su entorno lo define como el más pragmático de todos pero con un norte promercado indiscutible

Peirano, que está de viaje con su familia por estas horas, ya mandó a decir que no agarrará ningún puesto. El economista de perfil industrialista es célebre en el kirchnerismo por haberle renunciado a Néstor en 2007 con una advertencia: “Cruzaste el océano y ahora te vas a terminar ahogando en la orilla”. Se refería a la necesidad de subir las tarifas y bajar los subsidios a la energía. Mamadera.

Ahí es clara la influencia de esa mirada en Massa, que ha dicho varias veces que el sistema de subsidios hoy es “Hood Robin”, porque le saca a los pobres y beneficia a los ricos. Asume, es cierto, con la segmentación de tarifas en marcha, luego de que más de 7 millones de personas llenaran el formulario para mantener el beneficio, que en principio se le quitaría a más gente de la que se esperaba en un comienzo. Es un primer frente que le quedará expuesto en septiembre.

Redrado, en tanto, manejaba esta semana por el sur de Italia luego de casarse. El ex presidente del Banco Central no se ve ingresando en el fade out de un mandato sin poder, y es de los que se guarda para un arranque imaginario con su paquete de leyes. Ahora sí, cuando lo consultan por la coyuntura responde concreto: la corrida se para con tasas recontra altas y con el Banco Central comprando bonos en dólares para ponerles piso. Algo de eso hizo ya la conducción del todavía sobreviviente Miguel Pesce. ¿Habrá sido por motu propio o porque se lo pidió gente del nuevo ministro?

Pesce fue objeto de muy duros cuestionamientos por parte de Emmanuel Alvarez Agis en su último informe en la consultora PxQ, tan enfocado en los errores no forzados del Banco Central que llevó el título bilardeano de “si se la siguen dando a los de amarillo, vamos a perder”, en referencia a la charla técnica del entretiempo en aquel baile que nos pegó Brasil en Italia 90. 

El ex viceministro de Economía de Cristina de todas maneras habla con Massa y, si sus argumentos son atendibles, la idea de que el último albertista de la gestión económica está confirmado se desvanece.

Agis -que rechazó la propuesta de ir justamente en lugar de Pesce- enumera que en los últimos 50 días el Central intervino tarde en la corrida de la deuda en pesos; que mantiene tasas por debajo de la inflación y que, en definitiva, no administró bien las divisas a pesar de una lluvia de superávits comerciales en los últimos dos años. El ex viceministro de Economía de Cristina de todas maneras habla con Massa y, si sus argumentos son atendibles, la idea de que el último albertista de la gestión económica está confirmado se desvanece. El tema es si hay nombres de peso como lo pudieron haber sido Mario Blejer o Guillermo Nielsen o Diego Bossio, por ejemplo, como para sorprender en ese puesto tan sensible. A propósito, Equilibra, la consultora donde talla Bossio, puede ser uno de los  semilleros para lo que viene.

“No puedo ser objetivo con EEUU”

Urge la coyuntura luego de que el dólar saltara $100 en tres semanas en las que se alternaron tres ministros de Economía, de la salida de Martín Guzmán al paso fugaz de Silvina Batakis previo al arribo de Massa. Por eso hay expectativa por las “15 medidas” que dicen que anunciará el miércoles el ex titular de la Cámara de Diputados. La clave: está dispuesto a hacer cualquier cosa por conseguir dólares para este bimestre del infierno donde las reservas del Banco Central sangran y la deuda en pesos amenaza. 

Guiños a exportadores con el campo a la cabeza para abrazarse a la idea de encontrar “dólares genuinos” y la búsqueda de todo tipo de artimañas para destrabar y anticipar fondos de organismos multilaterales aparecen como pases de magia posibles que pudiera exhibir para arrancar con billetes frescos bajo el brazo, algo clave para un jugador de la política muy afecto a la idea de los conejos de la galera

Hombre del sector privado. El líder del Frente Renovador junto Daniel Vila, uno de sus amigos empresarios. 

Qué hará luego con el tipo de cambio oficial es un misterio. “Va a pinchar la brecha”, dicen los que lo conocen. La baja de los dólares paralelos en estas horas pudieran ser un indicio. ¿Pero eso basta? ¿O el Gobierno deberá ir a una devaluación formal, como sugirió por ejemplo Carlos Melconian en su charla en la Fundación Mediterránea en la que dijo que tampoco eso implicaría una crisis tan grave para los argentinos chipeados en otro tipo de palos históricos? ¿No va a pedir eso el Fondo Monetario Internacional en la revisión que inevitablemente vendrá? ¿Deberá Massa convalidar un nuevo salto de la inflación antes de encontrar algo de estabilidad?

Massa se siente con el ancho de espadas para negociar cualquier cosa con el FMI por su llegada a Washington. Banqueros que han hablado con el Departamento de Estado recientemente dan fe de ese vínculo. “Los gringos compran que es el garante de la no radicalización del kirchnerismo”, explican. Cualquiera que vaya al archivo del 10 de mayo pasado en la cumbre de la cámara Amcham podrá comprobar la devoción -y no exagero en la palabra- del líder del Frente Renovador por Estados Unidos. 

“No puedo ser objetivo”, le empezó a responder a Alejandro Fantino esa mañana en el Alvear Icon cuando le preguntó justamente por su pensamiento sobre ese país. “Todos saben que hace 20 años planteo que tiene que ser una relación sólida, que estoy convencido de que la seguridad del continente y la convergencia económica nos hace aliados y socios estratégicos”, abundó en una declaración que podría haber sido dicha por el mismísimo Mauricio Macri.

Hay que ver si el propio jefe de gobierno porteño no termina siendo, en su aventura presidencialista, uno de los más perjudicados por la irrupción de Massa, en caso de que le fuera un poco bien en la gestión.

También es recomendable ir al 25 de julio del año pasado, cuando en la presentación de las listas para las elecciones, Massa habló de su mirada de la economía. Habló de conseguir que “el campo produzca más y con más valor agregado”; de “exportar energía”; y de “bajar los costos del trabajo argentino pero con una actitud protectiva de las pymes”. Era un tono que si no te dicen quién lo enuncia podrías asimilar al de Horacio Rodríguez Larreta, por lo demás, muy cercano al tigrense.

A propósito, hay que ver si el propio jefe de gobierno porteño no termina siendo, en su aventura presidencialista, uno de los más perjudicados por la irrupción de Massa, en caso de que le fuera un poco bien en la gestión. Guiños al sector privado y búsqueda de un consenso ampliado del peronismo no kirchnerista para hacer el ajuste es el sueño de Larreta, que por esas cosas de la política puede terminar siendo puesto en práctica con lo que queda de esta misma administración.

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