Por Juan Tenembaum
El mes en que nació Natalia Zaracho, la inflación fue del 196,6%. Era julio de 1989, y su madre ya vivía en Villa Fiorito, la villa de Lomas de Zamora que vio nacer a Diego Maradona. A los 10 años, en medio de la crisis de desempleo, mientras se acercaba el estrepitoso final del 1 a 1, la hoy diputada nacional comenzó a laburar de cartonera. "Cuando se organizó la cooperativa El Amanecer de los Cartoneros -cuenta- yo era una niña". Su historia se parece mucho más a la de dirigentes como Evo Morales o Lula da Silva que a la de Néstor Kirchner, Cristina o Perón.
A diferencia de un recorrido tradicional para los políticos, que uno podría resumir en el paso por alguna universidad de derecho o economía y la militancia en algún partido tradicional, Zaracho tuvo su primera experiencia de organización en una cooperativa de cartoneros, cuando todavía era una niña, y pasó a dedicarse a la política a partir de organizar un comedor comunitario.
Empecé a militar en un comedor de Villa Fiorito que organizaba mi vieja. Yo le decía ´qué ganas de joder que tenés´, porque nosotros no teníamos suficiente como para andar haciendo para los demás.
Su llegada al Congreso en el 2021, en reemplazo de Daniela Vilar, hoy funcionaria de Axel Kicillof, significó el ingreso de una nueva generación a la Cámara de Diputados. La clase social que se formó a partir de las sucesivas crisis, generaciones que no lograron superar la vida en los barrios populares, muchas veces sin servicios básicos ni trabajo, encontró su representación en ella, la primera cartonera diputada.
Inicios en la militancia y dudas
—¿Arrancaste a militar como cartonera o desde otro rol?
—Yo ya venía organizada en Amanecer de los Cartoneros, pero empecé a militar en serio en un comedor de Villa Fiorito que organizaba mi vieja en el 2014. Iba a trabajar, volvía y colaboraba. Yo mucho no la entendía, le decía "que ganas de joder que tenés", porque nosotros no teníamos suficiente como para andar haciendo para los demás. Pero así, medio a los ponchazos, mi vieja con unas vecinas empezaron armando meriendas y, después, organizando ollas populares. Ahí conocí a unos chicos del Frente Patria Grande que venían a dar apoyo escolar y empezaban a dar algunas discusiones políticas.
—¿Cómo te llevabas con esos chicos al principio?
—Me llamaban la atención. Primero era desconfiada, pensaba "estos pibes vienen acá, salen un rato de su zona de confort pero después vuelven a sus cosas", siguen gozando de sus privilegios. Después entendí que no, que ellos elegían estar ahí, ayudando a los pibes a aprender a leer y escribir, a los vecinos a organizarse, y ayudando a discutir que no era casualidad que nosotros vivamos así, ni nos teníamos que acostumbrar a eso. Ahí me empecé a sumar a la organización, y en el 2015 fui al Encuentro Nacional de Mujeres, que me cambió la cabeza.
—¿Cómo fue pasar de organizar un comedor a dedicarte a la política?
—A fines del 2015 empecé a formarme políticamente con la organización, con el curso de la Economía Popular, que es una diplomatura basada en textos de Juan Grabois y Emilio Pérsico, entre otros.
Grabois me dedicó un libro y escribió: ´Que se fortalezca la lucha de los pobres de la tierra´. Con esa frase juré como diputada.
El curso lo hacíamos una vez por semana acá y lo terminamos en la Escuela Nacional de Organización Comunitaria y Economía Popular de la Patagonia. Ese curso me cambió la cabeza como militante, me enseñó la importancia de la organización popular, los procesos históricos, las razones detrás de la desigualdad social, todas cosas que no te enseñan en la escuela.
Grabois estaba viviendo en ese momento allá y le pedí que me firme un libro. Él me puso "que se fortalezca la lucha de los pobres de la tierra", y me quedó muy marcada esa frase. De hecho, juré por eso. Sin querer, un poco me estaba marcando algo del camino.
—¿Y de ahí a ser diputada?
—Nuestra organización tiene las herramientas separadas entre lo social y lo político, y a mí siempre me entusiasmó más la parte de política. Es importante separar eso para nosotros, porque en lo social vamos a pelear siempre por los reclamos del sector, esté el gobierno que esté. Después, me fue tocando asumir responsabilidades en la parte política, y llegué hasta acá.
Internas
—Ustedes tienen posiciones enfrentadas en la interna del gobierno con el Movimiento Evita, otra de las patas más importantes de la UTEP. ¿Cómo se expresa eso en esa organización?
—La UTEP es una herramienta de lucha social. Después, cada organización tiene más cercanía con distintos espacios políticos. Nosotros no usamos el mismo nombre en lo social y político, diferenciamos los espacios. La UTEP es una herramienta en común con todas las organizaciones sociales, que lucha por las reivindicaciones del sector.
—Votaste contra el acuerdo con el FMI. ¿Te sentiste traicionada por el presidente?
—No, no me siento traicionada. Nosotros no votamos ni militamos el default, proponíamos un salario básico universal, para que la gente pueda comer y no caiga en la indigencia. Los menores de 18 tienen la Asignación por Hijo, los mayores de 65 la jubilación. En el medio, hay un porcentaje de la población sin ingresos, que no consigue trabajo ni está organizada. Un salario universal atendería las dos problemáticas. Si conseguíamos eso, íbamos a acompañar el pago de la deuda. Pero no podemos celebrar que los gobiernos populares paguen la deuda con el FMI en vez de poner plata para los últimos y las últimas de la fila.
Entre los menores de 18 y los mayores de 65 la jubilación hay un porcentaje de la población sin ingresos, que no consigue trabajo ni está organizada. Un salario universal atendería las dos problemáticas.
Tenemos que ser más creativos, pensar cómo vamos a hacer para crear puestos de trabajo, reconocer los actuales de la economía popular, cómo vamos a hacer para crear nuevos lotes con servicios y organizar a los barrios populares que tenemos. No podemos decir que no hay plata, porque la vamos a usar para pagarle al Fondo. Queremos discutir que esto fue una estafa, que la plata no la vimos en ningún lado, y la tienen que pagar los que se enriquecieron. Tenemos que discutir quién la paga y aplicar políticas públicas que lleguen rápido. No podemos acostumbrarnos a no transformar como gobierno nacional.
"El Congreso te aleja de la realidad"
—¿Sentís clasismo o algún tipo de discriminación contra vos en la Cámara de Diputados?
—No, para nada, soy más el bicho raro. Hay mucha buena onda, que a mí me molesta un poco. Me gusta, pero no me gusta que sea "ah, ahí viene la pobre, la cartonera". Yo tengo mi objetivo claro, que es impulsar la agenda de nuestro sector, garantizar derechos para los trabajadores y las trabajadoras, y hacer que la gente la pase lo menos mal posible. No me interesa caer bien. La mía es una banca que representa algo, es colectiva, la mayoría de los lugares no se ve así. Por ahora me llevo muy bien con la gente, soy como algo novedoso. Además, me llevo muy bien con la gente que trabaja todos los días acá.
—¿Cómo es eso?
—Nosotros rompemos algunos esquemas. Los diputados tienen ascensor y entrada aparte, nosotros entramos por donde entran todos, y medio les asombra eso, que haya un diputado que entre por donde entran los trabajadores. Son boludeces que incomodan, porque te corrés de lo armado. Hay mucha buena onda con los trabajadores de acá.
—¿Te llevás bien con algún colega en especial desde que entraste?
—Entré hace poco, tuvo pocas sesiones todavía. Pero estoy aprendiendo, conociendo, y hubo hasta gente de la oposición que se acercó a saludarme y felicitarme. La verdad, no pretendo llevarme bien con nadie, sino sumar para transformar cosas del sector. Sí entiendo que tengo que establecer relaciones políticas para lograr apoyo para los proyectos que impulsamos y generar más empatía y conocimiento sobre nuestra realidad social.
No podemos acostumbrarnos a no transformar como gobierno nacional.
—¿Hay algo que te haya resultado especialmente difícil hasta el momento en la Cámara?
—Me cuesta a veces no pasarme de la raya y ser medio pudri. Cuando uno expresa la bronca, decir "loco, dale", porque son distintas las urgencias y las prioridades que tenemos. Necesitamos políticas publicas que lleguen a las mayorías lo más rápido posible. En el barrio veo cómo los números son gente. Cuando decimos que los pibes dejaron la escuela lo veo, porque son los amiguitos de mi hijo que tienen 15 años. Tratar de administrar ese enojo, sumar discusiones, para que el gobierno tenga una mirada más amplia, y sumar. Tenemos que conservar la unidad para evitar que en el 2023 vuelva un gobierno neoliberal, y pensar cómo hacer para que la gente viva lo menos mal posible.
—¿Tuviste algún momento en especial en el que te tuviste que tragar esa bronca?
—Cuando se discutía la deuda con el FMI. Una de la oposición dijo que ella también tenía que volver a su barrio, y yo me reía. ´Sí, a su barrio privado´, ella que defiende los intereses de las minorías. No quiero ser chicanera, pero hay que ser realista y ver que muchos defienden intereses determinados de su clase social, que son muchos menos. Lo mismo cuando se discutió el Presupuesto. En mi corta experiencia se ve que ellos representan determinados intereses, y medio les chupa lo que quiera el pueblo.
Los diputados tienen ascensor y entrada aparte, pero nosotros entramos por donde entran los trabajadores, y eso les asombra.
Ellos hablan de una deuda que generaron sin hacerse cargo, y cuando decimos "che, hay que investigar la fuga de capitales", ellos se levantan y se van. La irresponsabilidad que tienen para con el pueblo genera mucha bronca. Esa deuda no la va a pagar el gobierno, sino el pueblo, y eso lo tenemos que entender. Cuando ves eso, y escuchas las discusiones, y dan mucha bronca. Ellos deben decir ´qué país generoso´ cuando me ven a mí, que caigo con mi facha, y yo digo lo mismo. Gente que habla desde su comodidad, su lugar de nunca haber necesitado: te hablan de escuela pública y salud pública sin usarlos. ¿Cómo vas a pensar qué necesitamos si no lo usás?
—¿Te tratan distinto en Fiorito ahora que sos diputada?
—En el barrio me cargan, me decían que pensaban que me iba a mudar, me preguntan si todavía sigo acá... yo me cago de risa. Fueron dos semanas cuando asumí, después se acostumbraron. Mi vida sigue siendo la misma, mis hijos siguen en la misma escuela, juegan en la misma canchita, yo sigo tomando mate en la vereda, voy a hacer los mandados. Ahora capaz vienen a decirme "qué bueno que hay alguien ahí, contando lo que realmente vivimos". Pero antes me jodían bastante, sentía como que me hacían bullying en la escuela.
Para terminar, la diputada cartonera destacó una serie de diferencias que ella siente con el resto de los representantes de su cámara: "Yo siento que nosotros tenemos una responsabilidad con el pueblo, no nos podemos hacer los boludos". Para ella, "hay edificios como el Congreso, diseñados para que los ocupe una determinada clase social, que te aíslan, te alejan de la realidad. No nos puede pasar eso, y a veces es muy difícil convencer a mis colegas de que bajen al territorio".
Otros diputados deben decir ´qué país generoso´ cuando me ven a mí, que caigo con mi facha, y yo digo lo mismo de ellos.
"Cuando fue lo de la droga adulterada —recordó— nosotros laburamos muy fuerte, metimos dos proyectos, y yo invité a varios colegas a que se acerquen a conocer nuestras casas comunitarias, las de Vientos de Libertad, donde hay compañeros y compañeras recuperándose de la adicción". "A veces, las malas políticas no tienen que ver con mala leche o falta de decisión, sino con falta de conocimiento", opinó. Y concluyó: "Si fueran a las casas de Vientos y conocieran el laburo, a las compañeras que están haciendo el tratamiento, muchas veces con los pibes ahí, votarían distinto".