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Columnistas

Lo que termina no se despide

Despedida

La ceremonia de la despedida es un privilegio que sucede mucho más en el cine que fuera de las películas. Casi nunca se da la posibilidad de despedir a lo que termina, a lo que se va. El resto son simulacros para decirle adiós a lo que nunca estuvo o a lo que continuará de algún modo parecido.

En estas fechas abundan las despedidas, los cierres y los balances. Las empresas despiden el año, los grupos de amigos se juntan para brindar, las tribus se reúnen para celebrarse en el final del asunto.

Pero siempre hay algo de continuidad entre el año que termina y el que empieza. Ningún final es más anunciado que un fin de año. El calendario es una certeza de 365 días de incertidumbre.

Despedir el año es una pantomima similar a la de los partidos despedida de los jugadores de fútbol. Cuando lo juegan ya están retirados. No hay nada que despedir.

El colmo de esta situación es el Partido Despedida de Juan Román Riquelme postergado desde el 12 de diciembre de 2019 y aún sin fecha de juego. Mientras tanto, Román es un exjugador que domina todos los hilos de la política de Boca Juniors. En el otro extremo quedó el caso del Kun Agüero, que no pudo despedirse con un partido porque la arritmia de su corazón lo sacó de la cancha de forma súbita. Listo, se finí. No hubo adiós.

Despedir el año es una pantomima similar a la de los partidos despedida de los jugadores de fútbol. Cuando lo juegan ya están retirados.

No es raro que lo que termina no pueda despedirse, lo extraño es que ocurra lo contrario: cuando el jugador se despide en simultáneo con su retiro, como lo hizo hace pocos días Maxi Rodríguez en Newell´s. Aplausos.

¿Qué es lo que se despide en un saludo? Algunos afortunados cuentan con la destreza de saber saludar a tiempo. No es para cualquiera. Hay un timing de la despedida que debe estar sincronizado con lo que está terminando.

Cuando murió mi padre, el dolor -que todavía no había macerado en tristeza- tenía la forma de un gesto de bronca: ¿Por qué se fue sin saludar?  Era un reclamo mudo. Pero por mucho tiempo me aferré a un saludo que había pronunciado sólo una vez: “chau, hijo”. Fue una noche en su casa, yo iba a comprar helado y él se iba a dormir. Ninguna vez antes me había dicho “hijo”. Ese no fue el último encuentro, pero sí el definitivo. Hay tantas maneras de nombrar lo que acontece y, sin embargo, casi todo lo que termina se va en silencio.

“El fin de una era” suele ser un título precoz. Sobran los ejemplos de finales anunciados que continúan y sobreviven al profeta anunciador. El fin del kirchnerismo, el fin del radicalismo, el fin del programa de Mirtha Legrand (que termina 2021 volviendo a la tele y anunciando una vez más una despedida que nunca se consuma). Lo que se despide vuelve (una remera que diga).

Quizás por eso se repitan tanto las fiestas de despedida. Son pura presencia. Las poses lacrimógenas y la pólvora de gratitud que enciende los fuegos artificiales para despedir lo que sea, son en realidad actos de resistencia. Para que todo siga. Que no se corte.

Todo lo otro, la ausencia que envuelve a cada cosa presente, nunca tuvo su partido despedida. Ni lo tendrá.

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