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Columnistas

La increíble historia de Juan Eduardo Hohberg, el goleador cordobés que volvió de la muerte

Hohberg

por Federico Yáñez

La imagen de Sergio Agüero el fin de semana pasado cuando se tomó el pecho, se acostó en el césped y salió del campo encendió las alarmas. Tras el empate con Alavés, Barcelona primero comunicó que era un “malestar torácico”, luego amplió a que se trató de una arritmia y tras una batería de estudios decidieron que por tres meses no juegue a la espera de la evolución de su situación cardíaca.

A mediados de los años ´50 la medicina no había avanzado tanto, como tampoco el cuidado hacia los jugadores. Durante el Mundial de 1954 otro argentino, pero nacionalizado uruguayo, hizo un gol, se infartó, lo revivieron y terminó el partido en cancha.

El seleccionado charrúa llegó a Suiza como vigente campeón del mundo tras el Maracanazo, el mayor golpe en la historia del fútbol. No había estado en los mundiales de 1934 y 1938 por lo que además estaba en juego su invicto. Si bien la base de los caciques de mantuvo, con Obdulio Varela a la cabeza, solo ocho futbolistas repitieron tras el título en Brasil y se sumaron catorce debutantes. Uno de ellos fue el cordobés Juan Eduardo Hohberg.

Oriundo de Alejo Ledesma, un pueblo a 180 kilómetros el sur de Rio Cuarto, comenzó su carrera como futbolista en Central Córdoba de Rosario donde jugaba como arquero. En un partido de juveniles eran solo once y lo ubicaron de delantero. Hizo dos goles y nunca más volvió al arco. A los 18 años lo contrató Rosario Central, donde jugó dos años y tras una final de un torneo internacional amistoso que el Canalla le ganó a Peñarol, el equipo uruguayo lo contrató.

Hohberg

Llegó para 1949, un año después de la huelga que paralizó todo el Río de la Plata porque tanto el fútbol argentino como el uruguayo fueron al paro para lograr mejoras en las condiciones laborales. Mientras las principales estrellas argentinas se fueron a la denominada Liga Pirata de Colombia, los uruguayos consolidaron un torneo aún más fuerte que los anteriores. Hohberg llegó a un equipo que tenía a gran parte de la base que un año después sería campeón del mundo con Varela y Roque Máspoli o Pepe Schiaffino y Alcides Gigghia, los goleadores en el 2-1 del Maracaná.

Hohberg, a pesar de ser argentino, fue tentado para nacionalizarse uruguayo y ser parte del plantel de 1954, aún sabiendo que no iba a ser titular. Uruguay ganó sus tres partidos hasta semifinales sin atenuantes: 2-0 a Checoslovaquia, 7-0 contra Escocia y en cuartos derrotaron 4-2 a Inglaterra donde, con 39 años, jugó Stanley Matthews, que dos años después sería el primer ganador del Balón de Oro.

En semifinales los esperaba Hungría, el mejor equipo del torneo y vigentes campeones olímpicos. Los Magiares mágicos eran liderados por Zoltan Czibor, Sandor Kocsis y Ferenc Puskas, que no jugó contra Uruguay, que tampoco pudo alinear a Varela.

Los húngaros desfilaron hasta meterse en los cuatro mejores. Golearon 9-0 a Corea del Sur y 8-3 a Alemania en la zona de grupos y luego le ganaron 4-2 a Brasil, que tenía a Didí y Nilton Santos, futuros bicampeones mundiales.

Las dos semifinales se jugaron el 30 de junio a las seis de la tarde. Alemania goleó 6-1 a Austria en Basilea, mientras que húngaros y uruguayos se enfrentaron en el Stade La Pontaise de Lausana con el arbitraje del galés Mervyn Griffiths. El talento y el despliegue físico de los europeos desconcertaban a los uruguayos que los veían pasar y trababan de compensar con esfuerzo a un equipo que terminó el primer tiempo 2-0 arriba con goles de Czibor y Nandor Hidegkuti.

Entre la ventaja y el desgaste parecía poco probable una reacción, pero, fiel a su historia, los celestes aparecieron. Cuando quedaban 15 minutos Hohberg anotó el descuento tras una buena jugada de Carlos “Lucho” Borges, ex jugador de Peñarol y autor de los dos primeros goles en la historia de la Copa Libertadores. De repente en Lausana la posibilidad del empate empezó a tomar forma y cobró vida a falta de cuatro minutos. Otra vez Hohberg quedó frente al arquero Gyula Grosics, la pelota le quedó atrás e incómoda, pero pudo pegarle para empatar. El delirio explotó y el cordobés quedó sepultado debajo de una montaña de jugadores extasiados que no podían creer lo que estaba pasando.

A medida que se fueron bajando el panorama se oscureció porque el delantero no se movía ni respiraba. Automáticamente entraron los auxiliares entraron a la cancha, comenzaron a reanimarlo, pero al ver que no reaccionaba la desesperación comenzó a brotar hasta que el Carlos Abate, el kinesiólogo uruguayo, le aplicó coramina oral, un medicamento que tiene funciones vasomotoras y respiratorias. Hohberg abrió los ojos, comenzó a balbucear hasta que pudieron entender qué quería decir: “¿Qué pasó? ¿lo empatamos?”, reza la leyenda que dijo al volver en sí.

Calculan que al menos estuvo quince segundos muerto y lo trajeron de vuelta.

Con la igualdad fueron a tiempo extra y ahí pidió entrar nuevamente, pero no fue suficiente, ya que Kocsis anotó dos veces más para el 4-2 definitivo y el pase a la final. Los húngaros cayeron sorpresivamente en la definición 3-2 con Alemania, a quien habían bailado en la primera parte del torneo, mientras que Uruguay perdió con Austria en el partido por el tercer puesto. Fue 3-1 y el gol celeste lo anotó… Hohberg.

El himno uruguayo comienza con la frase; “Orientales, ¡la patria o la tumba!” y Hohberg, el futbolista que volvió de la muerte se lo tomó tan en serio, desafió el presagio y le ganó.

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